¿Aún se venden cámaras de fotos desechables?
Joma, en el barrio de Gràcia, se mantiene como una tienda de fotografía analógica en un mundo totalmente digitalizado
BarcelonaResistencia. Implacable. Economía de guerra. Éste era el panorama de la tienda de fotografía Joma, todo un clásico del barrio de Gràcia de Barcelona, con la llegada en tromba de las tecnologías digitales a un mundo, el nuestro, tan sometido a la evolución tecnológica. Pero hubo un clic, nunca mejor dicho, como el clic que hacen los viejos disparadores de las cámaras analógicas. Y el clic está 100% relacionado con los nuevos tiempos, los cambios de tendencias, la aparición de las redes sociales. Toda una paradoja, sí: la tecnología analógica ha resurgido con fuerza precisamente gracias al avance de los tiempos, a la dictadura de las redes sociales, a las ganas de experimentar, de contar cosas diferentes, de posicionarse en este mundo con afán y personalidad vintage.
En la calle de Bonavista junto a Torrent de l'Olla, Foto Joma fue creada a principios de los años setenta por Jordi Molina, el padrastro de Mario González, el actual propietario. Tienda de fotografía con todas las prestaciones. Desde el revelado, entonces todavía con el blanco y negro dominador, a la compraventa de todo tipo de material fotográfico: cámaras, accesorios, papel fotográfico, carritos, ampliadoras, así como los productos químicos para realizar el tradicional revelado analógico dentro de las cámaras oscuras, tan recordadas por los fotógrafos profesionales que ya tienen algunas décadas de trayectoria en las espaldas. Durante las siguientes décadas el negocio funcionó en grande –llegaron a abrir otras dos tiendas– cuando aún no existía la feroz competencia de las grandes superficies y el sugerente universo de la fotografía era patrimonio de las tiendas de barrio. En la tienda de la calle Bonavista llegaron a ser cuatro trabajadores. Hoy es Mario solo, que desde el año 2000 se incorporó al negocio para acompañar a su padrastro.
El punto de inflexión llegó con el boom de la fotografía digital. Al principio sí que lo adoptaron, sobre todo porque era lo que tocaba probar. Pero no les salió a cuenta. ¿Por qué? La maquinaria queda enseguida obsoleta y no vale la pena comprar para volver a vender cámaras digitales que han quedado defenestradas por las últimas novedades en el mercado. ¿Solución? La especialización absoluta en lo que siempre han sido fuertes: el analógico. La compra y venta de cámaras antiguas, claro, pero también con un fenómeno novedoso y sorprendente que les ha inyectado nueva vida: la fascinación de los jóvenes por la tecnología analógica, que utilizan de forma creativa para generar marca y personalidad propia y utilizar las fotos como escaparate diferenciado en las redes sociales.
¿Un ejemplo? Las cámaras fotográficas desechables. Aquellas que antes comprábamos cuando íbamos de viaje y que a la vuelta revelábamos con la expectativa de ver qué nos encontrábamos. Entre 18 y 25 euros pueden costar. El cliente que las compra también lleva a revelar sus fotos a Joma, pero la gran mayoría no las quiere en papel, sino en formato digital. La máquina revela el carrito y con un programa como WeTransfer, el cliente recibe fácilmente el resultado. Mario ya lo tiene por mano. El precio es totalmente asequible: 10 euros.
Venta de carritos
Un concepto muy similar es el del cliente que compra carritos para darle nueva vida a la cámara analógica de su padre o de su abuelo. De cada diez clientes de este tipo, sólo dos o tres quieren ampliaciones con papel fotográfico. En la gran mayoría el formato digital ya les va bien. Quieren las fotos para proyectos profesionales diversos o para poder colgarlas en sus redes. ¿Qué vale un carrito? Antes eran muy baratos –entre 3 y 5 euros– porque había excedentes que se habían quedado encerrados en almacenes y nadie quería. Hoy, las grandes marcas ya se han dado cuenta del aumento de la demanda. Mario vende los carritos en torno a los 12 euros.
¿Qué otros servicios hay en la tienda? Las fotos de carné, irreductibles, todavía necesarias para la renovación de todo tipo de documentación. La conversión de formatos. De los viejos Super 8 mm y Super 16 mm –los viejos reyes de las grabaciones domésticas– al formato digital. Lo mismo con el VHS y el Beta. Y con los viejos negativos fotográficos que casi todas las familias tienen en casa y que un día se te caen en las manos y te hace ilusión ampliar para ver bien qué fotografiaron tus padres y tus abuelos hace décadas. Recuperar el olvido, rescatar la memoria.