Laboral

Tres historias de muertes en el trabajo que podrían haberse evitado

Las familias denuncian cómo se eternizan los juicios por accidentes laborales y les impiden pasar el duelo

BarcelonaEl viernes 30 de abril de 2021, Chiqui había preparado un ColaCao y un cortado para su sobrino Xavi y su hijo Carlos. A las seis de la mañana ya salían de casa hacia la fábrica y, como siempre, les dijo adiós desde el umbral de la puerta. Algo más tarde, ella también fue hacia el trabajo. Hacia las diez y media recibió una visita que no esperaba: era Carlos, con la cara blanca, hundida. "Me lo quedé mirando y pensé que había pasado algo", recuerda Chiqui. Él la cogió de las manos y le dijo: "Mamá, Xavi ha tenido un accidente en el trabajo y ha muerto".

Cuando se produce una situación traumática, como la muerte de un familiar de forma repentina, el cerebro libera hormonas vinculadas al estrés, como la adrenalina y el cortisol. Éstas preparan el cuerpo para la respuesta de lucha o fuga, pero también influyen en la forma en que recordamos los acontecimientos: de forma fragmentada, con detalles que pueden ser muy vivos, pero sin el contexto completo.

Chiqui quería gritar, llorar y tirar patadas. Durante unos segundos no pudo pensar ni siquiera en su hijo, que había estado allí mismo, intentando salvar a Xavi mientras le engullía una máquina de bobinas de tela asfáltica. "Solo pensaba en cómo le diría a mi hermana", rememora. La madre del chico vivía en Roda de Berà, en el Tarragonès. Cuando Xavi había empezado a trabajar, se había mudado a casa de su tía. Recuerda cómo su hermana se quedó colapsada, se arrojó al suelo, y se ponía las manos en la cara. Su otro hijo la abrazó, intentó calmarla y le dijo: "Mamá, tranquila. Ha sido un accidente, ha sido un accidente".

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En ese momento, la familia de Xavi aún no sabía que la muerte de este chico de diecinueve años en la fábrica de la empresa Cidac en Cornellà de Llobregat no había sido un simple accidente. El informe de la Inspección de Trabajo constató incumplimientos en la normativa de riesgos laborales, turnos de doce a catorce horas y una plantilla de chicos muy jóvenes y mayores en situación precaria. Tras la primera evaluación en la planta, un bombero les comentó que nunca había visto a una empresa en tan mal estado en todos los años trabajados. Que había ratas y peligro de derrumbe.

Quien explica con detalle estas infracciones en materia de seguridad es Paco, pareja de Chiqui y tío de Xavi, que entonces ya era delegado de la CGT. "Es sorprendente que una empresa en la que se incumplen toda esta serie de normativas no parara. Porque no paró. Estuvo funcionando desde el minuto cero y al día siguiente los empleados seguían yendo a trabajar", dice. La máquina que atrapó a su sobrino costaba solo 300 euros de reparar, lamenta.

La primera llamada entre abogados fue para que la empresa negara cualquier tipo de culpa. Se ofrecieron a pagar el entierro atribuyendo el accidente a un error humano. Cuesta creer, pero cuatro años y medio después, el juicio penal aún no ha tenido lugar. "La justicia se prolonga mucho en el tiempo. Tú no puedes estar esperando cuatro o cinco años. Es inconcebible. La familia no puede pasar página", critica Paco.

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Al principio, se movilizaron para dar a conocer la historia de Xavi, organizaron protestas y salieron a los medios de comunicación para denunciar la normalización de la siniestralidad laboral. Recibieron el apoyo de los sindicatos y los movimientos sociales, e incluso tenían contacto frecuente con el consejero de Empresa y Trabajo de entonces, Roger Torrent. Pero con el tiempo, reconocen, se olvidan de ti. No te mueves, no haces ruido y la historia de Xavi vuelve a ser un número en una estadística, un caso más.

"Bueno no lo estamos, pero procuramos salir adelante porque no nos queda otra", dice Chiqui. Cuando hacen una comida o una salida al campo todos juntos, son conscientes de que hay un primo que ya no está. Les falta Xavi, que siempre se animaba a cantar un poco de flamenco en las sobremesas. "Nosotros les animamos [a los primos] a seguir haciendo cosas, a estudiar y estamos pendientes de ellos. Tienen que seguir celebrando y cumpliendo años", añade. A los tribunales irán hasta el final, hasta que puedan cerrar esta puerta y conseguir "aunque sea un 1% de lo que antes llamábamos tranquilidad".

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Un duelo es un proceso de adaptación –en este caso, a una realidad en la que una persona querida ya no está– y, según la clasificación de la psicóloga suiza-americana Elisabeth Kübler-Ross, puede incluir varias fases. No siempre sigue ese orden y por supuesto no es igual para todos, pero la autora observaba que después de una pérdida se puede pasar por la negación, la ira, la negociación, la tristeza y, finalmente, la aceptación, en la que empezamos a convivir con la pérdida. Pero este camino, que en condiciones normales es ya difícil, queda troncado cuando se añaden factores externos como un proceso judicial eternizado y costoso.

Vivir un duelo entre juicios

Roser Noguer y Núria Barnolas tampoco olvidan el 28 de marzo del 2018, un Jueves Santo. El día en el que su marido y padre murió en un accidente laboral. Lluís trabajaba en Vic Verd, una empresa con participación mayoritaria del ayuntamiento de Osona. Aquella noche él y su compañero se hacían el turno de la recogida de cristal en el centro de la ciudad. Cuando bajaron del camionete para llevarse la basura de un restaurante sintieron un clec, como si saltara el freno de mano. La calle tenía un 14% de pendiente y el vehículo empezó a caer atrás. Ambos corrieron para detenerle. Pero una de las ruedas chocó con la acera e dio un giro inesperado, que desvió la trayectoria y atropelló a Lluís. Entonces tenía 58 años.

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"Te quedas en choque porque es una persona que está sana, se va de casa y en dos horas ha muerto. Y entonces, cuando estás en choque, en lugar de intentar facilitarte los trámites, la empresa te pone obstáculos que debes ir saltando", recuerda Noguer.

Además de la burocracia que ya va asociada de por sí a la muerte, ambas se encontraron sin saber, por ejemplo, cuáles son los plazos legales en los que prescribe un delito laboral oa qué tienes derecho cuando un familiar tuyo muere en el trabajo. Tampoco ayudó a que la empresa no se presentara a la primera conciliación en el departamento de Treball. "Aquí sí empezó un calvario por la vía judicial", dice Barnolas.

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El primer litigio fue en los juzgados de Granollers y la sentencia, según la familia, fue "muy tendenciosa". Entre las pruebas, no aparecía el informe pericial que habían presentado y en el que se alertaba de que había un problema en el freno de mano del camionete. "Al menos habría tenido que llevar seis revisiones y sólo pudieron demostrar que había pasado una", lamenta Noguer. Recurrieron la decisión y el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) acabó dándoles la razón y reconocieron la responsabilidad de la empresa.

Las dos, sin embargo, tuvieron que seguir luchando para que el Ayuntamiento de Vic no llevara el caso al Tribunal Supremo. Lo consiguieron gracias a una campaña de recogida de firmas y al apoyo de algunos de los partidos de la oposición como Capgirem Vic (la candidatura de la CUP) y ERC, que presionaron al gobierno municipal. "Esto nos alargó diez años más el proceso", dice Barnolas.

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Habían pasado más de tres años desde el accidente y el trance no había terminado. El maratón en los tribunales continuó con un segundo proceso contra las aseguradoras Generali y Mutua General de Seguros (MGS) para que les pagaran las indemnizaciones que les correspondían. Finalmente, decidieron llegar a un acuerdo económico y en 2022 pudieron dar por cerrado el caso. "El nombre de Lluís –al que la empresa llegó a acusar de tener una actitud "temeraria" en el momento del accidente– ya se ha limpiado", concluye Noguer.

Madre e hija reconocen que es ahora, siete años después de su muerte, cuando están empezando a pasar por las fases que definía Kübler-Ross. "De repente, hay días que me levanto muy triste. El luto te llega, toda la llorera que no has hecho en seis o siete años te había quedado dentro y debes sacarla", dice Barnolas.

Un "cúmulo de errores" fatal

El padre de Carlos (nombre ficticio para garantizar su anonimato) murió mientras trabajaba en el turno de noche en una fábrica de las comarcas de Girona. Él recuerda cómo se vistió deprisa, aún en choque, después de que le despertara su madre de madrugada. Cogió el coche y se plantó en la empresa, donde un encargado le insinuó que el accidente había sido culpa de su padre. Una máquina que servía para mover palés no había detectado al hombre y le había presionado por la cintura hasta provocarle la muerte. "Yo ya sabía que no era mala suerte. Fueron un cúmulo de errores hasta que llegó lo fatal", explica Carles, que en ese momento solo tenía veinticuatro años.

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Cuando la Inspección de Trabajo revisó las instalaciones, encontró deficiencias en los sistemas de seguridad de las máquinas y dio a la empresa tres meses para solucionarlo. Según el abogado de la familia, los sensores que habrían tenido que advertir de una presencia humana estaban desactivados, una práctica habitual para "optimizar tiempo" y evitar paros de producción.

La compañía atribuyó el accidente a un error humano, pero uno de los trabajadores de su aseguradora se presentó en el tanatorio en medio del velatorio para ofrecer a Carlos ya sus hermanos cerrar el caso con un acuerdo económico. "Fue un momento muy raro. Ellos juegan mucho con el desconocimiento, porque si hubiéramos firmado aquellos documentos quizás no habríamos tenido derecho a reclamar nada más", explica. Se negaron y la empresa pagó el funeral sin consultarlo antes con ellos.

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Esto ocurrió en el 2021, y desde entonces Carlos –tiene una hermana que vive fuera y un hermano menor– ha tenido que asumir todas las gestiones derivadas de la muerte de su padre. Notarías, cuentas bancarias, hipotecas, suministros... Todo ello en un laberinto burocrático de procesos que no sabía ni cómo poner en marcha. De hecho, no fue hasta tres meses después de la desgracia que un abogado amigo de la familia le advirtió de que podían personarse como acusación particular. Ni siquiera eran conscientes de que la Fiscalía ya había abierto de oficio un procedimiento penal por delito laboral.

Cuatro años más tarde, el juicio aún no ha tenido lugar. La familia señala como responsables a algunos de los directivos de la empresa y les solicita penas de prisión. Pero el caso sigue abierto. "Creo que estoy en una especie de nube. A veces estoy mejor, a veces peor". Carlos reconoce que pasó una época "muy mala" y necesitó ayuda psicológica. También dejó un trabajo en una fábrica porque le recordaba demasiado a las circunstancias en las que había muerto su padre. "Me fui a dormir siendo un niño, y dos días después me había hecho mayor", dice.

El año pasado en Cataluña se contabilizaron 88 personas muertas en el trabajo. En los primeros siete meses del 2025 son ya 64. Estas tres historias son sólo una parte del problema de la siniestralidad laboral, pero se desprende una misma conclusión: sus protagonistas se sintieron desinformados y solos ante litigios interminables, mientras pasaban por uno de los peores momentos de su vida. Todos ellos reivindican la necesidad de contar con juzgados especializados para acelerar este tipo de casos. Y, sobre todo, medidas para que empresas y administraciones públicas se tomen en serio la prevención de riesgos laborales y para que los duelos de las familias afectadas no sigan escondidos detrás de una estadística.