"No hace falta empezar una guerra que sabes que vas a perder": ¿qué piensa el textil catalán del fenómeno Shein?
Las empresas del sector resisten centrándose en nichos como la sostenibilidad y los materiales avanzados
BarcelonaGemma Molner y su hermana son la tercera generación de una pequeña estirpe de tenderos. Sus abuelos levantaron la persiana, y hoy el negocio familiar –los comercios de moda Xarol– cuenta con dos tiendas en Tarragona y Reus. Sin embargo, desde hace tiempo observa cómo los hábitos de consumo de sus clientes cambian a un ritmo vertiginoso. "La venta online ha venido para quedarse. Desde la covid, no ha dejado de crecer", afirma la empresaria reusense, que también forma parte de la mesa de comercio de la patronal Pimec en Tarragona y representa a la asociación comercial El Tomb, en la capital del Baix Camp.
El pequeño comercio de moda asiste con perplejidad a una nueva sacudida: después de haber resistido el empuje de las grandes cadenas y su colonización de los principales ejes comerciales, ahora afronta la competencia digital de las plataformas deultra fast fashion, como Shein o Temu, con una oferta de ropa casi infinita ya precios irrisorios."No podemos luchar contra esto, no hace falta empezar una guerra que sabes que vas a perder", dice.
Para ella, la única arma real del comercio de proximidad es la pedagogía: hacer valer la atención personalizada de las tiendas a pie de calle y la calidad de los tejidos con los que se hacen las prendas de sus escaparates. "La gente no piensa en ello, pero cada vez hay más intolerancias. No solo por lo que comemos, sino también por lo que nos ponemos en la piel", alerta Molner, en referencia a las reacciones cutáneas que pueden provocar ciertos poliésteres y acrílicos mal tratados, habituales en la moda de bajo coste. La comerciante es totalmente consciente de que para el público joven el precio es un factor clave. "El dinero no llega para todo. Si te ofrecen cosas muy baratas, es normal que lo aproveches. Estas empresas juegan con esto. Pero es mejor tener menos ropa y de calidad que armarios llenos de nada", reflexiona.
También lo defiende David García, director general del Clúster Catalán de la Moda (Modacc), de la Agrupación Española del Género de Punto y del centro tecnológico textil Fitex, con sede en Igualada. "La mejor sostenibilidad en la moda es el consumo consciente: que una prenda dure más y que tengamos una vinculación emocional", afirma. García defiende una moda "más identitaria" y una industria que sea capaz de tener más efectivos positivos que negativos sobre las personas y el medio ambiente. La fórmula para conseguirlo, dice, está en la regulación europea, que quiere poner en marcha una transformación profunda en el sector a lo largo de las próximas décadas.
El pasado verano entró en vigor el nuevo reglamento de ecodiseño, que pretende realizar los productos más sostenibles a lo largo de todo su ciclo de vida –desde la fabricación hasta el reciclaje–, también en el caso de los textiles. Las empresas tendrán que cumplir ciertos requisitos relacionados con la durabilidad de las piezas o la facilidad para repararlas y se desplegará un pasaporte digital para los productos con datos sobre los materiales. Además, quedará prohibida la destrucción de toda la ropa no vendida, una práctica común entre algunas grandes marcas que ahora tendrán que justificar.
A principios de año, también se llegó a un acuerdo para revisar la directiva europea de gestión de residuos y obligar a la recogida separada de los textiles, como ya ocurre con el vidrio o el papel. Las marcas de moda tendrán que asumir todos los costes de los residuos que generan, un sistema que se conoce como responsabilidad ampliada del productor. En España, esta normativa ya se ha empezado a desplegar y en 2025 todos los ayuntamientos deberían contar con contenedores específicos para la ropa usada.
"La UE es más garantista. Tenemos que producir de otra forma", remarca García. El problema, admite, es que ahora deben competir con plataformas que "no respetan ni los objetivos ambientales ni la propiedad intelectual de las demás marcas". Por eso, el director general de Modacc considera incoherente que se pidan requisitos estrictos a las firmas europeas mientras se permite que otros, como las chinas, no los cumplan.
En la práctica, cualquier empresa de fuera de la UE que quiera vender en el mercado europeo deberá tener una entidad registrada dentro del territorio comunitario que asuma sus obligaciones legales. Sin embargo, el sector está preocupado por cómo se controlará el cumplimiento en el difuso universo de las ventas por internet, especialmente en aquellos casos en los que los productos llegan mediante envíos con paquetes pequeños, lo que dificulta su vigilancia aduanera.
De potencia textil a exprimir la innovación
García recuerda que Catalunya es todavía de los pocos territorios de la UE que conservan todos elementos de la cadena de producción del textil, pero también reconoce otra evidencia: "En el siglo XIX y principios del XX éramos una potencia". El esplendor vinculado a esta industria fue desapareciendo y, aunque el Principado mantiene marcas de moda potentes y de renombre mundial, la mayor parte de su fabricación se ha deslocalizado con el tiempo en países del sur global. En nuestro país todo se ha ido reduciendo al diseño, pero García alerta de la falta sostenida de perfiles técnicos como patronistas, confeccionistas o tejedores.
Los que han resistido en el modelo industrial es porque han encontrado un nicho. Por ejemplo, empresas que se reorientaron para dar servicio a ámbitos como la automoción, la aeronáutica, el deporte o la sanidad, donde también se consumen otros tipos de tejidos. "Nuestros socios no fabrican para cadenas de moda, sino que hacen materiales textiles avanzados", explica Ariadna Detrell, directora de Textils.CAT, el clúster catalán que se ha formado en torno a esta especialización. En su caso, en la producción prima la funcionalidad -como proteger del fuego o permitir un determinado nivel de filtración- y la innovación. "Estas compañías no han tenido tanta competencia y eso hace que puedan seguir. El textil es en muchos sitios que no nos pensaríamos, también en una cementera, protegiendo la vida de las personas", incide Detrell.
De todas formas, el sector de los textiles avanzados ha sobrevivido a base de exportar fuera y más gracias a las ayudas europeas que a las catalanas, lamenta la directora del clúster. "Está poco reconocido en cuanto a visibilidad y apoyo por parte de la administración. Hay líneas de financiación, pero aquí hay mucha burocracia", dice. Como García, también le preocupa la dificultad para encontrar a profesionales para las fábricas. Aunque existen ciclos de FP específicos para el textil, asegura que a menudo acaban siendo las empresas las que deben formar igualmente a los trabajadores. "Son conocimientos concretos que requieren un tiempo de formación muy largo y, al haber rotación, es fácil que poco después los empleados jóvenes acaben marchando", relata Detrell.
A su juicio, es necesario cambiar la percepción su industria y empezar a entender que, además de nombres como Mango o Desigual, Cataluña también cuenta con empresas innovadoras que se dedican a producir tejidos cada vez más tecnológicos. Ante la irrupción del fenómeno Shein, el director de Modacc, David García, vería bien la introducción de nuevas tasas ambientales, en la línea de los recargos que ha aprobado Francia para estas plataformas. Gemma Molner, de la asociación comercial El Tomb, también apuesta por una fiscalidad más ecológica, que penalice a las empresas más contaminantes e incentive a las más sostenibles: "Hay que castigar con impuestos a las que no cuidan de la naturaleza y premiar a las que sí".