Barcelona, punta de lanza de la globalización
Si ahora pudiéramos trasladarnos por unas horas a la Barcelona del año 2000, enseguida notaríamos los cambios profundos que ha sufrido la ciudad en estos últimos 25 años. Quizás a simple vista no serían tan espectaculares como el del cuarto de siglo anterior, 1975-2000, pero sí los pequeños detalles. Si entráramos en el metro, por ejemplo, no veríamos a nadie mirando un móvil pero quizás sí algún diario o revista. Tampoco veríamos a tantos turistas como ahora, aunque ya empezaría a haber (de tres millones al año hemos pasado a 15). Ni tampoco tanta población inmigrante (de 75.000 personas a 600.000).
Cuando saliéramos a la calle quizá nos sorprendería que habría más coches (150.000 más que ahora) y que serían más ruidosos y contaminantes, además de estar aparcados por todas partes Tampoco veríamos tantas zonas verdes ni, por supuesto, carriles bici ni patinetes. En cambio, nos llamarían la atención unos negocios hoy inexistentes como los videoclubes, pero también carnicerías, bacalanerías, pescaderías, corseterías y otros comercios tradicionales hoy en retirada y que están siendo sustituidos por grandes cadenas internacionales de moda, supermercados 24 hy locales para arreglarse las uñas. También estaría el doble de cines de los que hay ahora.
Dejamos al lector el juicio sobre si hace falta añorar aquella Barcelona postolímpica que se abría en el mundo pero todavía mantenía elementos de su fisonomía particular, pero sí es evidente que ni se puede dar marcha atrás en el tiempo ni los fenómenos que hemos descrito son exclusivos de la capital catalana. De alguna forma son producto de la globalización, de la que es cierto que ciudades como Barcelona han sido punta de lanza, ya que pocas han contado con una fuerza de marca tan importante sin tener la extra que otorga ser capital de un estado. Ahora bien, el turismo, que entonces se veía como un gran motor económico, se ve ahora que hay que limitarlo.
Precisamente, los debates políticos actuales son los que buscan poner freno o limitar los efectos indeseados de esta globalización, con el acceso a la vivienda como principal problema derivado del boom turístico. Sin embargo, no se puede obviar que aquella Barcelona en la que Pasqual Maragall agotaba su tiempo como alcalde tampoco era ningún paraíso, y ya empezaban a asomarse los problemas que ahora se han acentuado. La ciudad ha multiplicado su PIB, se ha consolidado también como un polo de investigación biomédica, acoge ferias de impacto internacional como el Mobile World Congress, el 22@ es una realidad consolidada y sus universidades atraen a estudiantes de todo el mundo. Ciudades de su entorno, como Hospitalet o Sant Cugat, también han vivido sus particulares booms.
Pero de vez en cuando hay que detenerse a reflexionar y ver de dónde venimos para decidir justamente hacia dónde queremos ir. Y éste es el objeto principal del dossier de este domingo.