Bienvenido el Pacto Nacional por la Lengua
El uso social del catalán ha retrocedido de forma significativa en los últimos años y ahora mismo sólo es la lengua habitual de un 32,6% de la población, 14 puntos menos que hace veinte años. Esta situación objetiva requiere una respuesta lo más unitaria posible y un replanteamiento de las políticas lingüísticas para adaptarse a la nueva realidad. Esto es lo que se empezó a trabajar en el 2021 con Pere Aragonès de presidente y ha culminado este martes con la firma del Pacto Nacional por la Lengua por parte del Govern –encabezado ahora por Salvador Illa–, partidos y entidades. El presidente Isla ha anunciado que se destinarán 255 millones este año al impulso de la lengua, y se ha fijado el objetivo de sumar otros 600.000 hablantes en el próximo quinquenio. Bienvenido, pues.
Por desgracia, en la fotografía de familia que se ha hecho en el Institut d'Estudis Catalans no estaba todo el mundo. Especialmente sensible es la ausencia del principal partido de la oposición, Junts, y también de la CUP. La no implicación de los junteros contrastaba con la presencia en el acto del expresident Jordi Pujol, un gesto con el que se desmarca de su familia política y reafirma su apuesta histórica por el consenso en determinadas materias, como la lengua –y también la inmigración–. En cambio, cabe remarcar la presencia de entidades como Òmnium Cultural o Plataforma per la Llengua, que sí han entendido la trascendencia del acuerdo.
El argumento que ha dado Junts para no sumarse es que quiere esperar la reacción del Govern a la previsible sentencia del Tribunal Constitucional contraria a la inmersión ya favor de la imposición del 25% mínimo de castellano en la escuela catalana. Pero esto es mezclar nabos y coles. Más allá de la relevancia de que el Pacto defina el catalán como "lengua vehicular normal del sistema educativo", su valor es precisamente demostrar que hay un amplio consenso en la sociedad catalana a favor de la lengua propia, y que, por tanto, se trata de una carpeta que debe sacarse del rifirrafe partidista. Porque sólo así el catalán podrá superar los enormes retos que tiene por delante. La respuesta a la sentencia deberá ser también el máximo de unitaria, o no será efectiva. Y ya sabemos que con la derecha españolista no se puede contar.
Hay que ser conscientes de que uno de los efectos no deseados del Proceso fue que el españolismo aprovechó para vincular al catalán con el independentismo, es decir, con una ideología política concreta. Y por mucho que nos duela, mucha gente, más de la que quisiéramos admitir, cayó en la trampa. Despartidizar la cuestión de la lengua no significa despolitizarla, porque al final todo es política, sino dejar claro que el catalán es algo de todos y no sólo de una parte. Y más que un problema es una solución. El catalán sólo sobrevivirá si es capaz de ganar nuevos hablantes que tendrán otras lenguas y culturas de origen, y para ello deben construirse pasarelas y ofrecer las máximas facilidades.
El Pacto Nacional nace cojo, pero esperamos que sea una tara pasajera y que pronto se pueda decir que el 80% de la sociedad catalana forma parte de una u otra forma. Cualquier otro escenario será siempre una mala noticia.