Lo que engorda muchas veces también mata
Es una comida fácil, generalmente barata, casi siempre gustosa y sin lugar a dudas totalmente adictiva. El problema es que duele, ya que perjudica a la salud humana provocando no sólo obesidad o diabetes sino también cardiopatías, cáncer y depresión. Hay evidencias científicas que demuestran que consumir de forma continuada en algunos casos puede acabar provocando la muerte prematura. Por eso, hace poco, medio centenar de investigadores hicieron un llamamiento a la revista The Lancet reclamando medidas legislativas para poner freno a la comida ultraprocesada, que califican de "amenaza global". Unicef publicó un informe el pasado septiembre en el que calificaba la obesidad infantil en el mundo de "epidemia silenciosa" y avisaba también de que hay que controlar la publicidad y la distribución de los ultraprocesados, que ahora mismo considera una amenaza para la salud de los niños mayor que la desnutrición. Y en Estados Unidos, el fiscal de San Francisco ha anunciado que demandará a las principales compañías de la industria alimentaria porque, asegura, la comida que fabrican es tan perjudicial para la salud de las personas como el tabaco o los opioides.
Ciertamente, es una comida diseñada para ser tan adictiva como las drogas. No es casualidad que detrás de algunas de las grandes marcas haya también compañías tabaqueras, que han aplicado la misma estrategia que utilizaban para el tabaco. Son alimentos que prácticamente no tienen ningún ingrediente de los que podrían encontrarse en una cocina normal y, en cambio, están diseñados para contener la concentración ideal de sal, azúcar y grasas saturadas que provoca placer al consumidor. Cuando consumimos, el cerebro reacciona con una sensación de placer –prefabricada con estos ingredientes–, lo que hace que tengamos la sensación de que queremos cada vez más. Básicamente estamos hablando de los clásicos snacks tipo patatas chips, yogures de gustos, comidas precocinadas, embutidas, sopas instantáneas, bebidas azucaradas, bollería industrial, galletas, zumos, etc.
Hay debate en la denominación de lo que es una comida ultraprocesada, y algunos son más perjudiciales para la salud que otros. Pero aunque haya clasificaciones más o menos aceptadas científicamente, como la NUEVA, lo cierto es que casi todos tenemos claro qué alimentos hablamos cuando nos referimos a los ultraprocesados. Otra cosa es que la industria alimentaria, siempre muy poderosa, utilice la terminología para evitar o ralentizar una regulación que hace tiempo que debería estar más clara y ser más estricto.
De momento, más allá de forzar que los ingredientes consten en el etiquetado y evitar que los haya en los comedores escolares o en las máquinas de hospitales y centros educativos, poco se está haciendo para combatir esta epidemia de la que habla Unicef. Lo que quieren los científicos, y el fiscal de San Francisco, es que las empresas asumen su responsabilidad en la salud pública, por lo que el primer paso es demostrar, como ya está demostrando cada vez más la ciencia, que efectivamente son gravemente perjudiciales para nuestra salud. Tal y como ocurrió con el tabaco, hay que reconocer el daño y después poner las medidas para evitar o disminuir su consumo. Todo el mundo es libre de fumar o de comerse los ultraprocesados que quiera, pero teniendo claro que esto no sólo le engordará, sino que también podría acabar llevándolo a la muerte antes de tiempo.