Gasto militar récord, pero falta ganar autonomía europea
La carrera armamentista sigue a toda marcha y en estos momentos, según el último informe de la OTAN, los 31 países que la integran (Islandia no está incluida en este recuento) ya han cumplido con la demanda, acordada en 2014, de alcanzar el 2% de gasto en defensa respecto a su producto interior bruto (PIB). También España, que, como había anunciado Pedro Sánchez en abril, ya ha alcanzado ahora ese porcentaje que inicialmente estaba previsto para el año 2029. Este gasto extra supone un aumento de poco más de 10.000 millones de euros respecto al presupuesto de 2024 –se ha pasado de 22.693 millones de euros a que sólo se está gastado en 331. compra de armamento sino también en otros ámbitos estratégicos como la inteligencia artificial, la robótica o la biotecnología. Sin embargo, lo cierto es que se trata de un récord histórico de gasto militar que, si se compara sobre todo con el que había hace diez años, muestra cómo el esfuerzo del Estado en este campo ha sido inmenso, ya que se ha pasado de gastar 9.500 millones de euros en el 2014 a los pocos más de 33.000 actuales.
En todo caso, lo cierto es que, como en otras cosas, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se está saliendo adelante. En su anterior mandato había reclamado ya un fuerte aumento del gasto de los países bajo la amenaza de salir de la Alianza. Entonces no lo logró, pero ahora la amenaza ha sido más fuerte y todo el mundo se ha puesto las pilas para llegar a lo previsto aunque, como era de esperar, lo que Trump exige es ya entre un 3,5% y un 5%, un porcentaje que ni su gobierno cumple, aunque sí lo hacen países como Polonia y los países bálticos y esdina un ataque de Putin como el que ha hecho en Ucrania).
Y es que ha sido esta guerra lo que ha cambiado las prioridades en Europa, que ha pasado de ser principal defensor de la paz y centrar los esfuerzos en la crisis climática en concentrarse en marchas forzadas en el rearme. El peligro evidente que supone Putin y su afán expansionista se ha demostrado en Ucrania, y si Europa quiere desempeñar un papel en la salvaguarda de la paz en este país queda claro que necesitará reforzar su aparato de defensa, incluso al margen de la OTAN. Los bombardeos de ayer en Kiiv, con al menos 20 muertos, demuestran que el dictador ruso no tiene especial interés en llegar a ningún acuerdo y su estrategia sigue siendo intentar ganar la guerra en el campo de batalla o, al menos, llegar a un armisticio después de haber ocupado el máximo territorio ucraniano posible.
El problema del rearme actual, en el marco de la OTAN y vigilado por unos Estados Unidos que a veces no se acaba de saber en qué bando están, es que se hace a toda prisa, comprando armamento a empresas mayoritariamente de Estados Unidos y también de Israel, y sin que haya tiempo, de momento, de poner en marcha una industria de defensa propia. Este inmenso aumento del gasto que se ha hecho, y sobre todo el que se pide ahora, que prácticamente lo dobla, sólo tendrá sentido si va acompañado de una inversión industrial propia que asegure la autosuficiencia de Europa y permita que detrás de ese gasto militar, como hasta ahora había ocurrido en todas las guerras, también haya beneficios futuros para la cuenta civil propia y no hay beneficios para la industria civil propia.