La gestión forestal, una urgencia de país

La gestión forestal de los bosques de nuestro país es una asignatura históricamente pendiente pero, cada año que pasa, el hecho de no asumir el reto (con toda su complejidad) se vuelve más y más peligroso. Nos lo recuerdan los dos grandes incendios vividos de momento este verano, en Ponent y en el Baix Ebre, en los que en algunos momentos las llamas fueron tan bestiales que no era suficiente con los medios de los bomberos para extinguirlas. La realidad es que este tipo de incendios, llamados de sexta generación, nos ponen aún más prisa por tomarnos tan en serio la gestión del paisaje como nos tomamos la extinción de cualquier fuego que se declara (como el de este mismo domingo en Mont-ras).

Hoy en el ARA ponemos el foco en el gran pulmón verde del área metropolitana de Barcelona, el Parque de Collserola, y constatamos que hay mucho camino de mejora para reducir los riesgos que un fuego en este lugar supondría para el área más densamente poblada del país. Sólo en un tercio de las hectáreas forestales del parque, que hace 6.000 en total, se realiza una gestión activa, que consiste en limpiar sotobosque o hacer franjas de protección. Es insuficiente. Es cierto que se están ampliando las inversiones, tal y como explica el Consorcio del Parque Natural de la Sierra de Collserola, pero es necesario ser más ambiciosos para conseguir una estrategia que proteja al máximo el parque y toda la población que vive en su entorno.

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Hace unos días, en el ARA, entrevistábamos a Marc Castellnou, jefe del Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales (GRAF) de los Bomberos de la Generalitat, y seguramente uno de los grandes expertos en incendios de Catalunya. Haciendo balance de lo ocurrido en junio, con incendios muy virulentos, Castellnou recordaba que contar con los mejores medios de extinción es necesario pero no suficiente, y que lo que necesitan los bomberos es un paisaje gestionado porque, si no, ni con todos los recursos podrán atacar directamente unas llamas tan monstruosas como las que se ven en estos nuevos incendios.

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La realidad climática de calor más extrema y períodos de evapotranspiración más largos, que hacen que la lluvia también se evapore antes, deja los bosques mucho más expuestos a quemar. Éste es el drama que afronta no sólo Catalunya, sino toda la orilla mediterránea tal y como vemos en incendios en países vecinos como Italia o Grecia.

La decisión de invertir en la gestión del paisaje, así como en la agricultura (clave para tener un mosaico que puede detener las llamas en algunos casos) y en la industria forestal es una decisión de país. Que en muchos casos la propiedad de las parcelas esté esparcida por múltiples propietarios privados, como ocurre con Collserola, es una complejidad añadida, claro, pero no puede ser la excusa para no dialogar, actuar y legislar. Nos va el país, recordaba Castellnou: "Catalunya arde y quemará, y las llamas se llevarán por delante lo que encuentren a su paso si nosotros no lo gestionamos".

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Quizás ha llegado el momento de poner el tema de la gestión forestal al mismo nivel de importancia que la misma extinción de los fuegos una vez ya los tenemos declarados. Apostar sólo por la estrategia de apagarlos, decía el propio Castellnou, es "muy pobre y muy injusto" y, al final, significa cargar el servicio público con una responsabilidad y unos riesgos muy grandes.