El mundo en manos de Putin y Trump
El mundo ha contenido la respiración durante la hora y media en la que Donald Trump y Vladimir Putin han estado hablando este martes para decidir el futuro de Ucrania. Había motivos para la preocupación, ya que Trump ha empezado el día dando luz verde a Benjamin Netanyahu para romper el alto el fuego y volver a bombardear a Gaza de forma salvaje, y ahora está inmerso en su propio país en una cruzada contra los tribunales de justicia. El resultado de esa primera conversación entre ambos ha sido un acuerdo de mínimos que incluye una tregua de 30 días en los ataques a las infraestructuras energéticas y un intercambio de prisioneros. Habrá que ver cómo evolucionan las conversaciones en los próximos días, supuestamente para buscar una tregua total, pero de entrada es una mala noticia que el mundo esté pendiente de las negociaciones entre dos líderes con tics autoritarios como éstos.
De entrada ha quedado en evidencia el wishful thinking de Trump, que confiaba en que solucionaría el conflicto de Ucrania con una llamada a su amigo Putin. Nada más lejos de la realidad. El presidente ruso se mantiene firme en sus condiciones para poder andar realmente hacia un acuerdo de paz, y que son del todo inasumibles para Ucrania. Por ejemplo, a cambio de detener los bombardeos, reclama que Ucrania deje de recibir ayuda militar europea, que la inteligencia estadounidense deje de suministrarle información y que Zelenski detenga el reclutamiento. Son tres condiciones que dejarían a Ucrania completamente indefensa ante el poder militar ruso.
Por tanto, con el acuerdo de mínimos de este martes, Putin logra ganar tiempo y no romper la pelea, pero no hay ningún motivo para pensar que acabará renunciando a sus objetivos territoriales en Ucrania. Entonces será el momento de la verdad para Donald Trump, que tendrá que decidir si presiona a Moscú, por ejemplo con sanciones económicas, o si simplemente decide abandonar Ucrania a su suerte, que es lo que temen los europeos y el propio Zelenski.
Se hace difícil pensar qué tienen Trump o sus asesores en la cabeza, ya que de momento parece que juegue a practicar una especie de geopolítica del caos, donde un día se presenta como candidato al premio Nobel de la Paz y al día siguiente como un señor de la guerra que promete el infierno en la tierra. Lo que es evidente es que Putin es un gato viejo y ya demostró durante el anterior mandato de Trump que es capaz de manipular al inquilino de la Casa Blanca según sus propios intereses.
En todo caso, Europa debería aprovechar el impasse que se abre ahora para coordinar una respuesta diplomática y acelerar también los planes para mejorar su capacidad militar operativa. En este sentido, es una buena noticia la reforma constitucional aprobada en el Bundestag que permitirá a Alemania superar los límites de endeudamiento para invertir en defensa e infraestructuras. El mundo está cambiando muy rápidamente y es necesario moverse con rapidez. De lo contrario, Putin y Trump se repartirán el continente como si no existiera la OTAN ni hubiera habido nunca una terrible Segunda Guerra Mundial.