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¿En qué crees, si no crees en Dios?

El 59,4% de los catalanes se define como espiritual pero no como religioso. Analizamos el significado de esta nueva tendencia

Barcelona"Dios ha muerto", decía Nietzsche en el siglo XIX. Muchos años después la frase parece más cierta que nunca. Mucha gente ha sustituido a Dios por actividades en las que hay un sustrato espiritual pero sin religión. Mientras vemos cómo las iglesias se vacían, asistimos al éxito de las clases de meditación, de yoga o de los retiros de fin de semana. Para muchos jóvenes, la nueva forma de rezar es manifestar, pedir deseos cuando en la pantalla del móvil aparece una hora espejo (22:22, por ejemplo) o ver qué te dice la tarotista que te lee las cartas en un vídeo de TikTok.

Según el Barómetro sobre la religiosidad y la gestión de su diversidad (Generalitat de Catalunya, 2020), un 48,1% de la población mayor de edad se identifica como "persona espiritual" y el 59,4% como espiritual pero no religiosa. Aunque las religiones tradicionales han perdido influencia, la necesidad de encontrar sentido, propósito y conexión sigue más viva que nunca. Cada vez son más las personas que crean su propia espiritualidad mezclando prácticas como el yoga, la astrología, los libros de autoayuda, los viajes espirituales o el mindfulness. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es una evolución natural de la fe o una moda pasajera?

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La espiritualidad 'do it yourself'

"A menudo se utiliza la etiqueta de espiritualidad como marketing porque es una palabra que vende y logra llegar mucho más lejos", dice el filósofo Joan Burdeus. Explica que es importante hacer una distinción entre "inmanencia" -creer que lo divino está dentro de ti y en el mundo- y "trascendencia" -lo divino está fuera del mundo y más allá de la realidad humana. Ir a pilates o leer un libro de crecimiento personal "son inmanentes porque no creen en valores fuera de la vida humana –dice y añade–. Son prácticas de autoayuda materialistas etiquetadas como espirituales, actividades que ayudan a llevar mejor el día a día". Estamos ante una nueva era que conecta con la espiritualidad sin dogmas ni jerarquías, y parece encarnar la necesidad contemporánea de encontrar algo que nos dé un sentido y un camino personal, pero nos libere de las estructuras religiosas tradicionales. "La idea del individuo libre es una falacia –dice el antropólogo y profesor de la UB, Roger Canals–, somos animales sociales. Gente que va a yoga, a la naturaleza a abrazar árboles… Es una nueva forma de comunidad".

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Maria Gallego es una tarotista que recibe consultas en su casa, mayoritariamente sobre el amor y el trabajo. "La gente ya no busca una autoridad externa. En cambio, quieren descubrir su propio camino, basado en sus propias creencias y valores –explica–. Yo siempre digo a la gente que viene que las cartas aconsejan, pero que está en uno mismo el poder de decisión". La espiritualidad do it yourself (DIY), en la que cada uno elige sus propias creencias en la carta, "es un síntoma de la disolución de la tribu, el pueblo… y esto ha traído el auge de la individualidad que caracteriza a la modernidad", dice Burdeos. El antropólogo Roger Canals añade que "hoy en día, la espiritualidad es cada vez más una cuestión electiva: no se transmite automáticamente por la familia, la tradición o la institución, sino que es el individuo quien elige qué creer y cómo vivirlo, como quien elige qué va a hacer durante el verano".

Esta búsqueda de sentido también se encuentra a menudo en prácticas como el yoga, el pilates o la barra, una disciplina que mezcla movimientos de pilates y ballet. “El cuerpo es el templo moderno –dice Lucía Olveira, bailarina y profesora en el centro Concept Barre–. que cumple la función de ser una meditación en movimiento porque nos hace estar presentes en el aquí y ahora, consiguiendo un estado muy similar al de una práctica meditativa".

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El mercado del alma

Esta búsqueda de guía no está exenta de controversia. A pesar del genuino deseo de encontrar significado, no podemos ignorar que la popularización de esta nueva espiritualidad se ha mercantilizado. Como en otras muchas áreas, el capitalismo ha conseguido hacer negocio en el mercado del alma y le ha puesto un precio, pero eso no significa necesariamente que sea una moda superficial. "Creo que las chicas que vienen a clase están en una búsqueda genuina de bienestar, pero también hay una parte de tendencia. Sin embargo, bienvenida sea porque es una tendencia saludable –dice Lucía Olveira–. Quizás han venido la primera vez por moda, curiosidad o porque una influencer lo publicó, pero si siguen viniendo es porque les funciona, se sienten bien y ven resultados. No creo que cumplas todos los días con una rutina y un entrenamiento sólo por moda".

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Las redes sociales han ayudado a democratizar estas prácticas y el algoritmo se ha convertido en el nuevo sacerdote. "A lo largo de la historia, la autoridad ha pasado de los dioses a los humanos y, ahora, a la inteligencia artificial y los algoritmos", afirma Joan Burdeus. A lo largo de la historia, los humanos han buscado sentido y guía en autoridades externas: primero en los dioses, después en la razón y la ciencia, y ahora en la tecnología. La nueva espiritualidad sin religión refleja ese desplazamiento. Ya no hay dioses tradicionales ni dogmas religiosos rígidos, pero sí una necesidad de significado que se canaliza a través de aplicaciones de coaching, tarot online o vídeos virales como el de las monjas de Sahagún que, grabándose ellas mismas, invitaban a mujeres con vocación a pasar unos días en el Monasterio de Santa Cruz. –explica la tarotista–, sea con escombros, con restos de café, dientes de animales, mirando las estrellas… Hay gente que le da vergüenza ir a algún sitio a consultar el tarot y con las redes sociales le es más fácil porque son accesibles, aunque hay que tener en cuenta que con esta democratización, aparentemente gratuita, también están haciendo negocio".

El nuevo oráculo

Plataformas como TikTok, YouTube o Instagram no sólo nos muestran contenido, sino que nos dicen qué es relevante, qué nos conviene ver e incluso qué creer. Si antes acudíamos al oráculo para obtener respuestas, ahora preguntemos al algoritmo, que nos sirve su propia versión de la realidad basada en datos, patrones y tendencias. "Considero que esta espiritualidad sin religión es la respuesta a la crisis de la fe del progreso material", dice Joan Burdeus. "Teníamos una fe en el futuro y en la idea de que el mañana sería mejor, que habría más igualdad… Dependía de la ciencia y la política y ahora estamos ante una crisis de la ideología progresista. Como respuesta a esta crisis de no creer en ese futuro que nos imaginamos, hemos vuelto al inmaterialismo". No es nada nuevo, explica que a lo largo de la historia ya había pasado y pone el ejemplo de la peste negra. "Ante una crisis material emergen cultos inmateriales. Más que una moda es una inflexión del tiempo. Si los problemas de fondo se solucionan y el progreso vuelve a ser creíble, decaerá la espiritualidad –afirma–. El consumo y el trabajo asalariado volverán a ofrecer sentido a la vida". Son tiempos de bitcoins, algoritmos, fast food y stories de Instagram. Y, paradójicamente, también son tiempos de yoga, meditación, rituales de luna llena y olor a incienso y palo santo.