Patrimoni

Diez plazas con encanto donde disfrutar de la historia de Cataluña

Plazas porticadas, góticas o con esencia marinera. Éstos son algunos de los centros neurálgicos de visita obligada a nuestra casa

Cristina Torra
y Cristina Torra

BarcelonaLa señora que barre la acera delante de su casa, el camarero que sirve un café a un chico con prisa, el transportista que arrastra un carrito lleno de paquetes o la madre que lleva a los niños corriendo hacia la escuela. Las plazas son sitios llenos de escenas cotidianas que, durante años, han sido testigo de la historia de los municipios y del país. Edificios con distintos estilos arquitectónicos, reformas con los elementos de moda de cada época y edificios singulares que hacen que tengan un encanto especial. Las plazas tienen tantas vidas que resulta difícil entender un municipio sin ellas. Sin embargo, todas tienen su historia particular y su personalidad única.

Si todavía le quedan vacaciones o puede hacer una escapada de fin de semana, le proponemos una selección de diez centros neurálgicos del país donde disfrutar de la historia y la cultura popular de nuestra casa.

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1.
Plaza Mayor de Prades

Una de las más antiguas del país

Presume ser una de las plazas más antiguas del país, con más de 700 años de historia. Se caracteriza por las bóvedas, la piedra roja y una fuente de estilo renacentista. Singular y elegante, la fuente es un signo de identidad de la villa roja y tiene forma de globo terráqueo con cuatro manantiales que indican los puntos cardinales. Cuando visites la plaza, elige un bar y siéntate bajo las vueltas a tomar un café mientras admiras, tranquilamente y con la iglesia de telón de fondo, como pasa la vida en este pueblo.

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2.
Plaza Porticada de Santa Pau

La autenticidad de lo simple

“No es una arquitectura proveniente de las pretensiones del ser humano: es una arquitectura para bueyes y vacas. Es un conjunto del gótico comarcal, vacuno, de una admirable simplicidad”. Así se refería Josep Pla a la plaza porticada de Santa Pau, y por eso también se la conoce como el Firal dels Bous. Con una forma de triángulo deformado con diferentes tipologías de pórticos (apuntados, redondos, altos, bajos) es ejemplo de la arquitectura simple, rústica, popular y alejada de grandes pretensiones. Precisamente, esa simplicidad es lo que la hace auténtica y hermosa.

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3.
Plaza Porchada de Granollers

Leyendas y tradiciones

Construida en el siglo XVI como palco de grano, se ha convertido en el emblema de Granollers. Quince columnas que sostienen un tejado de cuatro vertientes con las aristas cubiertas de tejas esmaltadas verdes constituyen el centro neurálgico de la capital vallesana. Hay que recorrerla hasta encontrar en una esquina la piedra del encanto. Una roca de forma cilíndrica que seguramente se utilizaba para los encantos públicos, o subastas, de productos agrarios y ganaderos. Es un elemento muy emblemático para los granollerines y cargado de tradiciones y leyendas. La más conocida es la que explica que la piedra llegó a la plaza después de que la arrastrara una riada y que se quedará hasta que otra riada se la vuelva a llevar. Lleva más de cuatro siglos, ¿se marchará nunca?

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4.
Plaza Mayor de Guimerà

Encanto medieval

Esta plaza tiene un secreto que no se ve a simple vista. Debajo del suelo esconde un gran pozo de hielo que se utilizaba para guardar piezas compactas de hielo que servían para conservar los alimentos en las casas de la gente. Un congelador comunitario, que seguramente controlaba al señor feudal. ¿Y qué encontrarás sobre el suelo? Pues una plaza, pequeña, cerrada y conserva todo el encanto medieval. No te pierdas los Aubalços, los arcos ubicados en el desnivel de la montaña en el norte de la plaza, ni los Ascorones, los porches situados en otro lado, donde se hacía el mercado. Y fíjate también en la casa consistorial del pueblo o “la corte del alcalde”, un edificio que vuelve a tener vida como museo del patrimonio arqueológico del pueblo. ¡Simplemente, precioso!

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5.
Plaza del Pozo de Altafulla

Homenaje a los castellers

Dentro de la villa cerrada de Altafulla, hay muchos rincones con encanto. La plaza del Pou, que, como indica su nombre, tiene un pozo justo al lado de una antigua portalada de la muralla, es uno de ellos. De forma irregular y con vueltas, sigue la sincronía cromática de toda la villa cerrada declarada conjunto histórico-artístico por la Generalitat. Compuesta por el ayuntamiento y diferentes casas señoriales, también cuenta con el monumento a los castells, obra del artista local Martí Royo. Representa un pilar de ocho con forro y esposas en tamaño real, conmemorativo de lo que en 1878 la Colla Vella dels Xiquets de Valls consiguió en esta misma plaza.

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6.
Plaza de la Iglesia de Horta de Sant Joan

Un conjunto arquitectónico único

Pequeña, cerrada y porticada, es un espacio de excepcional belleza con edificios renacentistas espectaculares y de los más importantes del municipio. Por un lado, acoge la iglesia parroquial de San Juan Bautista, de estilo gótico. Al lado, el ayuntamiento construido sobre los porches de un edificio renacentista del siglo XVI, y las casas de La Habana, casa Pipo, casa Colau y casa Pasqualet, todas alturas entre los siglos XIV y XVI y restauradas para su conservación. Un conjunto arquitectónico único que deja con la boca abierta.

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7.
Plaza Mayor de Vic

Para hacer mercado

Es una de las pocas plazas que todavía conservan un suelo de arena en Cataluña. Con orígenes en el siglo XX, se empezó a edificar cuando se inició la construcción de edificios en torno a su famoso mercado. Ahora es una mezcla de estilos de distintas épocas, ideal para hacerse una idea de las transformaciones que han sufrido sus edificios a lo largo de los siglos. No deje de pasear bajo sus porches, todavía presentes a los cuatro lados de la plaza. Encontrará tiendas de todo tipo donde chafardear y comprar, desde productos de la tierra hasta las últimas tendencias en moda. Si vas un martes o un sábado encontrarás el mercado, herencia de ese mercado del siglo XX que originó la plaza.

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8.
Plaza de San Pedro de Berga

Escenario de La Patum

Si has estado en la Patum de Berga, deberías conocerla. Es la plaza que por Corpus se llena a rebosar hasta que no cabe ni una aguja. Es pequeña, pero se han llegado a congregar a 7.000 personas durante los famosos saltos de la Patum. Con orígenes medievales, debe su nombre a la antigua iglesia románica de Sant Pere de Caors. Ahora, de los edificios que lo rodean destacan el ayuntamiento y la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Berga, levantada cuando desapareció la de Sant Pere. También se conoce como la plaza Cremada y no precisamente por los petardos y los fuegos de la Patum. El motivo es que en el siglo XVII los hugonotes franceses asaltaron el castillo y la villa y los quemaron.

9.
Plaza del Mercado de Salàs de Pallars

Un viaje al siglo XV

Entrar en esta plaza por el Portal del Vall es como trasladarte al siglo XV. El núcleo de Salàs de Pallars conserva la tipología medieval y, en la plaza, todavía se pueden ver algunos porches y restos de una torre cuadrada, con aspilleras, que podría formar parte del antiguo castillo. Hasta los años 60 era el centro neurálgico, económico y social de la población y donde había nueve establecimientos comerciales: una barbería, un guarnicionero, una tienda de ropa que sólo abría el domingo, un horno de pan que también era tienda de comestibles, dos carnicerías, dos bares, un estanco y un zapatero que venía de Tremp todos los domingos. Algunos de estos establecimientos han revivido gracias al proyecto del Centro de Interpretación del Antiguo Comercio, que ha recreado algunos de estos espacios a partir de materiales y productos recuperados.

10.
Plaza de Puerto Bo de Calella de Palafrugell

Esencia marinera

Es el centro de todo un barrio declarado Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN). Con la playa junto, antiguamente acogió el puerto natural de Palafrugell y fue un centro de actividad comercial y pesquera de productos locales. Todavía hoy se pueden ver las barcas varadas en la playa, lo que la hace una encantadora plaza con esencia marinera. Al lado, se encuentran las tradicionales bóvedas de Port Bo, un conjunto de arcos de color blanco justo frente al mar, que tiempo atrás eran utilizadas para subastar el pescado, coser las redes o simplemente como lugar de descanso de los pescadores y donde hacían charlar la charla. Hoy, sigue siendo un lugar de encuentro, pero las redes y pescadores se han sustituido por los platos y las mesas de los restaurantes y por los turistas que catan el pescado de la zona.