Cuerpo y Mente

Cómo ganar un debate (aunque no tengas razón)

Analizamos cómo seducir al público y defender los argumentos propios con el nuevo libro del periodista Mehdi Hasan

BarcelonaEn El Arte de tener siempre razón, Arthur Schopenhauer ya nos decía que el arte de saber discutir es como la guerra: lo único que cuenta es la victoria final. Es decir, que, por muy falsos o erróneos que sean nuestros argumentos, con el lenguaje conseguimos salirnos con la nuestra y ganar cualquier discusión o debate. Está claro que aprender a hacerlo es toda una virtud que hay que poner en práctica, y no todo el mundo sabe hacerlo. ¿Cuántas veces nos hemos quedado en blanco a la hora de responder a un argumento o acabamos perdiendo los papeles en una discusión?

Saber argumentar y persuadir a la persona con la que tenemos disparidad de ideas es un arte que se puede trabajar. Al menos esto aseguraba Schopenhauer y, varios años más tarde, Mehdi Hasan, un periodista y locutor británico recién publicado Gana todos los debates. El arte de argumentar, persuadir y hablar en público (Deusto, 2024). En el libro, Hasan comparte los trucos, técnicas y estrategias que aprendió gracias a su experiencia como miembro del club de debate de Oxford Union, así como durante su trabajo como entrevistador y tertuliano.

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Para empezar, Hasan aconseja que, cuando se trata de un debate, ante todo hay que ganarse al público, sea el de un auditorio o la misma familia en un almuerzo del domingo. ¿Cómo se hace esto? “Tienes que saber a quién te diriges. De esta forma puedes adaptar tu lenguaje y modelar tus argumentos en función de su perfil”, explica el periodista. Alerta, esto no quiere decir que haya que cambiar la argumentación ni decir lo que los demás quieren oír. Simplemente se trata de adaptar los argumentos para que la gente "se sienta cómoda y se les haga suyos".

Según un estudio de Microsoft, el ser humano comienza a perder su capacidad de concentración después de ocho segundos. "Tienes muy poco tiempo para atrapar la atención del público antes de que desconecte de lo que cuentas", asegura Hasan. Por tanto, recomienda evitar empezar con tópicos como agradecer la invitación a los responsables. A cambio, puede empezarse con una frase inicial potente. “Decir algo inesperado, provocador, incluso contradictorio”, continúa el periodista, que también recomienda empezar haciendo una pregunta al público o contar una anécdota personal.

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El contacto visual con el público en todo momento es muy importante. No dejan de ser el jurado de la discusión y es "el equivalente no verbal de decir el nombre de alguien en voz alta", matiza Hasan. Esto crea una familiaridad que contribuye a conectar con el público, sobre todo si les cuentas historias o anécdotas personales antes de realizar una argumentación. “Los enseñas que tú eres como ellos. Al final quieres que la gente se vea reflejada en ti, no en tus argumentos”, explica. Exponer los hechos, sin más, no es suficiente a la hora de persuadir. “Tienes que conseguir que a la gente le importe lo que estás diciendo. Necesitarás datos, cifras y argumentos, pero también es importante llegar al corazón”, continúa.

La Regla del Tres

En el libro, el periodista enumera diferentes técnicas a la hora de ganar un debate, pero una de las más fascinantes es la que se llama Regla del Tres. “Un antiguo proverbio en latín dice: «Omne trium perfectum», toda tríada es perfecta. Desde los tiempos de Aristóteles, los buenos oradores, y sobre todo quienes participan en debates, han jurado este principio”, explica Hasan. Esta regla dice que las ideas o argumentos que se presentan en tres palabras, o en tres partes, "son más comprensibles y fáciles de recordar para el público", matiza.

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Y sigue: “Jobs veía la magia del número tres. Mientras se dirigía a los alumnos de la Universidad de Stanford en lo que se ha convertido en el discurso de graduación más visto de la historia, el cofundador y CEO de Apple empezó su presentación diciendo al público que quería contar tres historias de la su vida. «Eso es. Nada más. Solo tres historias»”.

Todo buen discurso merece un buen fin. Es lo que los expertos llaman la "peroración". "Muchos de los grandes discursos de la historia se recuerdan sobre todo por sus peroraciones, las frases finales que hoy seguimos citando", explica Hasan. En su libro, el periodista recomendó encontrar un equilibrio entre reafirmar el argumento principal y atrapar la atención y las emociones de quienes te escuchan.

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"La conclusión es el espacio en el que reafirmas, reiteras y repites", dice el periodista, que remarca cómo la repetición no es mala. "Muchos expertos en marketing, comunicación o psicología aseguran que un mensaje es mucho más efectivo cuando más se repite", afirma. En todo caso, el orador debe tener como objetivo final que el público recuerde lo dicho y que vuelva a casa con un buen estado de ánimo.