Cuerpo y mente

Hablar de Dios es abrir interrogantes

Amador Vega y Dolors Bramon abren el ciclo 'Diálogos de Pedralbes'

BarcelonaSi lo que queremos saber se esconde o se aleja, o de tan evidente lo ignoramos, o de tan oculto nos alimenta el ansia de verlo, ¿cómo lo hacemos? Y si, además, a “lo” le llamamos Dios, ¿cómo nos relacionamos con él? ¿Qué forma toma, qué moldes mentales resquebraja, por mucho que intentemos entacharle? La siempre inspiradora Clarice Lispector escribió: “Dios nunca debe ser pensado, si no Él huye o yo huyo”. De estas fugas surge un pensamiento sin garantías ni recetas, un pensamiento que sugiere, que dialoga.

El jueves el monasterio de Pedralbes de Barcelona volvió a acoger el ciclo Diálogos de Pedralbes, este año comisariado por la profesora Mar Rosàs y Tosas. Bajo el título genérico Set de infinito, y con la colaboración del ARA, hasta el 21 de noviembre están previstos varios diálogos en torno al hecho espiritual. En la sesión inaugural, el pensador y catedrático de estética Amador Vega y la arabista e islamóloga Dolors Bramon intervinieron a partir de la pregunta “¿Qué podemos saber de Dios, si es que existe?”, un interrogante que nunca abandonó el diálogo (quizás los interrogantes son la única forma de acercarnos a la temática sin que Dios ni nosotros huimos).

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Bramon, en el siempre difícil ejercicio ventrílocuo de hablar del islam, inició la sesión remitiéndose a los llamados “noventa y nueve nombres más hermosos de Dios” de la tradición musulmana, “donde el valor del nombre, en todo el mundo semítico, es fundamental”. Para argumentarlo citó el Corán: “Dios, a Él pertenecen los nombres más sublimes. Invoquedlo por ellos”. Es a través de esta pluralidad nominal que el islam propone un Dios que abraza a los opuestos (oculto y evidente, por ejemplo) sin miedo a la contradicción: un Dios indescriptible e inalcanzable, tan lejano que está más cerca que nuestra yugular , como señala esta tradición.

Más allá del propio pensamiento

Para Vega es precisamente esa limitación del lenguaje (“siempre insuficiente”) y su relación con la palabra las que forman el marco para decir algo sobre Dios. En este decir, surgen las formas estéticas del arte y la poesía, también el pensamiento filosófico y teológico, alimentados por el deseo inalcanzable de saber y sin olvidar la máxima de san Agustín: “Si crees pensar lo que es Dios, entonces no es Dios”.

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"Es una lucha del lenguaje con el lenguaje", explicó Vega, para quien Dios es "el límite de toda libertad": "No para limitar mi libertad, sino para evitar que el ser humano se divinice a sí mismo" . “Las religiones –añadió– son necesarias, pero el espíritu libre debe estar ahí siempre. El concepto de Dios es fruto del deseo humano por ir más allá del propio pensamiento, e incluso pensadores ateos pueden compartir esta idea”. De hecho, según Vega, el ateísmo y el misticismo a menudo comparten premisas: la de no construir un Dios a medida, un Dios del que sabemos tanto que lo acabamos utilizando según nos convenga, el Dios que avala genocidios e instituciones represivas, el Dios amigo de déspotas o de la buena gente, da igual. “Un Dios que sólo salva a los buenos no me interesa”, aseveró Vega, que propuso “romper con la idea de un Dios perfecto”, que, en realidad, es el resultado de lo que uno quiere: “No te encontrarás hasta que no te desprendas de eso. Un ejercicio prácticamente imposible, pero precisamente marca un límite, que es el ámbito de la trascendencia, donde el gran esfuerzo de salir de uno mismo implica ir a encontrar al otro”.

En ese espíritu de trascender las propias nociones y convicciones, Dolores Bramon evocó a los místicos musulmanes, entre ellos Halâg, que suplicaba: “Vacíame de mí y vacíame de ti para encontrarte”.

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Expresar lo inexpresable

Una idea preconcebida que quiso romper Bramon es la de un islam sumiso sin libre albedrío: “islam significa sumisión, sí, pero es una entrega querida y voluntaria”. La profesora también recordó la importancia primordial del concepto islámico del tauhido, que significa la unicidad de Dios, tan cerca de la idea de lo absoluto de algunas religiones no teístas, un principio cósmico donde todo está relacionado con todo. De ahí también surge uno de esos noventa y nueve nombres de Dios según la tradición musulmana: Ar-Rahman, el cual, además de “misericordia”, tiene la misma raíz que “útero” y “matriz”, una imagen, según Bramon, que nos acerca a la dimensión femenina de Dios y que es utilizada en algunos discursos musulmanes para sumar- se a la tendencia actual "de no considerar a Dios masculino".

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Amador Vega recordó que hay que separar a Dios de las religiones, pero que éstas tienen un papel importante a la hora de “soportar la existencia” y ayudan a no creer en ídolos en un mundo como el actual, que está secularizado sin, por eso, haber perdido muchas de las nociones que provienen del hecho religioso. También, para él, el arte, como la filosofía, son vehículos que no deberían ser enemigos de la religión, porque “la dimensión de trascendencia, de ir más allá de uno mismo, no renuncia a expresar lo inexpresable ”, dijo, mientras recordaba el testimonio de Simone Weil, que nos ha legado un precioso diálogo interior siempre constante, siempre por hacer, del que esta sesión en el monasterio de Pedralbes fue heredera.