"A menudo nos olvidamos de pensar por nosotros mismos"
Hablamos con el filósofo danés Svend Brinkmann, autor del libro 'Pensar', que reivindica la contemplación como un acto de resistencia y libertad
BarcelonaEn un mundo dominado por la inmediatez y la superficialidad en la que la desinformación es el pan de cada día y las redes sociales nos empujan a estar conectados a todas horas, pensar se convierte casi en un acto reivindicativo. Encontrar un espacio de crítica y reflexión es más necesario que nunca, o al menos esto asegura el filósofo danés Svend Brinkmann, autor del libro Think (Pensar, Koan, 2025), que llega un año después de su éxito The joy of missing out (La alegría de perderse cosas, Koan, 2024) en el que reflexionaba sobre el FOMO y el miedo a perderse siempre planos supuestamente mejores que los tuyos.
En este nuevo libro, el filósofo nos invita a redescubrir el valor de la reflexión crítica en un mundo obsesionado por la productividad y el bienestar instantáneo. ya tienen un valor intrínseco para los seres humanos", sigue.
Para el filósofo, pensar tiene muchas formas, que van desde pensar como solución a los problemas, pensar como un acto instrumental, o simplemente pensar como único objetivo. "En la sociedad moderna somos bastante buenos pensando para solucionar problemas, pero nos hemos olvidado del valor de pensar por el simple hecho de pensar", prosigue. Ante esto, se fija en los filósofos griegos, que celebraban una vida contemplativa en la que el pensamiento tenía un papel primordial.
El pensamiento, recuerda Brinkmann, posee virtudes fundamentales que a menudo olvidamos en el ritmo acelerado de la vida contemporánea. Pensar nos enseña a ser más rigurosos, más críticos y, sobre todo, a revisar sus propias creencias con humildad y honestidad. "Unas cualidades especialmente necesarias en una era marcada por la velocidad y por la irrupción de la inteligencia artificial", advierte. En un contexto en el que la información abunda pero el criterio escasea, estas capacidades son más valiosas que nunca.
Pensar bien, en definitiva, no es un lujo del pasado, sino una herramienta imprescindible para hacer frente a los retos del presente y del futuro. También es, más allá del ejercicio intelectual, una manera de vivir con mayor presencia y profundidad. Para llegar, Brinkmann nos propone cultivar tres actitudes fundamentales: la reflexión crítica, que nos permite cuestionar lo que a menudo damos por sentado; la ensoñación, que abre la puerta a la creatividad y la imaginación; y la atención plena, que nos conecta con el ahora y el aquí desde una conciencia más arraigada. Pensar bien, pues, no es un fin en sí mismo, sino una práctica que transforma la forma en que habitamos el mundo.
Volver a la escuela
Ahora bien, para recuperar ese espacio reflexivo, "tenemos que encontrar oasis donde poder huir de las exigencias de la velocidad y el instrumentalismo al que nos vemos abocados", afirma Históricamente, estos oasis han sido, precisamente, las escuelas. escuela proviene del griego antiguo y significa tiempo libre –recuerda a Brinkmann–. Un tiempo que permitía dedicarse a cuestiones importantes sin que esto estuviera ligado a la utilidad inmediata", remarca. En este sentido, el autor reivindica la necesidad de concebir de nuevo la educación como un espacio para el pensamiento y no sólo como una herramienta para la inserción laboral.
En una sociedad obsesionada por la acción constante y la inmediatez, hay que recordar que la felicidad, según Brinkmann, no reside únicamente en hacer, sino también en pensar. injusticia, el amor y el odio, entre otros. Sin esa conexión profunda, nuestra felicidad se vuelve superficial y efímera.
Por último, para Brinkmann, la reflexión no es ningún lujo, sino una necesidad humana fundamental: "La vida reflexiva es aquella en la que pensar de forma inmersiva resulta placentera, pero que también da lugar a acciones que contribuyen a la felicidad ya la alegría de los demás". En un mundo que tiende a valorar sólo la rapidez, la eficiencia y la utilidad inmediata, ésta es una propuesta tan valiente como imprescindible. Quizás ha llegado el momento de recuperar el valor de pensar con calma. Al fin y al cabo, tal y como defiende el autor, pensar bien es, en última instancia, vivir bien.