Tan importante como conocer nuestro pasado y presente vinculado al campo y al entorno rural es conocer también lo que está ligado al mar. En Palamós podemos visitar el Museo de la Pesca, que cuenta con una exposición permanente, un audiovisual y cinco espacios sobre el pasado, presente y futuro de la pesca marítima en la Costa Brava. El espacio museístico muestra la relación básica entre el ser humano y el mar de una forma participativa e interpretativa para que el visitante pueda entender cuestiones elementales como qué se pesca, dónde y desde dónde se pesca, quién es quien en el mundo de la pesca y cómo se pesca. Por su parte, el Museo del Mar del Ebro, en la Ràpita, incluye una exposición permanente que muestra cómo la costa que se extiende alrededor del delta formado por el río Ebro ha sido desde siempre una de las áreas importantes para navegar y pescar en el Mediterráneo occidental. Tarragona, Vilanova y la Geltrú, Cambrils, Masnou y Lloret de Mar también disponen de espacios museísticos para poner en valor la vida en el mar y su herencia marinera.
Ocho propuestas para descubrir la vida rural de Cataluña
En un momento de fuerte desconexión entre el mundo agrícola y la ciudad, es más interesante que nunca visitar algunos museos que ponen en valor el pasado agrícola y ganadero del país
BarcelonaLas reivindicaciones del campesinado de las últimas semanas, que alerta del peligro de que el trabajo vinculado al campo desaparezca por las muchas trabas que se encuentran por el camino, ha puesto en el punto de mira la necesidad de dibujar un nuevo modelo productivo, más sostenible, que permita garantizar la supervivencia de la gente que trabaja y, al mismo tiempo, de todos los que dependemos del fruto de su esfuerzo diario. Ahora bien, dibujar este nuevo modelo no es fácil, especialmente por la fuerte desconexión que se registra hoy entre los entornos rurales y urbanos, que hacen difícil establecer un diálogo necesario que ayude a reconducir la situación. Un diálogo que debe fijarse a escala local, pero que podemos extrapolar a escala global si nos planteamos qué mundo queremos dejar a las generaciones futuras.
Esta desconexión del mundo rural la explican cifras como las que apuntan a que, en 2020, el 90% de la población se concentraba en tan sólo el 30% del territorio español. Más allá de las consecuencias demográficas, la fractura entre los ámbitos urbano y rural tiene importantes consecuencias en términos sociales, económicos y medioambientales. Mientras en el mundo rural las poblaciones cada vez se ven más afectadas por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la disminución del valor económico de la agricultura y la emigración, en las ciudades deben lidiar con otros fenómenos preocupantes como la masificación, la gentrificación y la contaminación, por citar sólo tres.
En este contexto, desde hace unas semanas el barrio de Poblenou de Barcelona, uno de los referentes de la industrialización del siglo XIX, dispone de una nueva ventana al mundo rural. En la planta baja de la nueva sede de la Fundación Carulla se encuentra una sala de exposiciones vinculada al Museo Tierra de la Espluga de Francolí, el centro cultural de referencia para la memoria, la reflexión y la transformación sostenible desde el mundo rural .
Este nuevo espacio está pensado principalmente para acercar la vida rural a los estudiantes de escuelas e institutos de Barcelona, pero en estos primeros meses mantiene puertas abiertas a todo el que quiera ir. Como explica Marta Esteve, directora de la Fundación Carulla, tras el proceso de reflexión que han estado llevando a cabo en los últimos años, entienden que es necesario iniciar "una etapa de reconversión, que parte del propio museo de l'Espluga, que debe pasar de ser un espacio que sólo custodia y enseña patrimonio para hablar del pasado a ser uno que lo ponga a disposición para hablar del futuro, y es que tenemos claro que la cultura debe ser un motor de transformación social, por su capacidad generar redes y situar a la persona en el centro como creadora".
En este sentido, Gemma Carbó, directora del Museo Tierra, apunta que "el reto ha sido adaptar un museo que hablaba de un mundo rural que había desaparecido para hacer un nuevo proyecto que responda a la filosofía de que la cultura debe estar al servicio de la ciudadanía". Esto, dice Carbó, "nos llevó a la idea de hablar de sostenibilidad, pero analizando cómo la mirada de este mundo rural puede influir". Por ejemplo, recuperando conceptos como la economía circular, las energías limpias y poniendo en valor toda la sabiduría vinculada al contacto con la naturaleza. Unos debates que desde la Fundació Carulla consideran muy importantes, y más en un entorno urbano.
En esta línea, Marta Esteve destaca la aportación que puede hacer la nueva sala del Museo Tierra situada en Barcelona: "Debemos crear un diálogo entre el mundo urbano y rural para hablar de sostenibilidad -dice-, porque es evidente que varía dependiendo desde de dónde lo hacemos. Debemos ver cuál es el equilibrio que nos llevará a ser más sostenibles, no sólo por el clima, sino también por cómo vivimos en comunidad; saber qué significa ser sostenible desde el punto de vista cultural". En este sentido, apuesta por aprender y recuperar todo lo del mundo rural que nos puede ayudar, pero también algunas cosas que ya se hacían antes en las mismas ciudades. Como afirma Gemma Carbó, "es importante establecer nuevos diálogos entre el mundo urbano y el rural, especialmente en un momento en el que estamos muy desconectados de la tierra".
La directora del Museu Terra asegura que el museo y esta nueva extensión en la ciudad de Barcelona deben ser "un espacio de reflexión" sobre todo aquello del pasado que podemos aprender y sobre qué encaje tiene hoy. "Es evidente –dice– que no podemos volver a esa vida tan dura vinculada al campo, pero tampoco hay que vivir solo de plásticos y pantallas. Debemos ver cómo salvamos las cosas que nos importan". Como concluye Marta Esteve, "debemos crear pequeños círculos de cambio para sentirnos protagonistas. Entender que, con pequeños gestos, podemos generar el cambio que necesitamos".
Si se quiere añadir a esta reflexión necesaria, le proponemos otros espacios que le permitirán hacer valer herencias pasadas del mundo rural que, tal vez, no están tan desfasadas como algunos pueden pensar.
Ecomuseo de los Valles de Àneu
Esterri d'Àneu (Pallars Sobirà)
Un espacio muy interesante para conocer cómo era una casa típica pallaresa, porque mantiene la estructura original y muestra la vida familiar y del espacio doméstico en estos valles pirenaicos durante la primera mitad del siglo XX. A partir de las unidades de exposición que se ofrecen, el visitante puede ver las actividades que se realizaban en el interior de una casa, las relaciones que se establecían entre los miembros que la habitaban, como se repartían las tareas y responsabilidades domésticas y cómo se concretan los principales factores de cambio desde entonces hasta ahora.
Museo del Bosque y la Pagesia
Vallgorguina (Vallès Oriental)
El museo está situado en una antigua casa remodelada, Can Mainou, y pone énfasis en la memoria colectiva del municipio, mostrando su pasado rural a partir de las herramientas utilizadas en los trabajos en bosque y payés y el testimonio de los propios protagonistas en través de fotos y audiovisuales. La colección del museo se reparte en dos plantas que dan valor al mundo del bosque, la naturaleza y el campesinado. La planta baja está dedicada al campesinado: la vida y los valores a labrador, las herramientas utilizadas y los avances técnicos, los cereales y el viñedo. El patio exterior del museo se especializa en los animales de disparo: usos, materiales y partes del carro.
Espacio Ermengol
La Seu d'Urgell (Alt Urgell)
El Espai Ermengol, museo de la Seu d'Urgell, ofrece un recorrido por descubrir y conocer la historia, el paisaje, el arte y la gastronomía de la Seu y del Alt Urgell. Cuenta con diversas exposiciones permanentes, como una exposición monográfica sobre la elaboración del queso y sobre los quesos urgelenses, que explica el proceso de producción de los productos lácteos del territorio a través de piezas originales y fotografías.
Museo de Herramientas de Labrador
San Clemente de Llobregat (Baix Llobregat)
Otra pequeña propuesta que quiere hacer valer la vida en el campo, en este caso con un espacio que rinde homenaje a las mujeres y hombres que trabajaron la tierra de un pueblo que no quiere perder sus raíces, a la vez que también explican aquellos oficios relacionados con el campesino y que de una u otra forma, también están representados en el museo: herrero, carretero, bastero, alpargatero, etc. La propuesta es el resultado de la labor llevada a cabo por un grupo de personas de la localidad que se marcaron como reto recoger todas las herramientas posibles, que hoy lucen en este museo enclavado en las salas góticas de la rectoría y en su jardín adyacente y que constituye una interesante exposición de herramientas de payés, carros, utensilios domésticos y mobiliario de cocina, básicamente del siglo XIX.
Museo del Corcho
Palafrugell (Baix Empordà)
En el centro de Palafrugell encontramos el Museo del Corcho, cuyo objetivo es conservar, interpretar y valorar el patrimonio alrededor del mundo del corcho en Cataluña, como configurador de un paisaje, una industria, unas formas de vida y una identidad comunes. Está situado en una antigua fábrica de corcho, la más importante del sector industrial en España, y cuenta con el espacio Los paisajes del corcho, donde se ofrece una visión poliédrica del sistema corchero: como entorno natural particular, como sistema de explotación y producción y como espacio de vida. Aparte, con una serie de interactivos y juegos de manipulación, invitan al visitante a conocer las propiedades del corcho y las aplicaciones que se derivan.
Museo de la Pagesia
Hogares de la Selva (Selva)
Otro pequeño museo que busca reivindicar el mundo del campesinado lo encontramos en Fogars de la Selva, y quiere dar a conocer al visitante el pasado agrícola que imperaba en estas tierras y en todo el país desde el siglo X hasta el XIX. Con la voluntad de volver a establecer el vínculo entre el campo y las zonas más urbanizadas, el espacio da a conocer antiguas formas de vida, herramientas, vasijas y objetos cotidianos que han caído en desuso, cambios arquitectónicos, etc. que con el tiempo han ido forjando nuestra historia y nos han llevado finalmente a donde estamos hoy. Desde febrero se organizan visitas guiadas para el público familiar.
La Masía de Can Deu
Sabadell (Vallès Occidental)
Un espacio donde tendrá la oportunidad de revivir cómo eran las casas de payés vallesanas. La Masía de Can Deu está documentada desde 1415 y desde entonces ha sido ocupada por varias familias, que realizaron trabajos productivos en el campo, tal y como se muestra en el Museo de la Vida en el Camp. Se especializó en el cultivo de la viña hasta que, a finales del siglo XIX, la crisis de la filoxera provocó el abandono de este cultivo. El crecimiento industrial y urbano de Sabadell en la década de 1950 supuso el fin de su uso agrícola y en 1964 Caixa Sabadell compró la finca para preservarla como un espacio de ocio y conservación del medio ambiente. Podrá ver cómo vivían los campesinos, cuál era el sistema utilizado para hacer pan, cómo se calentaban en invierno y qué utensilios había en las habitaciones de los señores.