"Practicar yoga nos puede ayudar a superar un trauma"
Hablamos con María Macaya sobre su nuevo libro 'Yoga sensible al trauma. Sanando desde el interior'
BarcelonaSi buscamos en nuestro interior, todos tenemos alguna herida que no nos acaba de dejar vivir en paz con nosotros mismos. Quizás durante la infancia nos sentimos solos o vimos que las discusiones entre nuestros padres nunca se acababan. Podría ser que los demás niños nos hicieran la vida imposible, o que, de algún modo, aún recordemos la vulnerabilidad que sentimos el primer día que nos dejaron solos en la escuela. En los casos más extremos, también hemos podido sufrir un accidente o un abuso por parte de alguien en quien confiábamos, y años más tarde seguimos reviviendo el sufrimiento que ese hecho nos causó. Hay muchos tipos de traumas y ninguno es más importante que otro. Todos nos afectan de algún modo y, si no se tratan, quedan enquistados en nuestro interior.
De todo esto habla María Macaya, que acaba de publicar el libro Yoga sensible en el trauma. Sanando desde el interior (Plataforma Editorial, 2024), donde recoge su experiencia de casi diez años realizando sesiones de yoga con personas que sufren algún trauma. Una tarea que realiza desde la Fundación Rādika, creada por ella misma en 2016, donde también forma a profesionales en lo que se conoce como yoga sensible al trauma, una técnica nacida en Estados Unidos de la mano del psiquiatra Bessel van der Kolk.
"Él aseguraba que nuestro comportamiento, nuestra forma de movernos y ver el mundo está influenciado por nuestros traumas, y es fundamental tratarlo no solo cognitivamente, sino también a través del cuerpo", explica Macaya. Y una forma de curarlo es con la práctica del yoga.
En otras palabras, un trauma o un evento traumático no se puede cambiar, pero sí podemos ver qué efectos tiene sobre nosotros y cómo influye en nuestra identidad y comportamiento. “El yoga sensible al trauma nos permite realizar cambios en estos patrones de comportamiento desde un espacio seguro”, continúa Macaya.
Una tarea que no es fácil, porque el cerebro suele quedar muy alterado después de una situación traumática. La amígdala, que es nuestra central de alarma y de las emociones, se hace más grande, por lo que reacciona más ante los estímulos que creemos que podrían suponer un peligro. El hipocampo, donde tenemos la memoria, se vuelve más pequeño y con menos capacidad para recordar lo ocurrido y bloquear los recuerdos; mientras que el neocórtex se reduce y provoca que tengamos menos capacidad para pensar en un futuro diferente al que se vive bajo los efectos de un suceso traumático.
Volver a conocer
Ante todo esto, durante las sesiones de yoga sensible al trauma se trabaja con siete pilares básicos que, según Macaya, también podrían aplicarse a otros ámbitos como la educación o la sanidad a la hora de tratar con personas. “Primero de todo, es necesario crear un espacio seguro con los demás, porque si no será difícil conectar. Los traumas te quitan la sensación de seguridad en el mundo, y eso debe reconstruirse a partir del empoderamiento personal y la intuición”, continúa la experta.
También es muy importante volver a tener conciencia de nuestros sentidos y aprender a no estar alerta frente a ciertas situaciones que recuerdan el acontecimiento traumático. “Se trata de darte una nueva oportunidad para experimentar el mundo externo como un lugar donde no solamente hay cosas que dan miedo y volver a escucharnos a nosotros mismos”, continúa Macaya, que también trabaja mucho la postura corporal durante las sesiones.
“La postura corporal y la postura mental están perfectamente ligadas en nuestro cerebro. De qué manera está tu cuerpo es también cómo está tu mente, y a la inversa”, asegura. De esta forma, se prueban diferentes posturas corporales para descubrir otros estados mentales que nos hagan sentir mejor. Lo importante es aprender a estar en el momento presente. “Cuando tienes ansiedad, piensas en el futuro; cuando estás triste, en el pasado; pero cuando estás bien es cuando estás en el aquí y ahora”, dice Macaya.
Cultivar la presencia no es fácil cuando se trabaja con el trauma porque el cerebro suele volar libre hacia lugares dolorosos de los que es difícil salir. Por eso, el yoga sensible al trauma apuesta por conseguir la presencia desde el movimiento y las sensaciones corporales.
Otras técnicas que se practican durante este tipo de yoga es la compasión y la autocompasión. “Es la capacidad de creer que merezco ser amado por los demás y por mí mismo, aparte de conseguir conexiones auténticas con los demás, donde todos nos sentimos iguales y nos atrevemos a ser como somos”, continúa.
Para Macaya, aunque hayamos vivido una situación de trauma, todos seguimos conservando siempre una parte interna que queda intacta, por muy pequeña que sea. Una pureza con la que podemos volver a conectar con paciencia y a través de estas prácticas. Eso sí, sólo podemos empezar a hacerlo cuando nos sintamos preparados y con ganas de abrirnos.
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