El Rec de Igualada: ¿un festival en auge o un barrio al callejón sin salida?
Se cumplen 15 años del REC.0 de Igualada, que multiplica espacios, marcas y visitantes pero sigue sin alcanzar su sueño transformador
Barcelona"Nunca creímos que esto pudiera llegar a durar quince años". Es una de las frases más compartidas en la órbita de Rec Stores, una entidad formada por seis emprendedores que en 2009 crearon en Igualada un festival de moda entre curtidurías centenarias, la mayoría abandonadas. Hoy miércoles abre sus puertas una vez más.
Durante quince años, el evento se ha convertido en un referente para diseñadores, marcas y consumidores. Casi triplica su circuito, multiplica por diez el número de participantes y espera vender unas 250.000 piezas en cuatro días. Unas cifras récord que permiten que el festival se autogestione y tenga una larga vida. Pero desgraciadamente no ha logrado el objetivo por el que se creó: recuperar permanentemente un barrio que sólo está activo pocos días al año. El resto de tiempo, el silencio convive con el ruido de las pocas curtidurías que quedan activas.
"Es una lástima", concluye Ricard Vila, uno de los socios de Rec Stores, que critica la inacción política a la hora de modificar el planeamiento urbanístico. "El Ayuntamiento no hace nada por recuperar el barrio, tan sólo le lava la cara unos días antes de cada festival para salvar el tipo", denuncia Vila. “El objetivo de revitalizar el barrio no se ha logrado; el Rec está paralizado”, escribe otra fundadora, Cristina Domènech.
Para entender esta decepción, es necesario retrasar el reloj quince años.
La tarjeta de Mazinger Z
El 2009 fue un año difícil. La crisis ocasionada por la burbuja inmobiliaria había hecho estallar muchos sectores económicos. En Igualada, un colectivo de activistas por el Rec había conseguido un año atrás detener un plan urbanístico que quería echar al suelo muchas curtidurías "para levantar un barrio dormitorio".
Eran tiempos en los que el sector textil también iba a la baja. La marca catalana Textura, por ejemplo, había perdido afluencia en las tiendas y sus directores no sabían cómo salirse. En su oficina de Barcelona se presentó un joven igualadino, el diseñador Jordi Ribaudí, con una idea estrambótica. “Quería que vendiéramos ropa en un barrio devastado, y no lo veíamos factible –reconoce Àngel Sáez, que todavía es el director comercial de Textura–, pero nos lo contó con tanta pasión que decidimos darle una oportunidad”. Sáez siempre recordará la tarjeta de contacto que Ribaudí le dejó sobre la mesa, con el dibujo de Mazinger Z. Es el recuerdo excéntrico de un festival singular. “En la primera edición del Rec.0 nos pusieron en un garaje de quince metros cuadrados y nos ofrecieron una bañera arcaica para exponer nuestras toallas”, se exclama Sáez.
Y funcionó. Nunca habían vendido tanto en solo día en ninguna de sus tiendas. "La primera tarde tuvimos que llamar a la central para recibir más stock de urgencia", asegura Sáez. Desde esa primera edición, la fidelidad de Textura por el festival ha sido ininterrumpida.
También hhan sido fieles Míriam Ponsa y Josep Abril, dos diseñadores catalánantes que han compartido espacio en el Rec.0 desde el primer día. "Me atrajo el hecho de que los organizadores no tuvieran ni idea de moda, eran un puñado de creativos con una propuesta fresca para un sector donde hay demasiados sabios", explica Abril. “Y todavía hoy el festival sigue siendo rupturista, me enamora de que su ADN esté intacto”, añade Ponsa.
Los dos diseñadores, que siempre están presentes en Igualada durante el festival, califican el certamen de barómetro para sus diseños. "En Rec.0 llevamos pruebas, inventos y prototipos, es como un experimento social donde pueden pasar muchas cosas", argumenta Míriam Ponsa. “El festival es un estudio de mercado acojonante –describe Josep Abril– donde, además de facturar, lo pasamos muy bien”.
Llegados al tope
“Cuando vine al primer Rec, podía recorrerlo en una mañana; ahora es imposible verlo todo en cuatro días”. Son las declaraciones de una fiel cliente que ha asistido al festival desde el principio y que ha presenciado un proceso de transformación descomunal.
En la primera edición, en el recinto sólo había una parada de chocolate y bizcochos para tomar un bocado; ahora hay cuarenta puntos de restauración que permiten no moverse del barrio ni para el almuerzo. Una programación musical y cultural acompaña a un certamen capaz de reconvertir hasta sesenta espacios, la mayoría antiguas curtidurías en desuso que se alquilan para la ocasión. "Ya no podemos abrir más espacios", se lamenta Ricard Vila. Han llegado a su tope.
Están a la espera de la voluntad política. "Hay que girar el calcetín de alguna manera", reivindican los organizadores, que insistentemente piden la reconversión completa del barrio para que haya vida todo el año. Pero para ello es necesario modificar unas normas urbanísticas que ahora sólo permiten la actividad industrial en el Rec.
En los últimos quince años, en el barrio han surgido una treintena de empresas y asociaciones que han ocupado naves para abrir centros culturales, estudios de moda, tiendas de decoración, talleres de bicicletas, espacios de cotrabajo e incluso algún restaurante y un hotel. Con la normativa en mano, muchos emprendedores trabajan de forma irregular, pero no hay otra manera. "Pasamos de los políticos", dice Roger Mula, un activista que ha liderado la reconversión de dos espacios (La Bastida y La MaCa) donde se programa e impulsa cultura. "Aquí en el barrio nos ayudamos, somos una subciudad en la que compartimos proyectos e intereses y vamos creando red ante la inacción política", explica Mula.
El Ayuntamiento de Igualada no está muy explícito en sus intenciones. Se limita a justificar su tardanza por la necesidad de tener listo el enlace con la Ronda Sur, que regula el tráfico “y evita que a diario 3.000 vehículos atraviesen la ciudad”. Ahora que esta infraestructura ya es una realidad, la concejala de Urbanismo, Montse Duch, asegura que ya se pueden "plantear la modificación”. Pero, claro, dice que su equipo de gobierno (de Junts) está en minoría. A las pasadas elecciones obtuvo 10 de los 21 escaños municipales: "Estamos trabajando en una propuesta que sume consensos", justifica Duch.
El Ayuntamiento explica que los trabajos técnicos están avanzados, mientras que los vecinos del Rec aseguran que hace años que los planos los diseñó el arquitecto municipal. "Es una decisión únicamente política, porque muchas islas se consensuaron hace tiempo con los propietarios de las naves", asegura Ricard Vila.
Continuamos en la cabeza de la calle. El festival de moda se abre cada primavera y otoño para dar visibilidad a una causa que no parece estar perdida, pese a los quince años de lucha infructuosa. “¿Quién tomará las riendas si esto dura demasiado? –se preguntan los socios fundadores–. No hace falta esperar algo que orgánicamente es inevitable”.
Y es que, como apunta Domènech, el Rec.0 no corre el peligro de morir de éxito: "Su éxito será morir".
El festival se abre al mercado de segunda mano
Entre las marcas multinacionales (Adidas, Levi's, Nike y Converse), las puramente catalanas (Josep Abril, Txell Miras, Who, Miriam Ponsa, Killing Weekend) y las igualadinas (Sita Murt, Punto Blanco, Buff, David Valls y Micu Micu) , en el Rec.0 de este otoño, que comienza este miércoles y se alargará hasta el sábado, también hay las que fabrican con pieles provenientes de las curtidurías locales (Platadepalo, Dosper, Sominemi, Leather Hug Basil, Nquart, Puntotres y Carner Barcelona).
Si en años anteriores el festival fue pionero a la hora de incorporar la moda sostenible y de kilómetro cero (como Iaios, Top Manta, Noni Barea, Batech, Alsedá y Niebla) y un mercado de intercambio, la novedad de este año se llama Rec2amà, la primera pop-up de ropa de segunda mano que inicia una prueba piloto para dar otra vida a las prendas que ya no se utilizan.
La moda irá acompañada de una programación cultural intensa, con mucha música en vivo (como la de La Ludwing Band y Beth), sesiones de micro abierto para aficionados al canto ya la poesía, talleres, exposiciones, charlas y catas de vinos. Todo para convertir el certamen en una fiesta reivindicativa.