¿Podemos estar sanos alejados de la naturaleza?
La reducción del estrés o la fatiga son algunos de los beneficios de pasar tiempo en espacios verdes, una práctica más difícil en las ciudades
BarcelonaNo hace ni un año que Berta Valenciano dejó Barcelona para empezar una nueva vida en el Ripollès. "Tuve que marchar por el aumento del precio de la vivienda, pero también quería vivir más cerca de un espacio verde, y eso en mi barrio era imposible", explica. Ahora vive en una masía compartida y asegura que el traslado a un entorno rural le ha supuesto una mejora del estado físico y anímico: "Vivir cerca de la montaña me hace estar más activa. Si tengo un rato libre, salgo a caminar .Aparte, quitarme sin el ruido de los coches y ver la naturaleza desde el comedor de casa me hace sentir muy a gusto.
Su percepción está avalada por la ciencia. Numerosos estudios demuestran que la exposición a bosques, parques o jardines beneficia al estado físico y mental de las personas, aparte de favorecer la actividad física y ofrecer oportunidades de interacción social. Así lo reivindican la doctora especializada en medicina integrativa Cristina Pellicer Sabadí; la directora de la Fundación Esportsalus, Mariona Corbella, y el divulgador científico David Bueno, que a finales de septiembre participaron en el debate ¿Podemos estar sanos alejados de la naturaleza?,organizado por el Centro Excursionista de Catalunya (CEC).
Beneficios físicos y emocionales
“Hay muchos factores que condicionan que una persona pueda estar más o menos sana, no es exclusiva de la naturaleza. Ahora bien, si concebimos la salud como ese estado de bienestar físico, emocional, mental y social, probablemente estaremos más sanos si estamos cerca de un bosque, un parque urbano o de la montaña”, asegura Corbella. El contacto con la naturaleza tiene impacto en muchos niveles. Mejora las funciones respiratorias y el sistema inmunitario, reduce las alergias, los trastornos de sueño y mejora la absorción de vitamina D, por ejemplo. “No hace falta subir al Everest. En Barcelona también hay parques o mar”, puntualiza la doctora Pellicer.
Por lo que respecta a los beneficios psicológicos y emocionales, el contacto con la naturaleza mejora la atención, la concentración, la capacidad de tomar decisiones y reduce la fatiga mental, el estrés y la ansiedad, entre otros. Así lo corrobora Alba Ferrer, de treinta y seis años, que vive en una casa en medio del bosque en Baviera. "Los días que estoy un poco más nerviosa, me pongo a andar y me calmo. Al poco rato de mirar el paisaje, de estar rodeada de sonidos naturales de pájaros, del río, de las hojas... Me ayuda mucho a regular malas emociones", explica.
Volver al origen
¿Por qué la naturaleza hace que nos cambie la percepción de las cosas? ¿Por qué ayuda a desconectar de los problemas del día a día? Parte de la respuesta podría encontrarse en la amígdala cerebral, que es la zona encargada de generar emociones. “Vivimos en un entorno moderno, pero nuestro cerebro sigue siendo primitivo. No hemos cambiado desde el paleolítico, y en ese momento éramos cazadores y recolectores y nos movíamos mucho por la naturaleza para encontrar comida. Nuestro jefe todavía busca el lugar en el que se fraguó”, asegura David Bueno, doctor en biología y profesor e investigador de la sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo de la Universidad de Barcelona. “El cuerpo busca movimiento. Por estar sentado un par de horas al día no pasa nada, pero nuestro cerebro no deja de pensar en lo que deberíamos estar haciendo, que es andar por la naturaleza", añade.
Según Bueno, la forma en que caminamos o nos movemos también influye en nuestro bienestar. “Moverse no significa correr todo el día como peonzas. En el paleolítico comíamos sentados tranquilamente. Hablo de andar sin ir acelerados. Esto da al cerebro una sensación de estabilidad. Cuando entras en un valle, por ejemplo, antes no sales andando quizás han pasado dos horas. En la ciudad, las cosas ocurren en segundos. La naturaleza nos aporta tranquilidad”, añade.
Tal y como señala la doctora Pellicer, la naturaleza facilita la ruptura del tiempo sedentario. “Cuando estamos en la montaña caminamos un rato, descansamos, hacemos fuerza, movemos los brazos… Esta intermitencia en el movimiento hace que sea más eficiente. No nos compensa estar ocho horas sentados al día y alcanzar una cima de 3.000 metros el fin de semana. Lo importante es que cada dos o tres horas nos movamos, que el músculo recuerde que existe”, aconseja.
Multiplicar los beneficios
Según Mariona Corbella, directora de la Fundación Esportsalus, "si cuando vayamos a la naturaleza además hagamos un poco de actividad física, multiplicaremos los beneficios". La OMS recomienda realizar entre 150 y 300 minutos de actividad física de intensidad moderada o 75-150 minutos de intensidad vigorosa a la semana, una rutina que además de mejorar la salud cardiovascular, la incidencia de hipertensión o diabetes, también contribuye a la mejora de la salud mental, especialmente si se realiza ejercicio al aire libre y en grupo. Según los expertos, es una forma de ganar competencias sociales, ya que suele implicar enfrentarse a ciertos riesgos, lo que propicia crear más lazos personales y estrechar vínculos con sus compañeros. “Las ventajas se multiplican cuando sales en grupo, es una de las recompensas que da el cerebro. Estamos tranquilos para que vayamos con otras personas y no se deja a nadie atrás. Si alguien toma daño, sabemos que hay una persona al lado que le apoya”, asegura Bueno.
La evidencia científica asocia también la exposición a espacios verdes durante la infancia a algunos beneficios como la mejora de la capacidad de atención y la memoria y el fomento del aprendizaje. "La naturaleza es crucial para los niños. Activa su sistema inmunitario porque están en contacto con microorganismos que en zonas urbanas no están. Parte del incremento de alergias es una falta de contacto con la naturaleza. Los niños también aprenden a conocerse. Con la edad se aprende y esto madura a base de que lo utilizamos. Cuanto más sentidos utilicen los niños, más se integrarán”, asegura Bueno.
A pesar de los beneficios que aporta ejercicio en espacios naturales, no siempre las imágenes de actividad física en la naturaleza evocan salud, seguridad o conocimiento. ¿Dónde se sitúa el límite de lo saludable y lo que puede perjudicar al organismo? "Cada vez hay más prácticas desorbitadas de distancias o desniveles desmesurados. Ser dependiente de estas actividades tampoco es sano tanto en el ámbito articular como mental", dice Corbella, que ironiza con que los traumatólogos en unos años se harán de oro. "No podemos ir a la montaña de cualquier manera, es necesario estudiar cómo hacer estas prácticas para que sean saludables".
Según datos del GRAE, desde la pandemia se ha registrado un incremento significativo de personas que van al bosque ya la montaña, sea a pasear, hacer deporte o disfrutar del entorno en familia. "No es lo mismo hacer deporte en el gimnasio que en la naturaleza. La sala polideportiva no tiene incertidumbre y en el medio natural es imprescindible estudiar las condiciones meteorológicas con antelación, los desniveles, controlar que no nos oscurezca... También hay que adaptar cese a los niveles del grupo", dice Corbella, que aconseja que es necesario educar todo esto para reducir riesgos y hacer la práctica saludable. Las personas que deciden realizar excursiones a la montaña o en espacios naturales deben tener en cuenta algunas de las recomendaciones básicas, como las que facilita la Federación de Entidades Excursionistas de Cataluña.
Se trata de planificar la actividad teniendo en cuenta el nivel del grupo, adaptando el recorrido, la duración y el desnivel, informarse siempre de las condiciones meteorológicas, llevar equipamiento adecuado a la actividad que se realice y roba para a posibles cambios de tiempo. También es recomendable llevar en la mochila un frontal por si oscurece, crema solar, gorra, crema labial y una cantimplora llena de agua. Aparte de llevar comida por si se hace una comida fuera, también se pueden llevar frutos secos o fruta para comer durante los descansos.