Camila, reina contra todo pronóstico
Por una cuestión de orígenes no le tocaba conocer al heredero del trono británico, y 50 años después está casada con él y han sobrevivido juntos a todo tipo de crisis
BarcelonaHija de una familia que no ocupaba el rango nobiliario que se le presuponía a una candidata a esposa de un heredero al trono británico y criada lejos de la corte, en la zona rural de Sussex: estas eran las desfavorables circunstancias de partida para convertirse en reina de Camilla Shand, que desde la muerte ayer de la reina Isabel II es ya oficialmente Camila del Reino Unido. No obstante, a pesar de estas dos graves desventajas para acceder al palacio por la puerta de delante, el destino juntó a la mujer que siempre conoceremos como Camilla Parker-Bowles con Carlos de Inglaterra. Y se enamoraron. En efecto, a lo largo de su vida no solo el azar ha jugado un papel muy importante, también el amor. El hecho de que actualmente ocupe el lugar que ocupa se debe nada más y nada menos que al afecto que nunca se han dejado de profesar durante 50 años ella y el actual rey de Inglaterra, Carlos III. De hecho, esto es lo más relevante de su caso: resulta bastante extraño en una monarquía que el amor sea la clave para explicar el destino; normalmente los intereses de la institución pasan por encima de cualquier elemento emocional.
Nacida en una familia terrateniente rural sin ninguna relevancia aristocrática, pero formada en Suiza y en París en literatura francesa, el destino quiso que Camila acabara formando parte del círculo social del entonces príncipe heredero y que, en la primera ocasión en la que coincidieron, su ácido humor inglés la hiciera acercarse a Carlos para decirle: "¿Sabía que su tatarabuelo, Eduard VII, era amante de mi bisabuela, Alice Keppel?" Aquella espontaneidad dicen que sedujo Carlos, que no perdió nunca el contacto con ella a pesar de que pronto marcharía a servir a la Royal Navy, lo cual disolvió su incipiente relación sentimental. Sabiendo que Buckingham no la aprobaba por el papel que le tocaría ejecutar como reina y que no se podrían casar nunca, Camila contrajo matrimonio en 1973 con Andrew Parker-Bowles, con quien había salido antes. Con este militar tuvo dos hijos mientras su relación con Carlos no se acaba de extinguir.
Siempre presente
El 1981, cuando el príncipe de Gales tenía 33 años y no podía posponer más su deber dinástico de casarse y tener descendencia, en palacio vieron con buenos ojos el lienzo en blanco que suponía Diana Spencer y Carlos aceptó casarse. Pero Camila no había desaparecido del todo de la escena. De hecho, fue invitada a la boda real, un enlace que ella no tendría nunca, pero al cual acudió vestida de blanco. Mientras los dos seguían con sus respectivas vidas oficiales, su relación subterránea no cesaba, lo cual acabó propiciando que Camila fuera señalada públicamente por la popularísima Lady Di en 1995 a la BBC ante una audiencia de 23 millones de personas. Diana confirmó que Camila había sido la tercera en discordia en un matrimonio que se acabó rompiendo. "Éramos tres, en el matrimonio", dijo la entonces ya ex mujer de Carlos, que se había separado en 1992. El matrimonio de Camilla con Parker-Bowles se acabó a raíz de aquella entrevista en 1995. Un año después, Carles y Diana se divorciaron formalmente.
Aquello fue una estocada profunda para la reputación de Camila, que ya estaba muy malograda. Uno de sus peores momentos fue en 1993, cuando se difundió una conversación telefónica íntima entre ella y Carlos que se conoce como el Tampongate. Según publicó People, Carlos le decía a ella que querría ser su tampón, lo cual Camila calificaba de "maravillosa idea". En aquellos momentos, ella estaba casada y él aún no se había divorciado legalmente de Lady Di.
No obstante, las circunstancias adversas no hicieron más que unir a la pareja, que tenía en la popularidad de Diana su principal handicap, incluso después de su muerte, en 1997: la tragedia obligó a Carlos y Camila a posponer sus planes de acabar sus días juntos y sin tenerse que esconder. Una vez planteada la decisión a la reina que su matrimonio no era negociable como lo había sido hasta entonces, y con una sociedad mucho más avanzada un cuarto de siglo después, Buckingham empezó una operación de imagen que ha conseguido llevar Camila hasta unos niveles de tolerancia social que pocos hubieran predicho.
Un cambio posible
Diana contaba con el amor del pueblo, pero no con el del heredero; Camila contaba con el del heredero pero no tenía ningún aprecio del pueblo. A diferencia de Diana, la circunstancia de Camila se podía revertir. En 1999, dos años después de la muerte de Diana, empezó a funcionar la operación PB para restaurar su malograda imagen. Desde palacio procuraron que aquel año trascendiera una foto de ella y Carlos juntos en el Hotel Ritz de Londres. Un año después la reina accedió a coincidir por primera vez con ella en el cumpleaños de Constantín de Grecia. Al año siguiente hizo el mismo gesto el príncipe Guillermo. Poco a poco se fue oficializando y naturalizando la figura de Camila, a la cual muchos medios todavía denominaban "la amante". En 2005 se vivió un momento decisivo en la vida pública británica, cuando la reina Isabel II aprobó el enlace de Carlos y Camila, que se habían conocido 35 años antes.
Fue un enlace civil al cual la reina no asistió y después del cual el duque de Edimburgo solo accedió a hacerse las fotos oficiales. De hecho, siempre fue contrario a la relación con Camila. Entre los objetos personales de Lady Di se encontró una carta de Felipe que decía a su exnuera: "Carlos hizo una tonteria arriesgándolo todo por Camila siendo un hombre de su posición. Nunca imaginamos que podría dejarte por ella. No puedo imaginarme nadie con los cinco sentidos completos dejándote a ti por Camila".
Los peores presagios de Felipe se confirmaron y Camila se convirtió oficialmente en la mujer del príncipe de Gales, pero solo con el título de duquesa de Cornualles y no como princesa de Gales para no irritar al pueblo apoderándose del título de la difunta Lady Di. A continuación, obtuvo una agenda oficial rellena de actos caritativos que le ha servido para ir conquistando un pequeño espacio en los corazones de los británicos, que han acabado haciendo suyo el argumento de la historia de amor y valorando otras virtudes de la ya reina consorte como por ejemplo no eclipsar nunca a Carlos o saberle apoyar y acoger cuando necesita el abrigo de una familia que él, en la práctica, no tiene.
La restauración ha funcionado y el corto reinado de Carlos la tendrá a ella como coprotagonista a pesar de todo el mundo, puesto que no ha contado nunca con ningún apoyo, ni del pueblo ni de palacio. Solo este año, para culminar la operación PB, Isabel II dijo públicamente que le gustaría que Camila fuera tratada como reina consorte, lo cual, por otro lado, es completamente normal atendiendo al derecho consuetudinario. Gestos de última hora aparte, será reina solo gracias a haber sabido esperar su turno, aunque esto haya implicado 50 años de ostracismo. Vista en perspectiva, su historia quizás la convertirá en el elemento más modernizador de la monarquía más tradicional de Europa.