“Echo de menos aburrirme: el aburrimiento era la felicidad”

El escritor añora los veranos de la preadolescencia, cuando vivía con los abuelos en Girona y no tenía nada que hacer

Barcelona"Los veranos que más añoro son los que no había más estímulos externos que los que tú te buscabas", dice convencido el escritor Pep Prieto, ganador del Premio Prudenci Bertrana por Rosita, que se publica el 17 de septiembre. Escribirla le ha hecho pensar mucho en aquellos veranos que "eran coloniadamente aburridos", cuando todo era fácil y debía decidir qué hacía si quería tener un mínimo de actividad. Rosita era su abuela y la novela, que es autobiográfica, habla mucho de ellos entre el 83 y el 87, de sus 7 a los 11 años.

Pep reconoce que no valoraba suficientemente estos veranos que pasaba en su ciudad, Girona, con sus abuelos. Sus vacaciones eran estar en casa los abuelos y, por tanto, como mucho iba a pasear con la abuela, hacían caminatas por San Daniel, o consumía cultura: leer, escribir y comprar el TP (Teleprograma) para saber cuándo emitirían el capítulo de la serie que miraba o la fecha del estreno de una película: "Echo de menos aburrirme y me doy cuenta de que el aburrimiento era la felicidad. Añoro los veranos largos y aburridos en los que no tenía nada que hacer".

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Una rutina que se repitió hasta que tuvo poder adquisitivo. A partir de entonces empezó a generar clichés de verano: salía de fiesta a Platja d'Aro o iba de vacaciones. "Hasta aquí tenía la prerrogativa de aburrirme, pero llega un momento en que te topas con las tiranías de la vida adulta, empiezas a trabajar y ya se altera la sensación de no hacer nada", comenta. Entiende que era una especie de ser de azúcar, nadie ponía en duda que su trabajo era estar por ahí figurando.

A diferencia de la vida adulta, que entre otras cosas implica el cuidado de los hijos, durante la preadolescencia no debía pactar nada con nadie y sentía que el tiempo iba más a poco. Es consciente de que ahora tiene menos vacaciones pero se queja del exceso de estímulos externos. A veces siente que es una agenda con piernas y sus veranos dependen más de terceras personas, por eso sólo pide estar tranquilo aunque profesionalmente no se detiene demasiado. Es cuando aprovecha para escribir más, sigue colaborando en varios medios, escribiendo y haciendo secciones en la radio, está con su hijo y su pareja, Marta, que tiene dos hijas. Cuando cuadran todas las agendas aprovechan para realizar turismo cultural de proximidad, ir a ferias a buscar discos y libros antiguos, hacer el vermut o ir a la costa. "Marta canta en la banda The Funk Power Station y en esta época hacen muchos bolos, que se han integrado en nuestra agenda. Me lo paso bien, ya lo identifico con el verano", reconoce.