Cómo nos conocimos

"Creo que mi primer amor también será el último"

Guillem Terribas, librero

"Hablaré de mi primer amor, que en mi caso creo que también será el último", dice el librero Guillem Terribas. Mucha gente evoca su primer amor como un amor perdido. Su historia, asegura, es distinta. “A finales de los años 60 los niños de Salt vivíamos en la calle. Jugábamos, charlábamos y mirábamos a las chicas, y las chicas nos miraban a nosotros. Entre todas estas chicas había una rubia de ojos azules que me tenía cautivado. Su padre era importante, la veía inaccesible, la miraba como quien mira a una actriz que le gusta”.

Hasta que una tarde en una reunión de escultismo ella se le acercó y empezaron a hablar. "Teníamos 15 años y vivimos unos veranos preciosos juntos", rememora Terribas. El sueño se había cumplido y él vivió en las nubes hasta que le hicieron aterrizar. “Ella, que tenía más sensatez que yo, decidió que todavía no teníamos edad para ir juntos y se alejó. Me quedé desolado, pero también fue una suerte, porque conocí países, conocí gente nueva, conocí chicas nuevas…” Terribas se fue a la mili soltero, al Sáhara Occidental, y mientras sus compañeros recibían tres cartas de la novia, él recibía cinco o seis de personas diferentes.

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Pero a ella no la olvidaba: “Seguía buscándola”. Y un día la encontró. “Había vuelto de la mili y muchos amigos se habían casado. Yo estaba solo, andando por una calle de Girona, cuando de repente veo un coche rojo y, dentro, la chica rubia de ojos azules. Hacía tal vez 10 años que no hablábamos”, explica Terribas. En ese momento pensó “que si fuera un hombre como es debido iría corriendo, le picaría en el coche y le diría: «Hola, buenas noches»”. Pero mientras veía cómo el coche rojo avanzaba se dio cuenta de que no lo haría, que no se atrevería. “¿Cómo que no!?”, me dije en el último momento, y entonces corrí, con la buena suerte de que el semáforo se puso rojo y el coche se detuvo”.

Terribas tocó el cristal y ella le reconoció enseguida. Le preguntó qué hacía, dónde iba, y él le contestó que no iba a ninguna parte. “¿Quieres subir?”, me preguntó. Subí y ya no he bajado nunca más. De eso hace 47 años".

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En aquel coche rojo retomaron la historia que habían dejado a los 15 años. “Tenemos dos chicas y un chico y somos abuelos: eso de ser abuelo es el postre de la vida”, celebra Terribas, que de su mujer dice que es "una maravilla". "Todo el mundo dice que tengo mucha suerte. Sí, mi primer amor, Marta, será también el último".