¿Le hace realmente Letícia la maleta a los miembros de la casa real?
En la recepción de los reyes españoles en el Palau de Marivent se evidenció una vez más la extraña dicotomía entre los estilismos acertadísimos de la reina Letizia y los desorientados 'outfits' del resto de miembros de la familia real
BarcelonaCuando Letícia descubrió que en las cosas más serias –las que realmente podrían suponer cambios sustanciales para la institución– no podría mandar tanto como quisiera, decidió que en su restringido ámbito haría lo que fuera para hacerles sobresalir y, de paso, para crearse una imagen de guapa que al menos la salvara a ella de las miedosas decisiones de Palau. El problema es que su espacio de acción como consorte es muy pequeño, ya que básicamente está ligado a la moda y otras cuestiones relacionadas con algunas puestas en escena. Sin embargo, como era de esperar de alguien con la tenacidad e inteligencia de la periodista, ha logrado impulsar una imagen mucho más fresca de la institución monárquica, lo que ha supuesto un cambio radical en la vieja escuela estética y de la invisibilidad sociopolítica de la reina Sofía. El problema de esto es que el cambio que ha ejecutado funciona muy bien para sí misma pero no tanto en los demás miembros de la familia real.
Precisamente con sus apariciones públicas en Mallorca de esta semana ha quedado clara esta dualidad entre lo bien que encarna ella parecer una persona del siglo XXI y cómo esto se tambalea cuando se debe aplicar a la persona –física y política– de los otros tres miembros de la Corona. El momento más álgido de esta disonancia se produjo el lunes en la tradicional recepción de las autoridades y personalidades de las Islas Baleares que los reyes españoles celebran en Marivent, el palacio del pueblo balear donde se alojan cuando realizan sus vacaciones públicas en Mallorca.
Letizia estaba resplandeciente, con un bronceado saludable y un traje de estilo adlib de color blanco con decoraciones hechas de puntas que ponía aún más en valor su tono de piel y su melena oscura. El vestido, mucho más mediterráneo y menos formal que los que tradicionalmente había exhibido en Marivent, lo firmaba la firma ibicenca del diseñador Tony Bonet, invitado en la recepción y que descubrió en riguroso directo que la reina se había puesto ese vestido, que tenía en el armario desde hacía dos años. El mensaje de homenaje a Baleares de Letícia quedaba aún más potenciado gracias a los pendientes inspirados en el rosetón principal de la catedral de Palma firmados por la joyera mallorquina Isabel Guarch.
La reina sellaba el look con dos cuñas de esparto con tonos dorados como los pendientes que llevaba. El conjunto le quedaba jovial gracias a las ligeras transparencias de las puntas que el vestido tenía sobre la zona del abdomen, en el escote en forma de viene baja ya sus finos tirantes. La melena suelta y ligeramente ondulada le confería un look final bohemio con el que muchas personas pueden identificar con lo que mayoritariamente se entiende como un verano balear.
'Look' contradictorio
El problema venía de la mano del rey Felipe VI, con el que Leticia había intentado hacer match estilístico vistiéndolo de un color blanco impoluto como el suyo. Hasta ahí la idea era buena, pero en la práctica no funcionaba. Aplicar este patrón estético informal y relajado a alguien que no puede permitirse a sí mismo dejar de parecer ni por unos instantes el rey de España tiene sentido. Ponerle una guayabera blanca de lino para hacerle parecer su propia versión fresh pero combinarla con el pantalón gris y zapatos negros de piel que podría llevar para presidir la toma de posesión de cualquier ministro es un error garrafal. Es un look que podríamos definir como de Mr. Potato, en el que hay una mitad de verano y una mitad de invierno; en el que una mitad es cercana y fresca y la otra mitad es tan fría y canónica como las de toda la historia monárquica de la democracia española. En resumen: no hay por dónde cogerlo.
Quizás este extraño conjunto es el embrión de un rey mutante, la primera entrega de un cambio que llegará poco a poco y que lo convertirá en un hombre más actual, que puede llevar un total look de lino con tonos claros sin sufrir porque España se convierte abrupta y masivamente al republicanismo. Sin embargo, hay que valorar el esfuerzo del rey, ya que el año pasado –y más o menos el resto de las recepciones de Marivent desde que se convirtió en rey– llevaba un vestido azul marino que podría haber llevado en cualquier acto al Palacio Real de Madrid. Ver al monarca tan atascado mientras la moda masculina ha vivido en muy pocos años una revolución tan enorme sabe mal. Yo creo que a Leticia, que está tan atenta al sector, le sucederá lo mismo. Dicho todo esto, se agradece que lo intente. Los hombres de su generación nunca lo hacen. Menos aún quienes tienen algún cargo.
Persona 'jovela'
A unas contradicciones similares a las del rey se veía sometida a la heredera del trono español, Leonor. La cadete Borbón, que este agosto lleva dos años empezando su formación militar, debutó junto a su hermana como anfitriona de la recepción de Marivent. Para la ocasión,va decidir ponerse un traje blanco con un estampado azul de la firma catalana Desigual que su madre había traído para el mismo acto dos años antes. Todos los mensajes que enviaba eran, desde el punto de vista político, muy acertados: reutilizar la ropa como acto de ecología, realizarse préstamos como muestra de buena sintonía intrafamiliar, escoger un traje hecho con material ecológico cuando todo el mundo te mira, optar por moda made in Spain... ¿El problema de todo esto? No saber ver –o menospreciarlo– que lo que para una mujer de 52 años es moderno, para una joven de 20, no.
Un modelito que convierte a Leticia en una mujer de espíritu joven que sabe correr ciertos riesgos estilísticos y que, gracias a ello, puede conectar con personas de fuera de su generación no genera el mismo efecto en la heredera. Si ya por el cargo que le toca ejercer, y por lo que le tocará en el futuro, la chica es percibida como una persona joven –joven y vieja a la vez–, sólo le falta ir poniéndose ropa de su madre. Si por algún motivo debería ser especialmente preciada Leonor para la institución es para conectar con las nuevas generaciones, que no miran ni por casualidad los medios en los que aparece. Leonor debería llevar looks ¡que fueran virales para que los jóvenes la conozcan! No hace falta que se vista como Bad Gyal o como Arca, pero que alguien les diga que le ayuden a no parecer una emérita antes de haber reinado... No se juzga lo bien que le queda el conjunto –¡magníficamente combinado con pelo y complementos, por cierto!–, sino el acierto de éste en relación con las funciones que debería cumplir. No deberían conformarse solo con parecer estival porque le lleva en agosto a Mallorca. La tarea que debe realizar esta institución para sobrevivir es infinitamente superior.
Sofía, el experimental
Y finalmente llega el turno de Sofía. De la pobre Sofía. A veces parece que la vistan únicamente para que su hermana heredera haga más gozo. Ha sido muy comentado el traje que llevaba la segunda en la línea de sucesión en el trono español, extraído de las rebajas de esta temporada de verano de Zara. Era un vestido a la venta por 9,99 euros que también enviaba mensajes adecuados para una institución que quiere presentarse moderna: estaba hecho de materiales reciclados, era de una marca accesible, era –a su manera– atrevido... ¿Cuál era el problema del vestido, entonces? Pues principalmente dos. Primeramente, que llevar fast fashion no debería estar bien visto en quien puede permitirse llevar confecciones hechas en países donde hay derechos laborales, y, en segundo lugar, que no estaba ni bien pensado ni bien combinado.
No sabemos si, así como el rey y Leticia representan la cara conservadora y progresista de la Corona, respectivamente, quieren hacer que con sus hijas suceda lo mismo. Leonor encarna la clásica y Sofía, la moderna. Sin embargo, desde Palau debería hacerse esta apuesta con cierto cuidado. No puede que el vestido de Sofía ni le vaya bien de largo, ni le pare bien del cuello, ni que se lo combine –siendo de poliéster como era– con unas cuñas de esparto –más planas que las de su hermana, como siempre, para que la heredera no parezca bajita a su lado–. Se hace difícil creer que todo éste look inverosímil de la infanta, que no llevaba ni una mínima alegría, haya sido supervisado y aprobado por Leticia, a la que nunca le pasaría nada de todo esto en carne propia. Dicho todo esto, si realmente los tres han pasado por el filtro de la experiencia fashion de la reina Letizia, sólo nos queda preguntarnos: ¿es que la institución tiene tantas contradicciones que es insalvable incluso a la hora de vestir? Quizás nada de eso es tan complicado y, finalmente, lo único que pasa es que es cierto lo mem que dice que Leticia viste a toda la familia con el único objetivo de que la mejor vestida sea siempre ella.