Monarquías

¿Cuál es el origen del saludo real?

Hablamos con el especialista en comunicación no verbal Teresa Baró sobre la historia y el significado de la llamada 'royal wave'

BarcelonaHay un gesto icónico, parodiado y cargado de significado que está estrechamente vinculado a la realeza: la royal wave, como los británicos llaman el sutil movimiento de muñeca con el que los miembros de la realeza saludan a sus conciudadanos. Este gesto engendrado en Buckingham Palace se extendió a principios del siglo XX a las distintas cortes europeas, consagrándose como un movimiento exclusivo de los hijos de sangre azul.

Como cualquier invento, la royal wave se creó para solucionar un (o distintos) problemas. Por un lado, en la serie The Royal House of Windsor –estrenada en el 2017 y ahora disponible en Amazon Prime– se explica que el hijo de Jordi V y María de Teck, que reinaría brevemente como Eduardo VIII, mostró distintas molestias en el brazo a causa de las largas recepciones y saludos. "Cuando estaba de viaje, el príncipe encajaba tantas manos y saludaba a tanta gente que el doctor le recomendó que repusiera y utilizara la mano izquierda, en lugar de la derecha", se explica en el documental. Para intentar reducir el movimiento, se repensó la forma de saludar economizando el gesto. Así pues, se sustituyó el movimiento eufórico que hacía mover todo el brazo de lado a lado, por un simple giro de muñeca con la mano curva, creando el efecto de una ola.

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Una cuestión de estatus

Pero la reducción de movimiento y la creación de una tipología específica de saludo no sólo resolvía las molestias físicas. que superaron la Primera Guerra Mundial, la independencia de Irlanda y el surgimiento del Partido Laborista– pasaba por el control de la exposición mediática. Además, las grabaciones de vídeo comenzaban. a estar a la orden del día y los monarcas vieron que hacer acto de presencia en los eventos públicos cubiertos por la prensa podía ser una oportunidad para aumentar su popularidad.

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Repensar la forma de presentarse al público era clave. La experta en comunicación no-verbal Teresa Baró apunta que los saludos "marcan el tono emocional y sitúan a los interlocutores en diferentes grados de formalidad. Es un juego de expectativas y de estatus". Así, el saludo se sumaba a otros códigos de comportamiento –protocolo en la mesa, reglas de vestimenta y tratamiento– para diferenciar a aquellos que formaban parte de un mismo colectivo de los "otros".

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El gesto nacido en Buckingham Palace, dejó ser un saludo vinculado exclusivamente a la corte británica a medida que se fue popularizando en las diferentes monarquías europeas a lo largo del siglo XX, las cuales estaban sufriendo un declive de popularidad de forma general . De hecho, a la vez que se interiorizaba la royal wave las familias reales también intentaban acortar distancias con su población.

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Otras pistas de la comunicación no-verbal

En este camino de estrechar el vínculo entre la realeza y la ciudadanía, asegurando la conservación de la liturgia, Baró señala la trascendencia del concepto de las no-personas: "Se trata de aquellos grupos de gente que tratan a las personas de su alrededor como si fueran muebles: sin dirigir la mirada, sin saludar y con la cabeza erguida, creando una apariencia de autoridad". Así cuando rompen el protocolo alargando la mano o dirigiendo la airada se genera un "rotura del protocolo que les hace parecer más cercanos", aunque Baró asegura que esta acción reafirma el estrato superior en el que se encuentran, además de ser un acto altamente calculado.

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El especialista subraya que también existe un sesgo de género en el comportamiento de los reyes y las reinas. "Es probable que haya más sonrisa en las reinas que en los reyes en un ejercicio de proximidad y complacencia", asegura Baró. Ahora bien, al igual que en el caso de los saludos, las sonrisas son contenidas. "Las sonrisas en situaciones protocolarias no se enseñan los dientes, señal de que no son sonrisas abiertas de felicidad, sino un acto consciente y razonado que pretende subrayar la dulzura", un ejercicio que no es tan común en los hombres y, todavía menos, en los reyes.