Cabaret Pop

Pamela Anderson, de icono de la belleza artificial en abanderada antimaquillaje

La mujer que durante los 90 encarnó la belleza más canónica ha triunfado esta semana en la televisión de EEUU al explicar que ya no quiere maquillarse más ni seguir "interpretando personajes"

BarcelonaSi a cualquier persona que tuviera televisión en los años noventa y en los primeros años dos mil le dijeran que Pamela Anderson acabaría convertida en una abanderada de la belleza natural, seguro que se echaría a reír. Pero la vida es así de caprichosa y las estrellas de Hollywood son especialistas en hacer plote twists inverosímiles para intentar salvar sus vidas en el contexto extremo en el que viven. Un contexto muy aparente pero insufrible que podríamos definir como la intemperie con las mejores casas del mundo, la soledad sufrida entre más gente o el desconfort vivido con más lujos.

Anderson se convirtió durante los noventa y décadas posteriores en un emblema internacional de la belleza más artificial. Su cuerpo, voluptuoso y lleno de curvas, era su sello de presentación, junto a una melena rubia platino llena de extensiones, cejas perfiladísimas, pestañas postizas y unos senos artificiales de tamaño muy generoso que se convirtieron en tan icónicos como toda ella misma. Unos senos que con el paso de los años incluso ella ha reconocido que tenían una importancia tan grande en su imagen que le habían llegado a eclipsar profesionalmente en la serie Los vigilantes de la playa, la producción que más fama le dio y que supuso un antes y un después en su vida profesional y personal. “Siempre digo que fueron mis tetas los que tuvieron una carrera, yo simplemente iba al pack”, decía la actriz en su documental biográfico, Pamela, en love story, emitido por Netflix el año pasado. “Excepto el tinte, los senos y los zapatos, soy en serio”, ironizaba por suavizar sus crudas declaraciones.

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Increíblemente, sin embargo, la mujer que con esta puesta en escena enamoró a hombres y mujeres durante más de una década se ha peleado por fin con el personaje que la abdujo –y también hacer millonaria– para desenterrar a la mujer que realmente era. Una mujer que, según afirma, poco tiene que ver con la artificialidad de la industria del entretenimiento. Si bien ya había defendido la belleza natural en otras apariciones públicas recientes, esta semana se ha erigido en icono de este movimiento en el programa de la CBS The Drew Barrymore show, seguidísimo en Estados Unidos, y también fuera, por las declaraciones que suelen hacer sus famosos invitados.

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La que fue portada del Playboy en una quincena de ocasiones explica a Barrymore que tomó la decisión de no ser nunca más a la mujer que no quería ser cuando el año pasado la invitaron a un desfile de Vivienne Westwood y se presentó con la cara limpia. "Por qué perder tres horas sentada en una silla maquilándome cuando llevo puesto este precioso look ¿de Vivienne Westwood?", dice que pensó antes de vestirse. "Creía que nadie se daría cuenta, pero la gente empezó a acercarse a mí ya hablarme, y pensé: «Es uno gran mensaje»", reflexiona Anderson sobre esa decisión tomada antes de pasar por el photocall. "Era una manera de quitarme capas y descubrir de nuevo quién era. Quería recordar quién era. Me di cuenta de que había estado toda la vida interpretando a personajes y me pregunté quién era realmente. Fue en ese momento que me voy. ir a casa y empecé a plantar de todo en el jardín, a entrar en contacto con la naturaleza", explica el artista, de 57 años.

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"Me sentía genial siendo yo misma"

"Me di cuenta de que me sentía genial siendo yo misma y no quería que la gente me reconociera más en aquellos personajes que había interpretado. Creo que los creé para protegerme... Mirando atrás, creo que estoy en el mejor momento de mi vida", dice la actriz durante la entrevista, en la que también confiesa que esta decisión estética le ha cambiado la forma de vivir: "Me siento tan empoderada, tan libre y tan emocionada de nuevo con la vida... De hecho, sus inspiradoras palabras provocan que mientras Anderson está hablando, Barrymore decida arrancarse las extensiones en directo y echarlas volando por el plató. "Creo que debo ser honesta", ironiza la presentadora. "¿No te parece liberador? Yo me siento mucho más libre. He tenido mi proceso, claro, pero ahora me siento libre [...]. Nosotros somos nuestras peores críticas", concluye Anderson sobre esta nueva forma de mostrarse en público, y Barrymore le responde con un acertado: "Eres una pionera".

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La verdad es que el hecho de no maquillarse cuadra perfectamente con el perfil público que Anderson ha ido mostrando en los últimos años. Lejos de esa imagen comercial y artificial de mujer plenamente adaptada a los cánones heteropatriarcales, Anderson ha aprovechado su fama y ha levantado la voz por muchas causas. Sus facetas más conocidas como activista son el bienestar animal a través de la asociación PETA y su lucha por la libertad de Julian Assange, con el que se le llegó a relacionar sentimentalmente. Incluso defendió la independencia de Catalunya en el 2017, cuando dedicó a la causa un post en su blog en el que abogaba por un referéndum.

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Siendo patrona de tantas causas dedicadas a terceros, parece lógico que ahora también abandere una que mejora la vida de un colectivo al que pertenece directamente. Parece justo que intente liberarlas de la presión estética que durante tantos años contribuyó a crear. Es normal que esté concienciada en este tema, ya que la primera afectada por esa presión fue ella misma. En gran parte por la relación que los hombres quisieron construir con ella entonces.

Aparte del coste en exposición mediática y en críticas sociales que le pueda suponer romper estos cánones, también hay que reconocerle a Pamela Anderson la generosidad de abanderar esta causa, ya que la gente famosa gana auténticas fortunas con la industria del maquillaje. Basta con fijarse en cómo Kylie Jenner y Rihanna se han hecho multimillonarias con sus propias líneas de cosmética. Y a los que estén tentados de decir que ella puede permitirse ir sin maquillaje porque es guapísima les invitaría a fijarse en el poco gozo que hacen algunas personas que van cubiertas de maquillaje. Vivir alineado con cómo se siente uno mismo es el mejor highlighter.

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