Cristina Brondo: "Rescataba renacuajos y, muchas veces, se hacían ranas enormes"

La actriz recuerda los veranos de infancia en el camping de Vilallonga de Ter

Barcelona"Era la persona más feliz del mundo. Me sentía muy libre y conectada con la naturaleza". Los mejores veranos de la actriz Cristina Brondo tuvieron lugar en el camping de Villalonga de Ter de los 4 a los 11 años, y también pasaba allí los inviernos. Primero, iban en tienda de campaña, y cuando vieron que lo de los campings les gustaba, se compraron una caravana. Pero ella sólo hacía cabeza para desayunar, comer y cenar. El resto del día rondaba con el grupo que había conocido allí con aquella libertad que le encantaba. "Mis padres estaban tranquilos y yo sentía que podía ir sola por todas partes. Comíamos cuando teníamos hambre. Jugábamos cuando queríamos jugar", comparte. Una sensación que desapareció cuando trasladaron el lugar de veraneo a la Costa Brava: "No me dejaban tan libre y aunque tenía el mar cerca, no era lo mismo. Me costó encontrar mi espacio".

El río era el escenario preferido de la actriz, que puede escuchar en la sección de teatro de El Entrelado en Radio 4. "Uno de los momentos que siempre recuerdo y que me emociona es cuando iba sola a jugar al río. Rescataba renacuajos que quedaban en balsas estancadas. Luego intentaba que crecieran y, muchas veces, se hacían ranas enormes", relata. A menudo, durante sus aventuras, se tropezaba con alguna piedra y terminaba empapada. "Recuerdo que una vez mi madre, después de cambiarme la muda tres veces, me dijo que si me volvía a mojar debería ponerme el pijama". Evidentemente, volvió a mojarse. "Supongo que lo que quería mi madre era que me pusiera el pijama y ya no me moviera de la caravana para no cabrear más", exclama divertida.

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Si no estaba en el río, se refrescaba en la piscina. Ahora bien, en las faldas de Vallter 2000, el agua estaba tan helada que los visitantes necesitaban 10 minutos de adaptación para meterse. La excepción era su abuelo Pepito, que se lanzaba de cabeza, entre las exclamaciones del resto de bañistas: "Toda la piscina hacía: «¡Ay, madre, que un día le cogerá un colapso!»” Con él y la abuela Montse pasaba la semana, esperando a que sus padres, que trabajaban, llegaran el fin de semana. Ahora vuelve con sus hijos al menos una semana al año y, actualmente, quien caza animalitos es el pequeño. "Le encanta cazar lagartijas como a mí. Es muy gratificante hacerlo ahora con él. Me gusta que tengan ese contacto con la naturaleza y que puedan estar despistes y jugando, que estemos en un lugar con tanto oxígeno, y fuera de la ciudad y el pueblo. Es un lugar con mucha paz".