El laboratorio africano de Wagner: oro, diamantes de sangre y una fábrica de vodka
La República Centroafricana fue el primer paso del desembarco de Rusia al continente y le ofrece lucrativos negocios
BanguiJunto a la Universidad de Bangui, en la polvorienta avenida principal de la capital de la República Centroafricana, se erige una inquietante estatua. Una mujer, arrodillada, abraza a dos críos asustados que se le aferran en el cuello. Delante de ellos, cuatro soldados les protegen: un hombre y una mujer de facciones africanas y dos soldados de rostro eslavo, en el centro. La escultura, a escala humana, fue inaugurada el noviembre del 2021 por el presidente Faustin-Archange Touadéra. Es un monumento a Wagner, la compañía rusa de mercenarios a quien debe su supervivencia en el poder. Otras estatuas como esta se habían erigido antes en Palmira (Siria), a Lugansk (Ucrania) y en Krasnodar (Rusia); la de Bangui es la primera conocida en la África.
La República Centroafricana fue el laboratorio del desembarco de Rusia en el continente. El gobierno de Touadéra pidió el 2017 a la ONU que levantara el embargo de armas que se había impuesto cuatro años antes sobre el país, después de la guerra entre las milicias Séléka y Antibalaka, que dejó más de 5.000 muertos. El presidente quería que las FACA, el ejército centroafricano, recuperaran el control de todo el territorio. Francia, la antigua metrópolis, no quería continuar implicada en el conflicto y sugirió que Rusia podía ser una buena alternativa. Moscú se ofreció a enviar armas al país y el Consejo de Seguridad autorizó la excepción al embargo. Los últimos soldados franceses se retiraron del aeropuerto de Bangui en diciembre pasado.
Mercenarios disfrazados de instructores
Per las armas rusas no llegaron solas. Vladímir Putin aprovechó la ocasión para ofrecer “instructores” que capacitaran al ejército centroafricano a usarlas. En 2018 llegaron las primeras y unos centenares de asesores, que en realidad eran mercenarios de la empresa de Ievgueni Prigojin.
La presencia de los hombres de Wagner no pasa desapercibida en la capital. En un supermercado donde los precios solo son asequibles a los extranjeros, encontramos cuatro hombres con uniforme de camuflaje que hablan ruso: dos van encapuchados y los otros dos llevan un tapacubos con una boca de esqueleto reprografiada. En la calle, vehículos 4x4 de color negro sin matrícula circulan a gran velocidad y obligan los conductores de moto-taxi a apartarse. En la piscina de la Hotel Ledger, el más lujoso de Bangui , jóvenes que hablan ruso exhiben su musculatura.
El estado cedió a Wagner la antigua finca de Jean-Bédel Bokassa, el militar golpista que se autoproclamó emperador en una ceremonia en 1976 que costó el equivalente a 100 millones de dólares y que organizaba cacerías para la entonces ministro de Finanzas francés, Valéry Giscard de Estaing. La finca tiene su propia pista de aterrizaje, de forma que entran y salen personas y mercancías sin ningún control del estado.
Desde la llegada de los primeros “instructores”, Wagner estableció bases con la excusa de apoyar al ejército local. Los camiones con armas llegaban del vecino Sudán. Enrica Picco, directora de África Central de la International Crisis Group, explica a ARA que “Rusia ha creado un modelo de éxito en la República Centroafricana, una especie de hub militar que ha servido de base para expandirse en otros países, como Mali o Burkina Faso”. Mercenarios de Wagner asumieron también la seguridad personal del presidente, y desde entonces allá donde va aparece rodeado de rusos. El exagente de la KGB Valery Zakharov fue nombrado consejero de Seguridad de la presidencia.
La crisis política permanente que sufre la República Centroafricana, con un estado fantasma que desde la descolonización francesa solo ha tenido una transición de poder pacífica, ha dado a los mercenarios rusos muchas oportunidades para demostrar su fuerza. En enero de 2021 los rebeldes de la Coalición de Patriotas para el Cambio (CPC), del expresidente y señor de la guerra François Bozizé –a quién habían prohibido presentarse a las elecciones para desafiar a Touadéra– atacaron Bangui. Touadéra pidió más apoyo a Moscú, que envió unos dos mil mercenarios. En dos semanas de combates en la capital, los rusos pararon el avance rebelde, junto con los otros aliados de Touadéra, los soldados de Ruanda.
Después lanzaron la contraofensiva avanzando sobre las ciudades controladas por los insurgentes para restablecer el control del ejército. La coalición rebelde, que continúa operando en regiones del interior –a pesar de que la mayoría de sus líderes se han exiliado a Chad y Sudán – ha quedado muy debilitada.
“Con el tiempo descubrimos que no eran instructores, sino mercenarios de Wagner”, explica un periodista centroafricano que pide el anonimato para proteger su seguridad. “Los rusos han entrado en todos los estamentos del ejército: incluso son ellos los que controlan el equipo de seguridad del presidente y también tienen unidades integradas en el estado mayor”.
La estabilidad se paga cara
Pero la seguridad tiene un precio, y cómo siempre ha hecho con las potencias extranjeras, la República Centroafricana lo paga con sus tesoros naturales: oro, diamantes y madera.
Una investigación reciente del proyecto francés All Eyes On Wagner (AEOW) y Dossier Center, vinculado a lo magnate opositor ruso Mikhaïl Khodorkovski, explica el funcionamiento de la sociedad Diamville, que tiene licencia del gobierno para exportar diamantes y oro. Las valiosas mercancías salen del país a través del vecino Camerún. Oficialmente, la sociedad está registrada a nombre de Bienvenu Patrick Setem Bonguende, que según Dossier Center es en realidad el conductor de Dmitri Sito, el jefe de Wagner en el país. Sito, que según el centro de investigación estudió el 2011-12 un máster en gestión cultural en la Universidad Internacional de Catalunya, en Barcelona, es el jefe de la Casa Rusia de Wagner y el diciembre pasado resultó herido en una mano en un ataque con un paquete explosivo. Fue trasladado a Moscú para recuperarse y allá recibió la visita del mismo Prigojin, que publicó fotografías de ambos en el hospital. El jefe de Wagner acusó a Francia del atentado.
La empresa Bois Rouge, que también forma parte de la constelación de Wagner en el país, es la que tiene la licencia para la exportación de la valiosa madera tropical: según AEOW, el gobierno de Bangui le ha concedido derechos ilimitados de explotación forestal en una superfície de 187.000 hectáreas.
“Ahora los mercenarios de Wagner se dedican a asegurar sus negocios. En las ciudades dejan un destacamento de las FACA, que continúa luchando contra los rebeldes, mientras que los rusos se interesan por las minas”, apunta otro investigador local que también prefiere proteger su identidad.
Después de siglos de expolio colonial, el país no tiene industria. Solo hay una fábrica de cerveza en Bangui, del grupo francés Castel, pero ahora Rusia también se ha apuntado a este negocio. Han lanzado una nueva marca, con el cínico nombre de Africa ti el Or (África del Oro), e incluso han construido una destilería de vodka, con la marca Wa na Wa (en la lengua local, el sango, se podría traducir como "fuego con fuego"), que la propaganda rusa vende como antídoto de todos los males.
Ataques contra civiles
Inicialmente, la población centroafricana vio la llegada de los instructores rusos como una fuente de estabilidad y seguridad, que contrastaba con el papel que había tenido la MINUSCA, la misión de los cascos azules de la ONU durante la rebelión de Séléka el 2013, cuando la violencia al país era generalizada e indiscriminada, en muchos casos ante la pasividad de las fuerzas internacionales, acusadas de complicidad con los rebeldes.
Desde el principio los rusos pusieron en marcha un aparato de propaganda local a través de la radio Lengo Songo, una de las más populares en Bangui, y una intensa actividad en las redes sociales, centrada sobre todo a denunciar Francia como poder occidental poscolonial. "Rusia no ha esclavizado nunca África: en cambio la OTAN asesinó [el rais libio] Gaddafi para robarle el petróleo", repiten. El partido Galaxie National organiza de vez en cuando manifestaciones antifrancesas y también ha movilizado manifestantes con carteles en defensa del Donbass y contra los "nazis" ucranianos, siguiendo de pe a pa la retórica del Kremlin.
Pero hoy el rastro de atrocidades de los mercenarios rusos ha hecho cambiar la opinión y cada son más los que comparan la presencia rusa con la colonización francesa. “Los mercenarios de Wagner violan mujeres, niñas y niños, igual que el ejército centroafricano y los grupos rebeldes”, afirma la portavoz de una asociación de supervivientes de violencia sexual. El periodista local recuerda episodios como el asesinato de dos jóvenes que habían robado gasolina, que fueron secuestrados de una comisaría y asesinatos presuntamente por mercenarios de Wagner: “Son muy violentos y nadie osa enfrentarse a ellos: las autoridades no hacen nada para parar su violencia”.
Human Rights Watch ha denunciado asesinatos, torturas y robos contra civiles a manos de los mercenarios. Un informe del verano pasado del ONG Armed Conflict Location afirma que entre enero del 2018 y el julio del 2022, un 52% de las acciones de violencia de los paramilitares rusos tuvieron como objetivo población civil. Por eso los partidos opositores critican al presidente por haber abierto la puerta a los mercenarios.
Con la guerra en Ucrania y el régimen de sanciones de los Estados Unidos y la UE contra los responsables políticos y militares rusos, y contra Wagner específicamente, Occidente ha empezado a presionar el gobierno de Bangui porque deje de financiar los mercenarios. La mitad del presupuesto del estado depende de los créditos del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que han establecido un régimen de declaraciones sobre las autoridades centroafricanas para demostrar que no están desviando el dinero recibido a Wagner.
Hace dos semanas estalló el escándalo cuando se filtraron documentos que demostrarían que el gobierno paga a Wagner 400 millones de francos CFA cada semana (unos 2,5 millones de euros al mes). El primer ministro se limitó a amenazar con sancionar los funcionarios del ministerio de Finanzas por la fuga de documentos. “El gobierno sabe perfectamente que Wagner lo puede hacer caer cuando quiera”, concluye el investigador.