Brasil

Las joyas regaladas por la familia real saudí acorralan a Jair Bolsonaro

El expresidente de Brasil, investigado también por un posible delito de fraude fiscal y de corrupción por obsequios no declarados

Joaquim Piera
y Joaquim Piera

Sao PauloLa generosidad de la casa de Sanoüd, la dinastía que ocupa el trono de Arabia Saudí con mano de hierro, es muy conocida por todas partes. Pero tiene un límite. Y la opinión pública brasileña se pregunta cuál es la razón que llevó a la monarquía más poderosa del golfo Pérsico a regalar durante su mandato a Jair Bolsonaro como mínimo tres estuches de joyas que no fueron declarados a Hacienda: el primero, en octubre de 2019, valorado en casi 100.000 euros, y en octubre de 2021 dos estuches más, de 3,4 millones de euros. No hay precedentes de obsequios de estado de esta opulencia, al menos en Brasil.

El caso ya tiene consecuencias policiales y judiciales. Bolsonaro, que volvió el jueves al país después de retirarse tres meses en Estados Unidos con la victoria electoral de Lula da Silva, ha sido investigado por la policía federal y el miércoles tendrá que declarar. Paralelamente, el propio cuerpo policial pondrá en marcha una segunda investigación sobre la relación entre el expresidente y Arabia Saudí, que se centrará en un posible delito de corrupción.

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Material de contrabando

El escándalo es mayúsculo porque la comitiva del entonces ministro de Minas y Energía, el almirante Bento Albuquerque, entró en octubre de 2021 en Brasil con los regalos sin declararlos. El estuche de las joyas para mujeres con un valor de 3 millones de euros (formado por unos pendientes, un anillo, un collar y un reloj, todos confeccionados con piedras preciosas, y un ornamento en forma de caballo con incrustaciones doradas) fue interceptado por agentes de la Hacienda Federal en la aduana del aeropuerto de Sao Paulo. Un militar lo llevaba dentro de una mochila.

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En ese mismo vuelo, un segundo paquete, el de joyas para hombres (con un anillo, una estilográfica, un reloj y un juego de botones de puño), con un valor estimado de 400.000 euros, dribló todos los controles, y consiguió entrar en territorio brasileño. El estuche fue depositado durante más de un año en una caja fuerte del ministerio de Minas y Energías y no fue entregado a Bolsonaro hasta noviembre pasado, como constata un recibo oficial, una vez ya había perdido la presidencia.

El almirante Bento Albuquerque expuso primero que los ítems retenidos eran “un regalo para la primera dama, Michelle Bolsonaro”, pero después ha cambiado dos veces la versión: ha negado que sus asesores trajeran ningún paquete y, después, ante la policía federal, ha señalado que eran “un regalo de estado”.

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Bolsonaro ha intentado desvincularse del asunto sin éxito. Y su esposa ha afirmado vehementemente en redes sociales que desconocía la existencia del obsequio. Esta postura se ha interpretado como una manera de hacer un cortafuego dentro del matrimonio, para que Michelle, que ha empezado su carrera política dentro del Partido Liberal (PL), salga indemne del escándalo. Ahora mismo, la mujer de Bolsonaro es el principal activo político de la familia y de la extrema derecha de cara a las presidenciales del 2026.

Cadena de delitos

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Hay una cadena de delitos en todo este asunto que salpican a Bolsonaro, ya arrinconado por las investigaciones de abuso de poder durando el mandato y la última campaña electoral, y por las implicaciones en el intento de golpe de estado del 8 de enero.

El primero es de contrabando y blanqueo de dinero, porque ninguno de los tres paquetes fue declarado en la aduana. El segundo sería de apropiación indebida y malversación, puesto que si eran regalos de estado, tendrían que formar parte del patrimonio público del presidente de la República. Bolsonaro, sin embargo, defiende que son obsequios “personalísimos” de uso privado y que, por lo tanto, no ha incumplido ninguna ley. Y, en tercer lugar, la utilización de la maquinaria pública para intentar recuperar ilegalmente el regalo requisado; porque inmediatamente después de consumarse la derrota ante Lula da Silva en octubre, Bolsonaro comandó perso­nalmente varias gestiones para recuperar las joyas, movilizando a militares y al jefe de la Hacienda Federal, Julio Cesar Vieira Gomes.

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A la desesperada, el 29 de diciembre, un día antes de marcharse hacia Estados Unidos, el gabinete de la presidencia envió al aeropuerto de Sao Paulo, en un vuelo oficial, a un sargento de la marina para convencer a los funcionarios de la aduana de que entregaran los regalos decomisados. En la grabación de las cámaras de seguridad, se observa al militar entregando un documento firmado por el teniente coronel Mauro Cid, brazo derecho de Bolsonaro, y por el jefe de la Hacienda Federal. Aún así, no lo consiguieron.

El Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) ha acatado una petición de la Fiscalía y ha obligado a Bolsonaro a devolver el estuche de joyas para hombre que se había quedado. La crisis no se ha cerrado. Ahora tendrá que devolver el tercer estuche –el que recibió en 2019–, que estaba escondido en una finca del excampeón mundial de Fórmula 1 Nelson Piquet, un fervoroso militante de extrema derecha.