Lula vs. Bolsonaro: los puntos clave que decidirán el futuro de Brasil
La extrema derecha intenta salvar los muebles pero todo apunta a una clara victoria del líder del Partido de los Trabajadores
Río de JaneiroLuiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), es el claro favorito a recuperar la presidencia de Brasil y echar al ultra Jair Bolsonaro, del Partido Liberal (PL), que gobierna desde 2019. La pregunta es si lo conseguirá este domingo por mayoría absoluta o si se tendrá que esperar a la segunda vuelta, el 30 de octubre. Encuestas en mano, el renacido ex dirigente cuenta con el 52% de intención de votos válidos (que no contabilizan ni los nulos ni los blancos), mientras que el bloque bolsonarista no pasa del 34% de apoyos.
La polarización ha transformado los comicios en un duelo antagónico: por un lado, Bolsonaro, que puede recibir un correctivo severo y ser el primer presidente desde la redemocratización en 1985 que no es elegido para un segundo mandato; y por el otro, Lula, en alza, resurgido después de superar todos los procesos judiciales por corrupción que lo llevaron a la prisión y le impidieron ser candidato en 2018. Muchos brasileños entienden los comicios como una especie de plebiscito entre democracia y autoritarismo. Estas son algunas de las claves que explican el estado de salud de los dos candidatos estrella que pueden decidir el futuro del país latinoamericano.
Bolsonaro, en horas bajas
La caquistocracia
Foro de Teresina, el podcast de política más escuchado en Brasil, ha viralizado el término caquistocracia –o sea, el gobierno de los peores– para referirse a la incompetencia de Bolsonaro y el equipo ministerial, que se ha reflejado en la paralización de la cartera de Educación, marcada por la corrupción y que ha tenido cuatro ministros en una legislatura. O en la gestión nefasta de la sanidad durante la pandemia. O en los sistemas de fiscalización en la Amazonia del ministerio de Medio Ambiente. También quedarán algunos nombramientos, como el de la ultraconservadora y pastora evangélica Damares Alves, ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, que intentó impedir el aborto de menores violadas. La extrema derecha ha fracasado a la hora de implementar su ideario en las políticas públicas. Un 60% del electorado desaprueba la manera de gobernar de Bolsonaro.
La pandemia pasa factura
Bolsonaro sin mascarilla, promoviendo aglomeraciones y boicoteando el aislamiento social para llegar a la inmunidad de grupo sin vacunas; burlándose de quien se ahogaba; diciendo que no hablaba de las víctimas porque no era un “sepulturero”; haciendo campaña antivacuna y negándose a responder 101 correos electrónicos a Pfizer; defendiendo el uso de la cloroquina y el llamado “tratamiento precoz”, que no tienen ninguna utilidad científica para combatir los efectos de la enfermedad. Son solo algunos ejemplos. Los 686.000 muertos de covid en el país son la consecuencia directa de la concatenación de despropósitos y aberraciones genocidas de la extrema derecha. Han pasado cuatro ministros de Sanidad y el peor de todos ha sido el general Eduardo Pazzuello, ejemplo caquistocrático por excelencia en la etapa más dura de la pandemia.
Gobernar para un tercio del país
Bolsonaro se ha salvado del impeachment por dos motivos. En primer lugar, porque ha comprado la estabilidad aceptando el chantaje del Congreso y permitiendo un “presupuesto secreto”, que son una serie de enmiendas parlamentarias que hacen muy difícil el rastreo de los recursos públicos. En segundo lugar, porque ha mantenido movilizados a los correligionarios más radicales, que representan un tercio del electorado. A lo largo de la legislatura, Bolsonaro ha sido un presidente débil y arrinconado. Ha aumentado la radicalización y esto se ha traducido en una pérdida constante de apoyos porque no todo el mundo estaba dispuesto a subir a un barco cada vez más ultra.
Lula, el salvador de la patria
Sin relevo en la izquierda
Que Lula da Silva, a los 76 años y tres legislaturas después de dejar la presidencia, sea el único candidato viable del Partido de los Trabajadores para ganar a Bolsonaro se puede entender como un fracaso de toda la izquierda para encontrarle un relevo competitivo. Al mismo tiempo, muestra la fuerza del exsindicalista, una figura histórica con impacto intergeneracional, capaz de ganar unas elecciones veinte años después de hacerlo por primera vez e imponerse entre el electorado más joven, que eran niños durante los ocho años de su gobierno y que lo ven como una solución actual para derribar a la ultraderecha.
Hacer política contra la polarización
Lula es el político más importante de la historia del Brasil moderno por su capacidad de tejer acuerdos transversales y pactar con sectores ultraconservadores, como por ejemplo los grandes productores agrícolas, los evangélicos o los militares, que han sido tres de los pilares de Bolsonaro. El exsindicalista se presenta como el pacificador del país con el eslogan “O Brasil da esperanza” y mira hacia adelante con un discurso de reconstrucción nacional y sin pasar facturas. El frente amplio, con nuevo partidos, y la presencia del candidato a vicepresidente, Geraldo Alckmin, un tradicional adversario socialdemócrata, escenifica el gobierno de concentración nacional que espera diseñar.
Gestor de eficacia comprobada
Las municipales del 2020 supusieron la derrota de la nueva política –de los partidos outsiders o antiestablishment, como el del propio Bolsonaro– para premiar a los gestores públicos durante la pandemia. Triunfó la política tradicional, arrinconada desde las manifestaciones que funcionaron como combustible para el impeachment de Dilma Rousseff en 2016. Este contexto favorece, y mucho, a Lula, que acabó el segundo mandato con una popularidad del 87% que lo convertía en 2010 en el líder político mundial mejor valorado. Las recetas del líder del PT, puestas en práctica con éxito dos décadas atrás, tienen plena vigencia en el contexto actual de crisis económica: lucha contra la inflación, aumento del salario mínimo, impulso de los programas sociales, erradicación del hambre o inclusión de los pobres en el mercado laboral y de consumo.