India y Pakistán: ¿un acuerdo duradero o una tregua táctica en la guerra de potencias?

BeirutDespués de semanas de tensión creciente en Cachemira, el presidente Donald Trump ha sorprendido este sábado con el anuncio de que India y Pakistán han acordado un alto el fuego total e inmediato. El gesto ofrece un respiro en un conflicto de larga duración, marcado por múltiples enfrentamientos armados y un saldo de víctimas que se cuenta por miles a lo largo de las décadas. El anuncio revela también un giro más profundo, ya que el papel de las grandes potencias ha cambiado y, con ello, la lógica de la contención regional.

Durante décadas Washington intentó equilibrar su relación con ambos países. Consideraba Pakistán como un socio útil en las guerras de Oriente Próximo y Afganistán, mientras veía en la India un gigante emergente con peso económico y potencial estratégico. Esta fórmula empezó a romperse en el 2019, cuando un atentado suicida mató a decenas de soldados indios en Cachemira. La India respondió bombardeando territorio paquistaní, y el gobierno de Trump apoyó a Nueva Delhi sin matices. Desde entonces, Washington ha dejado claro cuál es su prioridad.

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En el segundo mandato, Trump ha profundizado en esta alianza. India y EEUU comparten inteligencia, realizan ejercicios militares conjuntos y fortalecen su cooperación en el Indopacífico a través del grupo Quad, junto con Japón y Australia. Para la Casa Blanca, India es clave en la estrategia para contener a China, y esta prioridad geopolítica domina su política en Asia. En este nuevo tablero, Pakistán ha quedado marginado.

El reciente alto el fuego no cambia esta lógica. Washington ha celebrado la tregua sin ofrecer mediación ni comprometerse a facilitar el diálogo. Ya no busca prevenir una guerra en el sur de Asia. Su objetivo principal es que India no pierda influencia frente a su competidor regional. Cualquier acción que refuerce a su aliado principal tiene más peso que mantener una postura de equilibrio.

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Pakistán se acerca a China

Ante este nuevo escenario, Pakistán ha reajustado su estrategia. Sin apoyo estadounidense, ha apretado los vínculos con China. Islamabad participa desde hace años en el Corredor Económico China-Pakistán, uno de los pilares de la Nueva Ruta de la Seda. En los últimos meses, esa relación se ha intensificado con nuevas inversiones, acuerdos tecnológicos y ejercicios militares conjuntos. Pekín, que antes mantenía cierta distancia, ahora se presenta como socio prioritario en múltiples frentes. Cachemira deja de ser un conflicto exclusivamente bilateral y se convierte en una expresión local de la competencia global entre potencias.

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El anuncio de la tregua coincide con señales contradictorias procedentes de Nueva Delhi. Informes recientes indican que el primer ministro indio, Narendra Modi, busca replicar la estrategia israelí en Gaza. Su objetivo sería mantener un firme control sobre un territorio conflictivo, justificar las acciones internas como medidas de seguridad y enviar un mensaje claro a Washington. Si Estados Unidos apoya a Israel a pesar de las críticas internacionales, India espera recibir un trato similar.

Nuevas alianzas por los huecos dejados por Trump

Esta visión pragmática y directa define el enfoque internacional de Trump. Apoya a quienes están alineados con Washington y evita involucrarse en disputas que no afectan a sus intereses inmediatos. Esta lógica puede ofrecer resultados a corto plazo, pero deja espacios vacíos. China avanza cada vez que Estados Unidos se repliega, mientras Rusia aprovecha las fisuras para posicionarse como alternativa. Y emergen nuevas alianzas sin que Washington tenga participación activa.

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El sur de Asia se transforma en un campo de rivalidades estratégicas. El conflicto entre India y Pakistán ya no sólo gira en torno a disputas fronterizas, sino que se inscribe en una nueva guerra fría. India y Estados Unidos se alinean frente a China y Pakistán. Lo que ocurre en Cachemira no solo tiene impacto local, sino que es seguido de cerca en Pekín, evaluado en Washington y analizado en Moscú.

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Los civiles siguen siendo los más afectados. Cachemira sigue bajo estricta vigilancia, los derechos están recortados y el temor a una nueva escalada es constante. La tregua anunciada por Trump puede ofrecer un respiro momentáneo, pero no garantiza una estabilidad duradera. Si las potencias no actúan con visión de largo plazo, cualquier menor incidente podría reactivar la violencia.

El alto el fuego refleja el cambio de estas dinámicas. La diplomacia pierde fuerza frente a los intereses estratégicos. Y la paz, en ese nuevo escenario, ya no depende únicamente de Delhi e Islamabad. Ahora está en manos de lo que hagan, o dejen de hacer, las grandes potencias.

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