El régimen de los talibanes dio asilo a Osama Bin Laden cuando se convirtió en el hombre más buscado del mundo. El líder de Al-Qaeda estableció su cuartel general en Afganistán, y por eso después de los atentados del 11-S los Estados Unidos atacaron el país asiático con el objetivo de capturarlo. Sin embargo, entonces no lo pudieron localizar. Tuvieron que pasar diez años para encontrarlo: estaba en la localidad de Abbottabad, en Pakistán, un país teóricamente aliado de Washington. Fuerzas especiales estadounidenses entraron en el país el 2 de mayo de 2011 y lo abatieron en una operación cuya legalidad ha sido muy cuestionada. Después lanzaron su cuerpo al mar de Arabia con el objetivo de hundir el consorcio terrorista que él había creado.
Bin Laden, el hombre más buscado del mundo
EE.UU. llegó a ofrecer una recompensa de cinco millones de dólares por localizar al terrorista saudí, creador de la red Al-Qaeda y artífice de los atentados
Sus compañeros de universidad lo recuerdan como una persona silenciosa, sencilla y algo tímida, nada que ver con la imagen que se tuvo de él después. De hecho, lo único que lo distinguía era su inconfundible apariencia: era especialmente alto (casi dos metros) y exageradamente delgado (apenas superaba los setenta kilos). Osama bin Laden se convirtió años después en el hombre más buscado del mundo. Los Estados Unidos llegaron a ofrecer una recompensa de cinco millones de dólares para quien pudiera localizarlo. Fue el artífice de los atentados del 11-S, que sacudieron el mundo y cambiaron el transcurso de la historia. Pero ¿quién era realmente Bin Laden y cómo logró crear una red terrorista, Al-Qaeda, que atentó en pleno corazón de los Estados Unidos?
Bin Laden nació en la ciudad saudí de Riad, aunque era el séptimo hijo de un empresario yemení, Muhammad bin Laden, que se había trasladado a la monarquía petrolífera para hacer fortuna. Su padre no apostó por el oro negro como habían hecho otros sino por el ladrillo, y ese fue su principal acierto: compró una empresa de construcción que primero ganó renombre haciendo una carretera para los peregrinos que se dirigían a la Meca y después adaptando con rampas y ascensores el palacio del rey Saud, que estaba postrado en una silla de ruedas. De esta manera se ganó también el favor del monarca, que ordenó que a partir de entonces se confiara a Bin Laden todos los encargos importantes del país. Y así es como el padre de quien sería después el líder de Al-Qaeda se convirtió en rico y también en una de las personas más influyentes de Arabia Saudí.
Muhammad bin Laden murió muy pronto, en 1967, en un accidente aéreo. Pero esto no afectó a su negocio, sino todo lo contrario: sus hijos se encargaron de expandirlo. Abrieron filiales en América, Asia y Europa, e invirtieron en cualquier sector que les pudiera reportar beneficios: telecomunicaciones, petróleo, industria química, turismo. De esta manera comenzaron a colaborar con empresas en cuyos consejos de administración había antiguos altos cargos de la administración norteamericana, y a relacionarse con la élite política de los Estados Unidos. De hecho, las revistas Forbes y Fortune consideraban a la familia Bin Laden una de las más poderosas del mundo.
Lógicamente, Osama bin Laden también se benefició de toda esta opulencia, aunque él era un niño -solo tenía 11 años- cuando murió su padre. Pero entonces ya recibió como herencia casi cien millones de dólares. Y con 15 años ya era propietario de una cuadra de caballos de carreras, que se convirtieron en su pasión. Estudió en las mejores escuelas y se graduó en administración de empresas en la Universidad Rey Abdulaziz, en Jedda. De joven viajó por media Europa y Estados Unidos, y malgastó dinero a raudales en discotecas, bares y clubes nocturnos. A pesar de ello, nunca se sintió aceptado ni en Oriente ni en Occidente, ni siquiera en su propia familia.
El conjunto de la familia Bin Laden procedía de los clanes conservadores de Yemen y de Arabia Saudí, excepto la madre de Osama, Aliya, que era siria y fue la cuarta y última mujer oficial de su padre. Esto hizo que en el seno de la familia se la considerase una extranjera y, de paso, también a su hijo. Las diferentes mujeres del patriarca vivían en casas separadas, así que Bin Laden tuvo poca relación con sus hermanos y siempre fue considerado la oveja negra de la familia.
Cuando en 1979 la Unión Soviética invadió Afganistán y miles de musulmanes de todo el mundo acudieron al país asiático con el objetivo de salvarlo del comunismo, Bin Laden fue uno de los tantísimos voluntarios que se unieron a la llamada guerra santa. Durante su época de estudiante ya se había radicalizado y se había unido a los Hermanos Musulmanes, pero en la guerra afgana encontró su verdadera motivación.
Ahora bien, nunca estuvo en el frente de batalla, sino que se dedicó a lo que sabía hacer mejor después de haber estudiado administración de empresas: gestionar. Se encargó de la llamada Agencia al Servicio de la Guerra Santa, que se dedicaba a recaudar dinero para comprar fusiles y billetes de avión para los voluntarios que querían ir a la guerra, y alquilar inmuebles donde se pudieran alojar. Fue en esa época cuando entró en contacto con los servicios secretos de Estados Unidos y de Pakistán, que también se volcaron en la guerra afgana con el objetivo de derrotar al enemigo comunista. Afganistán se convirtió en aquellos años en un campo de batalla más de la Guerra Fría.
Ahora bien, nunca estuvo en el frente de batalla, sino que se dedicó a lo que sabía hacer mejor después de haber estudiado administración de empresas: gestionar. Se encargó de la llamada Agencia al Servicio de la Guerra Santa, que se dedicaba a recaudar dinero para comprar fusiles y billetes de avión para los voluntarios que querían ir a la guerra, y alquilar inmuebles donde se pudieran alojar. Fue en esa época cuando entró en contacto con los servicios secretos de Estados Unidos y de Pakistán, que también se volcaron en la guerra afgana con el objetivo de derrotar al enemigo comunista. Afganistán se convirtió en aquellos años en un campo de batalla más de la Guerra Fría.
La primera ocasión en la que Bin Laden consideró que era necesario movilizarlos fue cuando los vehículos blindados de Saddam Hussein invadieron Kuwait en 1990. El líder de Al-Qaeda ofreció ayuda al rey Fahd, de Arabia Saudí, para hacer frente al dictador iraquí, pero, para su sorpresa, el monarca declinó la movilización de los combatientes musulmanes y prefirió que miles de tropas estadounidenses se desplegaran en la monarquía petrolífera. Bin Laden lo consideró una ofensa: ¿cómo era posible que el monarca saudí permitiera la llegada de miles de infieles a la patria del profeta Mahoma? A partir de entonces declaró la guerra a los Estados Unidos y a todos sus aliados: asesinarlos era un deber religioso para los musulmanes de todo el mundo, aseguraba.
De esta manera comenzaron los atentados contra intereses estadounidenses en todo el mundo. Por ejemplo, en 1998 unos terroristas hicieron volar las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania. Más de 200 personas murieron. Y en el 2000 unos suicidas atacaron el destructor de la marina estadounidense USS Cole, que estaba atracado en el puerto de Adén, en Yemen. Sin embargo, el atentado que sin duda haría temblar al mundo fue el del 11 de septiembre de 2001, cuando aviones pilotados por terroristas suicidas se estrellaron contra el Pentágono y contra las torres del World Trade Center, en Nueva York, y miles de personas quedaron sepultadas. Osama Bin Laden confesó después que preveía que los pisos superiores de las torres se incendiaran por el impacto de las aeronaves, pero que nunca se había imaginado que los edificios se desmoronarían por completo. El atentado tuvo más consecuencias de las que él mismo se imaginaba.