Centenares de mujeres salen de Polonia cada año para poder abortar

Organizaciones en países vecinos como la República Checa hacen de puente entre médicos y mujeres a las que la ley polaca no permite abortar

Cristina Gironès
y Cristina Gironès

PragaYa hace un año desde que las manifestaciones en contra de la prohibición del aborto en Polonia inundaron las calles de las grandes ciudades europeas. Desde entonces, la situación de miles de mujeres ha empeorado, puesto que no pueden acceder a un proceso de interrupción del embarazo seguro y legal. La defunción de una mujer, Agnieszka, a finales de enero debido a la prohibitiva ley trascendió a los medios de comunicación y se sumó a un caso muy similar documentado en noviembre pasado. Como ellas, otras muchas mujeres quieren o necesitan acceder a un aborto y no pueden hacerlo, cosa que pone en riesgo su propia vida. Y es que, a pesar de que esta intervención sigue siendo legal en Polonia en caso de violación, incesto o riesgo vital, muchos profesionales rechazan llevarla a cabo por estigma o por conciencia.

Ewa (nombre ficticio) quería tener un hijo, pero a la vigésima semana de embarazo le dieron los resultados de unas pruebas que aseguraban que el feto tenía graves problemas congénitos. Enseguida buscó información, pero nadie pudo ayudarla, hasta que se puso en contacto con el colectivo Ciocia Czesia. Muchas mujeres están encontrando apoyo más allá de las fronteras de Polonia en grupos informales como este. Jolanta Nowaczyk es una de las voluntarias de esta asociación, que ha ayudado con el proceso de aborto a más de 700 mujeres durante el 2021. “Ciocia Czesia significa tía checa en polaco. Es un colectivo informal. Somos doce personas trabajando de manera voluntaria, por convicción”, explica la activista.

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Su función es transversal. Por un lado, investigan qué hospitales y clínicas de la República Checa están dispuestos a ayudar a abortar a mujeres extranjeras, y, por el otro, se dedican a hacer de puente entre los médicos y las mujeres que contactan con ellas. “Nos escriben pidiendo ayuda, y después analizamos la situación e intentamos encontrar la mejor solución. Hay que tener en cuenta varios factores, como las restricciones por el covid. Y, evidentemente, les ofrecemos apoyo psicológico y emocional”, detalla Nowaczyk. Este colectivo también ofrece la posibilidad de financiar totalmente o parcialmente la operación, un dinero que suelen conseguir vía donaciones.

Según Nowaczyk, casi en todos los casos el proceso es fácil y rápido. Sin embargo, recuerda la situación de una mujer que la marcó especialmente. “Ella quería venir a la República Checa a abortar, pero entonces su pareja se enteró y se lo prohibió”, destaca la activista. “No volvimos a saber nada más de ella”, añade. Cuando pasan estas cosas, Ciocia Czesia intenta derivar el contacto a otras organizaciones que pueden ofrecer un apoyo diferente. “Hay algunas problemáticas que van más allá del aborto y que se nos escapan, como la violencia de género o la pobreza”, afirma. Además, el grupo también atiende a mujeres que han sido violadas. Y es que, aunque la ley polaca considere esta causa para poder abortar, antes hay que demostrarlo judicialmente. “Esto es casi imposible, puesto que requiere mucho tiempo, y solo tienes doce semanas”, explica Nowaczyk, que también relata situaciones en las que la mujer agredida ni siquiera intenta probar la violación porque es un proceso traumático y revictimizador.

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Trabas legales y apoyo mutuo

Como Ciocia Czesia, hay otros colectivos similares en países como Austria y Alemania. “Nuestro nombre, Ciocia [tía], también es una referencia a grupos ya existentes en Berlín y Viena, que empezaron antes que nosotras”, explica Nowaczyk. Y es que “también era necesario" que estuvieran antes, apunta, “cuando la ley todavía no era tan restrictiva pero ya era una de las más limitadas de Europa”. A veces, la mejor solución para una mujer es viajar más lejos, a Europa Occidental, puesto que si no puede abortar farmacológicamente –que es la opción más fácil– lo tiene que hacer quirúrgicamente.

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En el primer caso se puede llevar a cabo fácilmente en la República Checa; solo es necesario que sea antes de las doce semanas de embarazo. Es a demanda y cuesta aproximadamente 500 euros. El segundo caso, sin embargo, es más complicado. Son embarazos más tardíos, hasta las 24 semanas, y se necesitan motivos médicos, como una patología embrionaria, para que los médicos checos acepten la operación. Además, esta intervención suele costar unos 1.200 euros y hacen falta los resultados de pruebas hechas en Polonia para demostrar la necesidad médica. Por lo tanto, hay veces en las que Ciocia Czesia remite a las mujeres con los casos más complicados a los Países Bajos o a Alemania, donde la legislación es más liberal.

Aparte de estas dos opciones, hay una tercera que es la más barata, pero tiene riesgos legales: existe la posibilidad de comprar pastillas online y recibirlas en casa. Asociaciones como Abortion Without Borders gestionan esta compraventa dentro de la Unión Europea a través de su página web.

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Praga, destino más común

Sea como sea, a menudo las polacas apuestan por intentar abortar en la República Checa, por proximidad lingüística y geográfica. Pero a pesar de ser el destino más popular, el país centroeuropeo sigue teniendo cierto vacío legal en este sentido. “No es en ningún caso ilegal”, destaca Nowaczyk, pero lo cierto es que la situación es un poco confusa. La Cámara Médica prohíbe a sus miembros practicar abortos a extranjeras sin residencia en el país acogiéndose a una ley de 1986. Contrariamente, sin embargo, el ministerio de Salud especificó en 2016 que todas las mujeres de países miembros de la Unión Europea tienen derecho a ello, gracias a los acuerdos internacionales que el estado ha subscrito.

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Toda esta situación genera una sensación de miedo en muchos centros de salud. “Es necesario que repitamos una y mil veces que es totalmente legal para que nos acepten”. La activista recuerda el caso de Ània (nombre ficticio), que abortó en Liberec a través de este colectivo. Ahora su marido la quiere llevar a juicio, puesto que considera que ha cometido un delito. "Pero tenemos que seguir, por todas las mujeres que nos contactan diciendo «Necesito vuestra ayuda, no quiero acabar como Agnieszka»”.