Europa reabre el debate sobre la vacunación obligatoria

La aceleración de contagios lleva a muchos gobiernos a impulsar medidas contundentes contra los no vacunados

BarcelonaLos mensajes han sido prácticamente idénticos y se han intensificado en las últimas semanas. Emmanuel Macron, presidente de Francia, el 9 de noviembre: "Apelo a la responsabilidad de las personas que no han recibido ninguna vacuna: vacunaos". Jens Spahn, ministro de Sanidad alemán en funciones, el 8 de noviembre: "Estamos viviendo una pandemia de los no vacunados, que es masiva". Alexander Schallenberg, canciller de Austria, el 12 de noviembre: "Es lógico que las personas que no se han vacunado tengan menos libertades. Hay que vacunarse". En otros países, como la República Checa, han optado por imágenes: el ministerio de Sanidad lanzó la semana pasada una campaña en la que se muestran fotos de pacientes reales de covid-19 en situación crítica o, directamente, de personas muertas por la enfermedad, acompañadas de frases como "No creía en las vacunas" o "Pensó que todavía tenía tiempo [de vacunarse]".

Superada la carrera frenética para conseguir dosis suficientes para inmunizar a toda la población, los gobiernos de Europa hace meses que tienen otro objetivo: vacunar a la parte de la población que, hasta ahora, no lo ha querido hacer. Las primeras medidas las vimos a principios de verano, con limitaciones para los ciudadanos no inmunizados como por ejemplo no poder entrar en los restaurantes, los teatros o el transporte público. Con el tiempo, el uso del certificado de vacunación se ha generalizado en la mayoría de estados europeos -España, que solo lo pide en locales de ocio nocturno, es una de las excepciones-. Pero ha sido en los últimos días cuando varios gobiernos -especialmente de la Europa central y del este- han optado por restricciones mucho más contundentes.

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El covid-19 ha vuelto a coger fuerza en países como Austria, Alemania, los Países Bajos, la República Checa o Eslovaquia, que han registrado niveles de contagio récord -o casi- desde que empezó la pandemia y, lo más preocupante, han visto cómo en algunos casos el sistema sanitario se tensionaba hasta el borde del colapso. Alemania, por ejemplo, ha tenido que empezar a trasladar a enfermos graves de covid hacia Italia, escenas que rememoran momentos muy oscuros de los primeros meses de pandemia.

Los gobiernos lo tienen claro: atribuyen la nueva oleada de la enfermedad a los ciudadanos que no se han querido poner la vacuna. La tasa de inmunización de estos países es baja si se compara con los del sur de Europa: la mayoría no llegan al 60% de la población con la pauta completa, y hay casos especialmente chocantes como Rumanía (el 35% con la pauta completa), Bulgaria (23%), Eslovaquia (45%) o Polonia (53%). Alemania y Austria tienen el 67% y el 64% de ciudadanos completamente vacunados respectivamente.

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El precedente de Austria

Este último país, Austria, ha sido pionero en dos medidas que, como mínimo desde un punto de vista político, marcan un antes y un después en la pandemia. En primer lugar, el gobierno del canciller Alexander Schallenberg sorprendió a todo el mundo la semana pasada decretando el confinamiento de la población no vacunada exclusivamente: los austríacos que no se habían inmunizado solo podían salir de casa para ir a trabajar, al médico o al supermercado. Ahora, el confinamiento se ampliará a toda la población a partir del lunes, cosa que convertirá a Austria en el primer país de la Unión Europea que decreta restricciones generalizadas como las que se vieron en 2020 y el invierno pasado. Conscientemente o no, ha marcado un precedente: en los últimos días, Alemania, Eslovaquia o la República Checa han aprobado medidas de confinamiento solo para los no vacunados similares a la austríaca. Rumanía, en cambio, ya encontró una fórmula el 25 de octubre: los no vacunados no pueden salir de casa entre las diez de la noche y las cinco de la madrugada.

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En segundo lugar, Viena se erige también en pionera después de anunciar, el viernes, que impulsará una ley para que la vacunación sea obligatoria para todo el mundo a partir de febrero. No es poca cosa. La vacunación obligatoria es un melón que ningún gobierno democrático quiere abrir. No solo porque es un tema extremadamente inflamable porque cuestiona libertades fundamentales o acentúa la polarización, sino porque saben que la medida vendrá acompañada de un desgaste político considerable.

Antes de Austria, Francia e Italia fueron los primeros países en hablar de ello abiertamente. Macron avisó de que hacía falta "valorar hacer la vacunación obligatoria para todo el mundo" y Mario Draghi dijo que estudiaría obligar a los italianos a vacunarse "cuando la situación lo permita". Estas palabras, por ahora, no se han materializado, pero París ha decretado que los funcionarios tienen que estar vacunados si no quieren que se les retire el sueldo, y Roma hace meses que obligó a los profesores y los sanitarios a inmunizarse.

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"Fatiga pandémica"

La Organización Mundial de la Salud (OMS) denominó "fatiga pandémica" al cansancio de la población derivado de las restricciones impuestas por las autoridades para conseguir frenar la expansión del virus. Este agotamiento social se ha traducido en manifestaciones bastante multitudinarias en contra de los confinamientos y del certificado de vacunación. Alemania, Italia, Francia y los Países Bajos, entre otros, han sido escenarios recurrentes, con presencia destacada de colectivos negacionistas, antivacunas y vinculados a la extrema derecha.

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Llega el invierno y, con Europa convertida de nuevo en "el epicentro mundial de la pandemia" –tal como subrayaba hace unos días Hans Kluge, director regional europeo de la OMS–, se espera más fatiga pandémica en las calles, como ya se ha empezado a ver en las últimas horas. El viernes por la noche, la policía neerlandesa realizó disparos al aire para disuadir una manifestación en Rotterdam en contra del confinamiento parcial implementado por el gobierno de Mark Rutte. Dos personas fueron heridas de bala. Este sábado ha habido manifestaciones contra las restricciones en Copenhague, Zagreb o Viena.