Un día con los forenses de Ucrania: "No damos crédito a todo lo que estamos viendo"
Un equipo de exhumadores investiga crímenes de guerra perpetrados por las tropas rusas en la región de Járkov
Járkov (Ucrania)Nada ni nadie puede consolar a Olga. Destrozada y abatida, esta madre ucraniana de 67 años tan solo tiene fuerzas para llorar y gritar al viento que ha perdido a su hijo. Vestida de negro y acompañada por su marido, que no puede pronunciar palabra, esperan al equipo de fiscales y forenses que investigan posibles crímenes de guerra en la región de Járkov. En los últimos días, este grupo ha localizado más de trece cuerpos de civiles supuestamente asesinados por las tropas rusas. Temen que la cifra se dispare, porque cada día reciben más peticiones de investigación.
Bajo la mirada de periodistas y cámaras, los voluntarios que acompañan a los expertos empiezan a exhumar el cuerpo de este ucraniano de 38 años que compartía nombre con el padre: Volodímir. Está sepultado en el jardín de su casa desde el 15 de marzo. Aquel día, según sus padres, conducía con un amigo hacia su pueblo, Mala Rohan, para distribuir ayuda humanitaria. Era una ruta que solía hacer desde Járkov, donde se había desplazado con sus padres a primeros de la invasión rusa para estar más protegidos. Pero en Volodímir no quería renunciar a ayudar su gente y aquellas semanas era un voluntario más.
La familia explica que en un punto de la carretera se encontraron con un tanque ruso, que atacó directamente el coche. Él murió en el acto y el amigo sobrevivió. Dos meses después, la escena del presunto crimen continúa intacta. Hasta allí se traslada este equipo, después de exhumar el cuerpo, guiado por la madre, que recuerda perfectamente el lugar donde está el coche, ahora totalmente calcinado. Una vez allí los fiscales empiezan a hacer fotografías y a recopilar algunas pruebas. La madre también ayuda a buscar piezas o cualquier cosa que pueda servir para demostrar el ataque contra su hijo.
Olga, de hecho, conoce bien el escenario. Ella y su marido fueron quienes localizaron el cuerpo de su hijo cuando les llegó la noticia. También fueron ellos quienes trasladaron, en brazos, su cadáver hasta casa. Anduvieron quince kilómetros para enterrarlo. “Es una de las historias más duras que hemos conocido desde que hemos empezado las investigaciones”, explica el jefe de los fiscales del distrito de Járkov, Aleksandr Ivanenkov. El fiscal también reivindica la importancia de su trabajo y reconoce que, a pesar de que muchas veces los crímenes no se pueden demostrar ante los tribunales, al menos hay que intentarlo. “Mi tarea hacía unos meses consistía en investigar asesinatos, robos... Para mí era inimaginable tener que investigar posibles crímenes de guerra. No damos crédito a todo el que estamos viendo y recopilando”, se lamenta.
Sin poder despedirse
Y es que la historia del Volodímir es tan solo una de las muchas que su equipo investiga desde que la mayoría de estos pueblecitos de la cercanía de Járkov ya no están bajo la ocupación de las tropas rusas. El mismo día también investigan el caso del Valeri, otro civil ucraniano probablemente asesinado a disparos por soldados de Moscú. El hombre tenía 51 años y también estaba en el municipio de Mala Rohan. Casado y con una hija de 21 años, Valeri decidió quedarse en el pueblo y que su familia se refugiara en Polonia, como muchos ucranianos. Pero a mediados de marzo su cuerpo fue encontrado en la puerta de casa de unos amigos y unos días después alguien colgó una fotografía en internet. “La exhumación del cuerpo nos muestra que este hombre seguramente ha sido asesinado con una pistola automática. Vemos orificios de bala en la cabeza”, comenta Ivanenkov.
Hoy, el único familiar que asiste a la exhumación es su tío. Con los ojos llorosos atiende a la prensa: “No tengo palabras para expresar lo que siento. Espero que nadie sienta jamás el dolor que tengo desde la pérdida de mi familiar”. Su mujer y su hija siguen en Polonia. Saben que Valeri ha sido asesinado, pero pasará mucho tiempo hasta que puedan despedirse.