El espía, el príncipe y los políticos: ¿hay en el Reino Unido una cruzada contra China?
Londres se plantea controlar las actividades de China en Reino Unido
LondresLas relaciones entre Londres y Pekín se han enrarecido significativamente en los últimos días. Uno comunicado emitido este martes por la embajada china en Londres pide a una serie de diputados británicos que dejen "inmediatamente de crear problemas", y que detengan "las manipulaciones políticas antichinas". El texto asegura que existe un intento abierto por parte de determinados parlamentarios de "difamar a China" y "socavar los intercambios normales de personas" entre ambos países.
El vaso derrama periódicamente desde hace seis años, cuando se empezó a hacer evidente que Hong Kong pasaría por el aro de Xi Jinping, y también, posteriormente, a causa del apoyo de Pekín en la Rusia de Putin en la guerra de Ucrania. El lío más reciente estalló la semana pasada, cuando se supo que el príncipe Andrés, hermano de Carlos III y tercer hijo de la difunta reina de Inglaterra, Isabel II, consideraba un "íntimo muy cercano" al empresario Yang Tengbo, de cincuenta años y supuesto espía al servicio de Pekín. Según el MI5, la inteligencia interior británica, Tengbo ha participado en "actividades encubiertas y engañosas" en nombre del Partido Comunista Chino. El empresario, al que se le ha prohibido la entrada en Reino Unido, lo niega.
En todo caso, Yang Tengbo, que también se encontró con los premiers David Cameron y Theresa May, habría proveído al príncipe de suficiente dinero en los últimos años para que su alteza no pasara necesidades, desde que vive casi repudiado por la familia real –ni siquiera celebrará Navidad con el rey Carlos III. Cayó en desgracia a raíz de mantener relaciones sexuales con una menor a principios de los años 2000, y por sus vínculos con el millonario estadounidense y pedófilo confeso, Jeffrey Epstein, y su expareja, Ghislaine Maxwell, ahora en prisión en Estados Unidos por tráfico sexual de menores. Una ayuda económica a cambio de ser introducido en los círculos más exclusivos de la realeza y la vida social y económica de las islas.
Un romance roto
Hace casi una década, la relación entre Pekín y Londres era muy distinta. Se hablaba de época dorada entre ambos países. Hasta el punto de que en octubre del 2015, el líder chino, XI Jinping, paseó en carroza con Isabel II por The Mall, la avenida entre Trafalgar Square y el palacio de Buckingham. Banderas chinas y británicas ondeaban a ambos lados del recorrido. El amigo chino fue tratado a corazón qué quieres por el entonces primer ministro conservador, David Cameron, y por su ministro de Economía, George Osborne. Donde unos veían riesgos –poner en manos de inversores chinos infraestructuras claves, como centrales nucleares de nueva creación–, el premier y el jefe del Tesoro veían oportunidades de negocio y crecimiento económico.
Pero el amigo chino es ahora un apestado. Y en Reino Unido –y también en Estados Unidos del presidente electo Donald Trump– soplan tiempo de guerra. Al menos, de guerra comercial. Y Downing Street vive estos días bajo una intensa presión de los grupos y lobbies antichinos para que declare al gigante asiático una amenaza para la seguridad nacional. El resbalón de Andreu favorecería esta perspectiva.
A primeros de año, además, Londres debe decidir dónde coloca China en lo que se conoce como Nuevo Registro de Influencias Extranjeras. Se trata de un programa diseñado para combatir esa influencia que sea de carácter encubierto, como la que habría llevado a cabo el empresario Yang Tengbo. La condición más grave es el llamado "nivel reforzado". Si el gobierno Starmer sitúa a China en esta calificación, esto obligaría a todas las personas que trabajan para el estado chino o para empresas afiliadas a registrar su presencia y actividades en el Reino Unido. De hecho, éste ha sido el consejo del MI5. Sin embargo, si se da el paso, las repercusiones podrían ser enormes. Bancos como HSBC o Standard Chartered, con importantes intereses en China, han advertido contra la medida. Pero también sufrirían las universidades, ya suficientemente castigadas por el Brexit. Datos oficiales indican que 154.000 estudiantes chinos realizaron estudios superiores en Reino Unido en el curso 2022-23. Es el 25% de la población estudiantil extranjera, que paga unas matrículas superiores a 35.000 euros.
El diputado Iain Duncan Smith, uno de los más críticos con China, volvió a decir el lunes, en el Parlamento, que la actividad de Yang Tengbo puede ser "una más de las muchas que se hacen de este tipo a plena luz del día". "No podemos acercarnos demasiado a China –sostiene–, porque cuando lo hacemos se relajan todas las protecciones. Y si no se tiene cuidado, se aprovechan, como ya lo han hecho con la tecnología o la propiedad intelectual" . Smith ha insinuado que muchos de los universitarios que pasan por caja cuando se matriculan en las facultades podrían ser espías: "Ya tenemos estudiantes infiltrándose en compañías con contratos de defensa. Estudiantes que habían sido educados en las universidades de inteligencia de la China". Profesionales que, según el diputado y ex líder conservador, forman parte de un ejército de 40.000 hombres y mujeres que, a distintos niveles, realizan tareas de espionaje global para Pekín.
Política interna y batalla exterior
Más allá del ruido habitual de partidarios y contrarios a normalizar unas relaciones deterioradas en los últimos años, lo que verdaderamente se discutirá en Londres en las próximas semanas es qué relación debe mantener el Reino Unido con China en el futuro inmediato. La reevaluación de los vínculos que quería hacer el gobierno laborista tuvo una previa, cuando el mes pasado Keir Starmer se encontró con Xi en la cumbre del G20 de Brasil, que fue la primera reunión en seis años de un premier con el líder chino. Starmer quiere "una fuerte relación entre Reino Unido y China", dijo en Río de Janeiro. La cooperación en materia de comercio, energías renovables, lucha contra el cambio climático, crisis sanitarias y abastecimiento de servicios financieros y educación superior son los campos comunes donde encontrarse. Los derechos humanos y la democracia en Hong Kong, Ucrania y la represión contra la minoría uigur en la provincia de Xinjiang son carpetas para el desacuerdo, sin embargo. El revuelo del príncipe y el presunto espía sólo hace que añadir bastones a unas ruedas que a partir del 20 de enero, con Donald Trump en la Casa Blanca, aún pueden complicarse mucho más.