George Soros, el regalo de Trump a Putin
La última de Donald Trump en el paisaje geopolítico ha sido pedir la detención del magnate estadounidense-húngaro de origen judío George Soros, a quien acusa de apoyar movilizaciones populares violentas. Mientras escribo estas líneas sé que estoy empruntant aspectos del análisis del periodista Félix Flores en La Vanguardia cuando explica cómo Trump, señalando a Soros como miembro del crimen organizado, le está haciendo un espléndido regalo a Putin. Donald Trump nunca deja de tener en cuenta lo que complace a su amigo Vladimir, como él le llama.
A George Soros hace años que se le acusa de provocar revueltas sociales para sacar beneficio económico personal. Una formulación que esconde que el viejo magnate, de 95 años, defiende el capitalismo, sí, pero siempre que vaya acompañado de estructuras democráticas. Por eso Putin se lo tiene votada desde antes del estallido de las llamadas "revoluciones de los colores", en parte promovidas por Soros. Destacan sobre todo la Revolución de las Rosas, en 2003 en Georgia, y la Revolución Naranja en 2004 en Ucrania –preludio del proceso de alejamiento entre Kiiv y Moscú– que abocaría a la revuelta de Maidan de 2014 y culminaría con el ataque de Putin de 2022.
Como he dicho, George Soros ya había intervenido en el mundo postsoviético mucho antes. Soros se atreve a acercarse al oligarca Boris Berezovski a finales de la década de los 90 porque sabe que es quien está creando los mecanismos económicos y políticos para hacer posible que Vladimir Putin –entonces jefe del KGB– se suba a lo más alto del estado ruso. El régimen de Boris Yeltsin cae a pedazos, y Soros piensa que podrá llegar a hacer tratos con Berezovsky.
Pero debe acabar reconociendo, en unas declaraciones públicas, que el ambiente que encontró en Moscú era tan denso, que durante la conversación con el padrino de Putin llegó a sentir cierto temor. Soros habla de auténticos escalofríos. Berezovski conseguirá su objetivo, pero una vez instalado en el Kremlin, Putin no le aceptará exigencias, le echará y le amenazará con llevarlo a la fiscalía. Y Berezovski huye a Londres con sus incondicionales, entre ellos el agente Alexander Litvinenko, que murió envenenado con polonio 210, que le depositó en la taza de té el kagebista putiniano Andrei Lugovoi cuando se encontraron en el hotel Millennium de Londres.
La hostilidad de Donald Trump hacia George Soros se basa en que, siendo judío como es, se declara antisionista y apoya a Gaza. Desde su fundación Open Society Soros habría hecho llegar casi catorce millones de dólares a Tides Center, organización que financia las protestas contra Israel. Algunos medios no se están haciendo una lectura simple de los hechos e insinúan que George Soros es cómplice de Hamás.
Más bien Soros siente complicidad con personajes como el estadounidense Warren Buffett, considerado el inversor más exitoso del siglo XX y, también, como Soros, hostil a los regímenes autoritarios. Y puestos a remover en el mundo donde se mezcla dinero y política, el aviso de Trump a Soros ha coincidido con la noticia de que sitúa al ex primer ministro británico Tony Blair como asesor de Trump. Quien lo iba a decir que el hombre que debía modernizar la socialdemocracia de la mano del pensador Anthony Giddens se dedique, de la mano de Jared Kushner –yerno de Trump– a preparar proyectos sobre cuál debe ser el futuro de Gaza.Blair no acaba de aclarar si tendrá en cuenta la posibilidad de hacer una Rivière, de Oriente Próximo, en la línea de quien ahora le paga. El ex líder laborista dice que quiere una Gaza mejor para los gazatinos, pero no concreta nada. Quien sí lo ha hecho a través de la red X es George Soros, no por hablar de Blair, sino directamente de Trump, y decirle que "su narcisismo ha tomado dimensiones patológicas".