El gran "éxodo" de Portugal: casi uno de cada tres jóvenes ha emigrado
Más de 850.000 portugueses de entre 15 y 39 años se han ido fuera, la tasa de emigración más alta de toda Europa
BarcelonaEmigrar es un verbo ligado a la historia de cualquier familia portuguesa. Es difícil encontrar una que no tenga un familiar en Francia, Suiza, Reino Unido o incluso estados europeos más pequeños, como Luxemburgo, donde un 14,5% de la población es de origen portugués. No en vano, la segunda ciudad con más portugueses después de Lisboa no es Oporto, la capital económica del norte del país, sino París. Un dato que desde hace décadas demuestra las raíces puestas a kilómetros de distancia, sobre todo a partir de los años 60. La dictadura y la guerra colonial llevaron a decenas de miles de portugueses a buscarse la vida en el extranjero. Pero a diferencia de España, donde hubo un fenómeno similar, el flujo migratorio portugués no ha terminado.
En plena precampaña electoral de cara a las legislativas del 10 de marzo, tras la dimisión del socialista António Costa a raíz de un caso de presunta corrupción que ha terminado desinflando, la publicación este año de los datos del ya tradicional Atlas de la Emigración Portuguesa han sacudido al país.
El estudio, elaborado por un observatorio independiente del Instituto Universitario de Lisboa, ha sacado a la luz que casi uno de cada tres jóvenes portugueses ha emigrado. Se trata del 30% de la población entre 15 y 39 años. Son más de 850.000 personas en edad fértil, lo que supone –más allá del peso demográfico y económico– un gran problema para la tasa de fertilidad. De hecho, uno de cada cinco hijos de madre portuguesa ya nace en el extranjero.
El gran "éxodo" de jóvenes, como lo llaman diferentes medios portugueses, tuvo su pico en el 2013, tras la intervención financiera internacional y la llegada de los hombres de negro de la troika. Sólo entonces se fueron del país 120.000 portugueses. Pero también es una realidad que, pese a que cada año vuelven 20.000 –un tercio de los que emigran–, la tasa sigue siendo totalmente negativa y sitúa a Portugal como el país con mayor emigración de la Unión Europea, en términos porcentuales.
Entre los factores no está sólo el económico, destaca Rui Pena Pires, coordinador del Observatorio de la Emigración –la institución que ha hecho el informe–, sino también la historia y la cultura del país.
Según Pena Pires, el pico de la crisis del 2012 creó grandes redes migratorias que han creado efecto llamada. A modo de ejemplo, en la esquina de Friburgo, en Suiza, un 20% de la población es extranjera. Y de éstos, un tercio son portugueses. Una gran comunidad que regenta muchos restaurantes y panaderías.
El Gonçalo, natural del sur de Lisboa, llegó poco antes de los 30 años después de un período en Bélgica. Su pareja ya había crecido y pese a buscar regresar a Portugal, los sueldos que le ofrecían eran hasta cuatro veces más bajos. Han arraigado y crecen sus hijos, aunque siempre les ronda el sueño de volver. Pero es una posibilidad que cada vez ven más remota y se han acabado convirtiendo en unos más de los habituales que viajan a "casa" en Navidad y en verano.
Para intentar atraer a jóvenes como el Gonçalo, el gobierno portugués prometió en 2019 pagar 6.500 euros a cada emigrante que volviera. Pero ha sido un incentivo que, aunque la emigración ahora ya no es tan acusada, no ha cambiado una tendencia generalizada con una media de 60.000 salidas anuales de portugueses. Para el geógrafo especialista en migraciones Jorge Malheiros, ahora está en juego no sólo la tasa de fecundidad del país sino también "la identidad", ya que muchos de los que se marchan son los que también tienen mejores estudios y pueden generar más "dinamismo". Según este profesor de la Universidad de Lisboa, urge invertir en una "revalorización de las condiciones de trabajo y de los salarios, sobre todo al inicio de la carrera, para evitar la fuga de talento".
El salario mínimo en Portugal en 2014 era de 505 euros. En 2020 era de 665 euros y actualmente es de 740, 8 euros, muy por debajo del español, que está previsto que suba hasta los 1.134 euros en 2024. Es una muestra de los bajos salarios, que no van acompañados de precios bajos. Si bien almorzar en Portugal podía ser a mitad de precio que en el Estado hace una década, actualmente los precios de la restauración son similares –excepto el café, que tiene un precio mucho más bajo al otro lado de la Península– y los precios de la luz y la gasolina, a modo de ejemplo, son más caros que aquí.
La llegada de brasileños
Por el contrario, Portugal tiene una de las tasas de inmigración más bajas de Europa, equiparables a las de países del Este. Ahora bien, Lisboa se ha convertido en la última década en un gran destino para expatriados, que han encontrado calidad de vida, buena comida, precios baratos y posibilidades de invertir, además de buenas conexiones aéreas. De todas formas, el flujo migratorio se concentra en la llegada de brasileños, que representan un cuarto de la población extranjera total.
Según Camila Escudero, coordinadora de la Plataforma de Datos de Brasileños en el Exterior, actualmente viven en Portugal casi 400.000 brasileños, mientras que hace una década la comunidad brasileña se cifraba en 91.120 personas. Es decir, se ha cuadruplicado más en una década. El perfil de brasileños que llegan es similar al de los que emigran: personas de entre 20 y 40 años. Ahora bien, en este caso se establecen en Europa con la familia entera y alrededor sobre todo de las grandes ciudades y con una voluntad de arraigar o "como una puerta de entrada para otros países europeos", según Escudero, que también es profesora de la Universidad Metodista de São Paulo. La emigración en este caso es muy heterogénea, tanto por razones económicas como también de calidad de vida.