Mélenchon: el líder incómodo de la resurrección de la izquierda francesa
El líder de Francia Insumisa se muestra preparado para gobernar
BarcelonaLas elecciones presidenciales de 2022 tenían que ser la última carrera de la larga vida política de Jean-Luc Mélenchon, que entonces tenía 70 años. Pero con el 22% de los votos se quedó solo a un punto de Marine Le Pen, que acabó disputando la segunda vuelta con Emmanuel Macron. Una diferencia demasiado pequeña para tirar la toalla y abandonar el liderazgo de Francia Insumisa (LFI), el partido que había fundado seis años antes para ser la esperanza de los millones de franceses que no dejaban de ocupar las calles defendiendo salarios, pensiones y servicios públicos.
Con los socialistas, los comunistas y los verdes hundidos en las urnas, Mélenchon tenía la autoridad para liderar la coalición de izquierdas, entonces llamada NUPES, que básicamente adoptó su plataforma: poner límites al libre mercado, aumentar los impuestos a los ricos, subir el salario mínimo, rebajar la edad de jubilación a los 60 años, renacionalizar a las grandes empresas públicas, combatir la desigualdad de género, acabar con las discriminaciones raciales y luchar contra el cambio climático. Erigido en el principal partido de oposición a Macron (LFI tenía 131 diputados y la extrema derecha de Marine Le Pen 89), incluso logró que se aprobara su proyecto de ley para blindar en la Constitución el derecho al aborto.
La anticipación electoral causada por la debacle del macronismo en las elecciones europeas ante la extrema derecha ha dado a Mélenchon una nueva oportunidad, y esta vez no la ha desperdiciado. Lo ha hecho liderando el Nuevo Frente Popular, que entonaba el "No pasarán", y a la vez aprovechando que Macron no tenía otra opción que buscar una estrategia electoral de todos contra Le Pen para amortiguar su caída.
Nacido en Tánger, hijo de un cartero y de una maestra de primaria y nieto de españoles, habla con fluidez el castellano, con un ligero acento latinoamericano porque ha pisado a menudo la región que describe como “un lugar donde la palabra revolución no da miedo”. Mélenchon pasó del trotskismo del Mayo del 68 a las filas del partido socialista (fue ministro de Formación Profesional en el gobierno de Lionel Jospin en 2000-2002) hasta que hace una década rompió con el PS para crear su propio partido. Francia Insumisa siguió la estela de las nuevas formaciones de izquierdas en Europa como Podemos, Syriza y Die Linke.
Conocido por sus dotes de orador, licenciado en filosofía y masón, antes de dedicarse a la política fue periodista y se mueve como pez en el agua en el terreno mediático. Ha podido contrarrestar la guerra sucia mediática, como las acusaciones de antisemita, sin fundamento alguno, por su apoyo a los palestinos contra la ofensiva israelí. Un apoyo que le ha hecho ganar votos entre las comunidades árabes y la juventud, que han afrontado una fuerte represión policial en las protestas propalestinas.
Liderazgo autoritario
Mélenchon ha devuelto la esperanza a la izquierda francesa, pero su estilo de liderazgo no es precisamente amable ni democrático. Es una figura divisiva y autoritaria. Ya fue polémico en NUPES su apoyo a su protegido, Adrien Quatennens, cuando admitió haber pegado a su esposa. Quatennens acabó retirando su candidatura en estas elecciones "para no ser un problema". También fue revelador que, el día en el que la policía se presentó en su despacho para investigarlo por financiación irregular, Mélenchon les recibió proclamando: “La república soy yo”. Antes de la segunda vuelta Mélenchon purgó a los candidatos que lo habían criticado, hasta el punto de que François Ruffin, uno de los dirigentes del 15-M francés y el autor del nombre del Nuevo Frente Popular, ha dicho que “no podemos aspirar a la paz y la democracia para el país y convertir al partido en un reino del miedo y la brutalidad”.
Mélenchon y sus insumisos también han hecho concesiones en esta campaña. Aunque el programa del Nuevo Frente Popular contiene buena parte de sus propuestas sociales, que tendrían un importante coste para las arcas públicas, ahora la consigna de rebajar la edad de jubilación a los 60 años se considera solo un “objetivo”. También han abandonado la ambigüedad sobre Ucrania y han condenado los ataques de Hamás del 7 de octubre, que tachan de "terroristas".
Contra las acusaciones de autoritarismo, el partido ha dejado para más adelante la designación de su candidato a primer ministro –Manon Aubry, líder de LFI en el Parlamento Europeo, había prometido que el partido “propondrá y no impondrá” un nombre, si ganaba la izquierda. Unos minutos después de que los sondeos apuntaran a su victoria, Mélenchon reclamó el gobierno, pero no reivindicó el cargo para él. Tampoco queda claro que se lo ofrezcan: Macron dejó claro en campaña que no quería una cohabitación con los insumisos. Todavía queda mucha partida por jugar y quizás Mélenchon tendrá que conformarse con quedarse fuera, de nuevo.