Reino Unido

Una mujer se convierte por primera vez en la jefa de la Iglesia anglicana

Hasta ahora en la archidiócesis de Londres, su carrera es muy atípica: antes de ser ordenada, fue enfermera de oncología

LondresOnce años después de que la Iglesia de Inglaterra autorizara la ordenación de mujeres obispos, por primera vez una de ellas será la cabeza. Sarah Mullally, de 63 años, hasta ahora responsable de la archidiócesis de Londres, ha sido designada este viernes arzobispo de Canterbury. A partir de enero, cuando tome posesión del cargo, asumirá la máxima autoridad pastoral de la confesión. En sus primeras declaraciones tras ser nombrada, el arzobispo aseguró que afronta el nuevo ministerio "con espíritu de servicio a Dios ya los demás", un compromiso que, recordó, le acompaña desde que abrazó la fe de adolescente. "Sé que es una responsabilidad enorme, pero le aun con paz y confianza que Dios me sostendrá, como siempre ha hecho", ha añadido.

Su nombramiento llega después de la tercera y última reunión de la Crown Nominations Commission, celebrada esta mañana. El grupo de 17 personas, liderado por Lord Evans, ex director del centro de espionaje MI5, debía alcanzar un acuerdo por una mayoría de dos tercios sobre quien debía ser el próximo arzobispo. En las quinielas, la posibilidad de que fuera una mujer tomaba cada vez más fuerza.

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Tratando de apaciguar las posibles reparos de que el nombramiento de una mujer como líder espiritual de la Iglesia anglicana pueda despertar en algunos sectores de los fieles, Mullally también ha dicho: "Tengo la intención de ser una pastora que permita que el ministerio y la vocación de todo el mundo prospere", sea cual sea. Y ha agradecido "a todos los hombres y mujeres, diáconos laicos y ordenados, presbíteros y obispos que han abierto el camino hasta ese momento, ya todas las mujeres que me han precedido".

Hacía prácticamente un año que el liderazgo pastoral de la Iglesia anglicana estaba vacante, a raíz de la renuncia, el pasado noviembre, de Justin Welby, de 68 años, al saberse la falta de una gestión esmerada, por desistimiento de funciones, en el mayor escándalo de abusos a menores que ha manchado nunca la institución. Miles de sacerdotes, y también la mayoría de los obispos que forman el sínodo general, pidieron la renuncia al hombre que enterró a Isabel IIy quecoronó Carlos III.

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La Iglesia de Inglaterra aprobó en 1992 la ordenación de mujeres como sacerdotes, y las primeras fueron consagradas en 1994, rompiendo siglos de tradición exclusivamente masculina. La presencia femenina ha ido creciendo de forma constante en el clero anglicano. Actualmente, cerca de un tercio de los presbíteros y diáconos en activo son mujeres, y entre las nuevas ordenaciones el porcentaje alcanza el 50%. En el episcopado todavía hay mayoría de hombres, pero ya existen más de 20 mujeres obispos en las 42 diócesis. El cambio refleja un lento pero irreversible proceso de feminización de la Iglesia.

Los abusos, una losa para la institución

Como era de esperar, en su primera intervención pública no ha eludido la crisis de los escándalos de abusos: "Nuestro historial de fracasos en materia de protección de menores y personas vulnerables ha dejado un legado de dolor profundo y de desconfianza. Debemos dejar que la luz ilumine nuestras acciones, sea cual sea nuestro rol", ha dicho. Una autocrítica que no ha sido suficiente para convencer a las víctimas de abusos. A través de los medios de comunicación, varios supervivientes han calificado el nombramiento de "desastroso" y "decepcionante".

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De hecho, estas mismas voces críticas acusan a Mullally de "cómplice" de múltiples errores de protección cuando era obispo de Londres y denuncian que la Iglesia necesitaba a alguien "ajeno al escándalo" y no "más de lo mismo". Las asociaciones de víctimas alertan de que la nueva líder espiritual todavía no ha demostrado que entienda la magnitud del problema ni que priorice la atención a los supervivientes por encima de la reputación institucional.

La carrera de Mullally es atípica en el mundo clerical. Antes de ser ordenada sacerdote en el 2002, había trabajado como enfermera oncológica y, con tan sólo 37 años, llegó a ser jefe de enfermería de Inglaterra, la máxima responsabilidad en este ámbito. Recibió el título de baronesa por sus servicios a la salud pública. En 2015 fue consagrada obispa y, tres años después, asumió la responsabilidad en Londres, la segunda diócesis más importante del país.

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Su reto es inmenso. Además de afrontar las secuelas del escándalo de abusos, deberá gestionar cuestiones que dividen profundamente a la comunidad anglicana: el matrimonio entre personas del mismo sexo, el descenso de fieles y el auge del cristianismo nacionalista a la derecha política, y la ley de eutanasia, que se debate en la Cámara de los Lores, pero que en la práctica encara el último proceso parlamentario antes de ser sancionada por el rey, y sobre la que Sarah Mullally se ha pronunciado abiertamente en su contra. Asimismo, deberá mantener el equilibrio entre las iglesias africanas, de corte conservador y contrarias a la homosexualidad, y los sectores liberales de Occidente. Sin embargo, en teoría es la líder de una única comunidad de fieles formada por 85 millones de personas en todo el mundo.

La ceremonia legal de nombramiento tendrá lugar el próximo enero en la catedral de Canterbury y será seguida de un servicio de entronización con presencia de la familia real. Será entonces cuando Sarah Mullally se convierta oficialmente en la primera mujer al frente de la Iglesia de Inglaterra, si bien es Carlos III, en tanto que rey de Inglaterra, el líder supremo.