La muerte de Isabel II

Muere Isabel II, la reina de Inglaterra

Rodeada de toda la familia en Balmoral, con su desaparición se cierra una era de estabilidad institucional que vivió el fin del imperio

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La reina Elisabet II, en una imagen de archivo

Londres“Toda mi vida, ya sea larga o corta, estará dedicada a vuestro servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial, a la cual todos pertenecemos”. Lo dijo Isabel II el 21 de abril del 1947, pocos meses antes de casarse con el príncipe de Edimburgo y cuando todavía faltaban cinco años para que llegara al trono. Aquel día cumplía 21 años y aseguraba que consagraría su existencia a la causa de la Corona. La legendaria alocución de radio fue emitida desde Ciudad del Cabo, que hasta 1910 había sido una más de las capitales del imperio al que hizo referencia. Mantener su palabra hasta el último aliento es lo que ha hecho desde entonces.

Más de 70 años después de ascender al trono en 1952, la monarca ha muerto este jueves, según acaba de hacerse público desde el Palacio de Buckingham a las 18.30 h (hora local). Sus restos permanecerán esta noche en Balmoral (Escocia), donde ha pasado prácticamente todo el verano y serán trasladados mañana en Londres.

Los eventos se han precipitado cuando pasaban treinta minutos de este mediodía, después de que un inusual anuncio haya alertado a los británicos, y al mundo, de la gravedad de la situación, en cuanto que sus médicos se mostraban "preocupados" por su salud.

Desde este momento, la coreografía que se ha puesto en marcha sugería que el final se acercaba de manera inminente. No ha sido hasta una hora después de que todos los hijos y la familia más próxima han llegado al castillo de Balmoral que ha tenido lugar el histórico anuncio, que pone fin a un reinado que se ha alargado setenta años y unos meses y que ha abrazado ocho décadas. Carlos de Inglaterra ya no es más heredero. Por derecho de sucesión ya es rey, y su mujer, Camila, reina consorte, según expresó Isabel II en una comunicación especial hecha con motivo de su Jubileo de Platino.

El nuevo rey ha emitido un breve comunicado. Se puede leer: "La muerte de mi querida madre, Su Majestad la Reina, es un momento de gran tristeza para mí y para todos los miembros de mi familia. Lloramos profundamente la muerte de una soberana y madre muy querida. Sé que su pérdida se sentirá profundamente en todo el país, los reinos y la Commonwealth, e innumerables personas en todo el mundo. En este periodo de luto y cambio, mi familia y yo tenemos el consuelo del profundo respeto que se tenía hacia la reina".

Carlos de Inglaterra reinará como Carlos III. El momento para el cual se ha estado preparando toda la vida por fin, en circunstancias muy consabidas, pero no por eso menos dolorosas, le ha llegado. Durante más de setenta años, en el Reino Unido no se habían pronunciado las palabras que ahora, después de las manifestaciones de dolor, ya son comunes: "God save the King!"

Educación victoriana

Isabel, Lilibeth, como le decían de pequeña, nació en 1926. Efectivamente, y con muchos más argumentos que dos décadas después, entonces Londres todavía era la metrópoli de un gran imperio. En su muerte, de aquella "gran familia" que abrazó con sus palabras la futura reina en la mencionada alocución desde Suráfrica, solo queda como símbolo la Commonwealth –un ente político sin ningún peso estratégico global, pero que a los ingleses les sirve para proyectarse en las cenizas del pasado– y el hecho de que Isabel II reinaba –nominalmente– en 31 estados y territorios, todos excolonias.

Durante su tiempo en el trono, el periodo más largo de una monarca en la historia del Reino Unido, Isabel II ha visto mudar el imperio hasta que se ha hecho añicos. Lo que queda, la impronta poscolonial y unos valores culturales que querrían continuar imponiéndose por encima de otros, se refleja, con todas sus tensiones, en las calles de un Londres multicultural y multirreligioso, y también en los de otras muchas ciudades de las islas.

Crecida y formada todavía a la sombra del legado victoriano que define y abraza todo el siglo XIX británico, la familia –una muy problemática, con un montón de escándalos que han afectado prácticamente a todos los miembros de la familia más directa, y muchos de la extensa– y el deber cívico al que Isabel II se refirió con ocasión de su 21.º aniversario han sido los emblemas de la monarca. 

Isabel II ha superado el récord del reinado de Victoria, su bisabuela. Si se habla en términos históricos de la era victoriana (1837-1901), unas décadas en las que el Reino Unido reafirma su poder global y la familia real reconecta poco a poco con la sociedad surgida de la Revolución Industrial, probablemente con pleno derecho también se podrá hablar del periodo isabelino. Y, de momento, a falta de un juicio más preciso de los historiadores, ¿cuáles son los rasgos que lo definirían mejor? Sin duda, la estabilidad después de la desmembración del Imperio y la adaptación de la Corona, con trabas y todo tipo de sacudidas , a una nueva sociedad, mucho más diversa y más democrática.

La nueva época isabelina se empezó a perfilar a partir de la Segunda Guerra Mundial y de la inmediata posguerra, cuando la figura de Isabel II adquiere relevancia pública. De una chica que, en apariencia, participa como toda la población en el esfuerzo de la lucha contra los nazis, pasará a volverse, entrados ya en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, un icono global gracias a los medios de comunicación de masas, que su entorno maneja y utiliza a la perfección.

Coronación

La reina se vuelve centro de atención del cuento de hadas de la recuperación de la posguerra mundial, primero con la boda con Felipe de Edimburgo (1947 ) y posteriormente con la ceremonia de su coronación (1953), la primera –y hasta ahora la única– que la BBC ha podido televisar en directo. Es a partir de entonces, con los noticieros de los cines primero y de la televisión después, que Isabel se vuelve una presencia constante en la vida de los británicos. Hasta llegar a formar parte de el imaginario global, incluso un par de décadas antes de que The Crown , de Netflix, elevara su vida, y la de su entorno familiar, a serie de televisión multipremiado y con millones de seguidores en todo el planeta.

Según datos de IPSOS-Mori, el apoyo popular a la monarquía británica nunca no ha caído por debajo del 70% a lo largo de los años de su reinado. Y ni siquiera en el periodo de menos afección, desde finales de los ochenta hasta poco después de la muerte en 1997 de Diana Spencer, Lady Di, la demanda de una república ha superado el 20% en las encuestas. La reina ha muerto superando el 90% en el índice de popularidad, más de 40 puntos más que su sucesor, que tendrá que reinar con el nombre de Carlos III. 

Isabel II se ha vuelto un elemento tan necesario del paisaje británico como lo es la lluvia. De acuerdo con la historiadora real Kate Williams, “las lecciones que aprendió durante los años de formación [los mencionados de la Segunda Guerra Mundial] han ayudado a asegurar que la familia real continúe siendo un símbolo de tradición en el siglo XXI”.

Tradición, sí, que ha pasado de ser reverenciada hasta elevarse a la categoría de atracción turística, una etiqueta que aplaza incómodas preguntas sobre una estructura de poder tan arcaica como poco democrática. Una estructura que, por otro lado, legitima y perpetúa la perennemente clasista sociedad de las islas, en la que el ascensor social se paró hace mucho tiempo, especialmente a raíz de la crisis económica del 2008 y todavía más debido a los estragos provocados por la pandemia.

Pero, aun así, la reina ha estado por encima del bien y del mal –incluso en los momentos más difíciles de su trayectoria, no como su hijo Carlos– y fue justamente a raíz de la pandemia que la monarca protagonizó uno de sus dos últimos grandes momentos como referente de una gran parte o de toda la sociedad británica.

El primero, con el discurso que dirigió a sus súbditos el 5 de abril del 2020. Un episodio con que se remitió a la tradición de la Segunda Guerra Mundial, cuando, a pesar de todas las obvias diferencias, la presencia de la familia real en el Londres asediado por los bombardeos de la Luftwaffe hacía aparecer a los Windsor como unos ciudadanos más que sufrían las penurias del conflicto.

La reina de Inglaterra sola debido a las restricciones por la pandemia el 18 de abril de 2021, poco antes de que se iniciara el funeral por su marido en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor.

El otro último gran momento de Isabel II tuvo lugar a raíz del funeral de su marido, el duque de Edimburgo, en la primavera del 2021 , con el país todavía bajo la presión del tercer confinamiento. Una imagen se volvió icónica: la monarca sola en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor durante el servicio religioso por el difunto. La imagen de fragilidad y la sobriedad del color negro del vestido esbozaban un retrato de dignidad y resistencia en unos momentos en los que el entorno familiar se encontraba, una vez más, en plena tormenta. Por un lado, por el rifirrafe entre sus nietos Guillermo y Enrique y las acusaciones del segundo sobre posible racismo de la familia real , y de la otra por la sombra de una conducta censurable de su tercer hijo, el príncipe Andrés, a raíz de las relaciones que mantuvo durante más de una década con el pederasta confeso y multimillonario norteamericano Jeffrey Epstein, y las acusaciones de violación de una ciudadana norteamericana cuando tenía 17 años. Un episodio finalmente barrido bajo la alfombra de un acuerdo económico extrajudicial.

Fortuna astronómica

A título personal, la reina de Inglaterra ha acumulado una fortuna valorada entre 400 y 500 millones de euros, según publicaba el Agencia Bloomberg a mediados del 2016. Pero sus propiedades inmobiliarias, lo que se dice Crown Estate , multiplican por diez el patrimonio que tiene. En Regent’s Street, por poner un caso extremo, una de las calles más céntricas y quizás la más cara de Londres, prácticamente todo el terreno, edificado y no edificado, es de la Corona.   

Quince primeros ministros han servido bajo el reinado de Isabel II: desde Winston Churchillhasta Liz Truss, pasando por Harold Macmillan, Harold Wilson, Jim Callaghan, Margaret Thatcher, Tony Blair y Gordon Brown. Desde el trono, la reina ha sido testigo de un mundo que vivió la resaca de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría; la descolonización del Imperio; la resurgimiento y el actual declive europeo; la cultura pop y la liberación sexual; los Rolling Stones, los Beatles y los Sex Pistols, con el irreverente God save the Queen con motivo de los 25 años de reinado; la caída de el Muro de Berlín, el hundimiento soviético y la nueva beligerancia de Vladímir Putin; la huelga de los mineros de 1984-85 y la paz en Irlanda del Norte en 1998; el sida; el estallido de internet y las redes sociales; el 11 de Septiembre del 2001; Obama, el Brexit y Trump, y también Joe Biden, a quien recibió en el castillo de Windsor en junio del 2021, después de la cumbre del G-7 de Cornualles. Isabel II ha sido testigo privilegiada de la historia del siglo XX, de cómo desaparecía su mundo y cómo surgía otro, de momento en plena convulsión.

De todo esto ha podido hablar semanalmente con sus premiers en audiencias confidenciales que se han mantenido prácticamente hasta el final y que solo se hicieron virtuales a raíz de la pandemia. A pesar de la avanzada edad a la que ha muerto, y a la ya también avanzada de su heredero, Carlos, de 73 años, la abdicación nunca formó parte de su agenda. Lilibeth no nació para ser reina pero sí que ha muerto con la corona en la cabeza. Y su último acto oficial fue, este martes, la petición a Liz Truss de formar nuevo gobierno. De Winston Churchill a Truss, más de 70 años, 15 premiers.

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