Muere a los 99 años el príncipe Felipe, el marido de la reina de Inglaterra

El duque de Edimburgo hacía días que estaba ingresado en un hospital del centro de Londres

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La pareja real ha sido casada más de 73 años, después de la unión que tuvo lugar a la abadía de Westminister el 20 de noviembre de 1947

LondresPoco antes de mediodía, hora de Londres, la programación habitual de la BBC y el resto de cadenas de radio y televisión del Reino Unido se ha interrumpido para anunciar la muerte del príncipe Felipe, el marido durante 73 años de la reina de Inglaterra. Felipe ha muerto con 99 años, "esta mañana, en el castillo de Windsor", según el comunicado oficial del palacio de Buckingham.

Además de las imágenes que se pudieron captar hace tres semanas, cuando salió del hospital del centro de Londres donde pasó casi un mes, entre mediados de febrero y mediados de marzo, una de las últimas apariciones públicas del duque de Edimburgo tuvo lugar el mes de mayo del 2019, con motivo de la boda de lady Gabriella Windsor, hija de un primo hermano de la reina Isabel. También se lo pudo ver en público en circunstancias más serias y menos festivas cuando en enero del mismo año 2019 provocó un accidente de tráfico mientras salía de una carretera secundaria a una principal en los alrededores de la residencia rural de la familia real de Sandringham, en el noreste del país. 

El príncepe Felip y la princesa Isabel en una imagen de 1947 / National Portrait Gallery

Desde que se retiró de la vida oficial, en agosto del 2017, la boda de su nieto Enrique y la actriz Megan Markle y la asistencia a diferentes partidos de polo han sido otros de las excepcionales ocasiones en las que se lo ha podido ver en persona, físicamente bastante deteriorado, pero con la habitual sonrisa socarrona de la que siempre ha hecho gala. Felipe ha sido el bromista de la familia real, el hombre con salidas de tono que rompían el protocolo y que a menudo levantaban polvareda.

También Felipe ha sido la cara amable de una monarquía muy hierática, heredera de la tradición victoriana arcaizante, a pesar de que ha sabido reconvertir y adaptar el negocio al siglo XXI, primero haciéndose más plebeya, con Kate Middleton, y después, con Meghan Markle, adquiriendo todavía más un toque del glamur mundano propio de la serie The Crown. La combinación perfecta, sin embargo, se rompió el año pasado cuando Enrique y Megan anunciaron que renunciaban a seguir representando a los royals, una decisión que después de un año de reflexión se ha confirmado hace pocas semanas.

Al día siguiente del casamiento de Enrique y Meghan, la prensa sensacionalista británica trataba al duque de Edimburgo de héroe por haber asistido a ella, a pesar de su frágil estado de salud. Hacía sólo seis semanas que había sido intervenido de una operación de cadera. Las mismas informaciones indicaban que Felipe se había roto una costilla pocos días antes cuando había resbalado y caído en la bañera de su residencia. Este es uno más de los muchos secretos del príncipe, como también lo es el de la doble vida que mantuvo mientras la juventud y el físico lo acompañaban con sus relaciones extramaritales con las amantes.

¿Rumores? Más bien certezas. De hecho, las luchas entre Isabel II y el príncipe Felipe fueron centrales en los primeros episodios de la segunda temporada de la serie The Crown, la producción de Netflix que ha blanqueado y enaltecido todavía más la marca Buckingham Palace. En la serie, la reina descubre una fotografía de la bailarina rusa Galina Ulanova en el maletín de su marido, hecho que le hace despertar sospechas de infidelidad. Los rumores no se desmienten porque no son noticia, aconseja el procedimiento de manual. Pero entonces, en los cincuenta, en palacio tenían la costumbre de hacerlo, cosa que les daba toda la verosimilitud.

A diferencia de la mayoría de otros miembros de la familia, si Felipe tuvo asuntos de faldas ha sido un maestro para asegurarse de que no dejaba atrás ninguna prueba: su hijo Carlos, el heredero al trono, nunca fue tan habilidoso.

Ninguna prueba de los asuntos de Felipe o casi ninguna. Porque en 1956 el palacio de Buckingham dio la orden explícita de que el duque volviera a Londres al poco de embarcarse en el yate real Britannia para una gira, a solas, que tenía que durar cuatro meses. Hasta la metrópoli llegaban noticias de las fiestas que había a bordo, con mujeres al servicio del consorte, y se prefirió cortarlas de raíz antes de que se hundiera toda la armada de su Majestad.

Una boda como símbolo de recuperación

Felipe, primo tercero de Isabel por vía de la reina Victoria y segundo por vía del rey Christian IX de Dinamarca, se casó con la heredera de la corona de los Windsor el 20 de noviembre de 1947, cuando ella tenía poco más de 21 años. La boda, ejemplo de matrimonio de conveniencia, se empezó a forjar cuando él, con 18 años, fue autorizado a mantener correspondencia con ella, que entonces solo tenía 13. Eran primos lejanos y la leyenda sostiene que la reina se fijó mucho en él, porque era muy bien plantado. Se habrían encontrado por primera vez en la boda de la prima del príncipe Felipe, la princesa Marina de Grecia y el príncipe Jorge, duque de Kent, tío de la reina. Era el 1934. Ella tan solo tenía 7 años; él 13. Como miembros de familias reales, coincidieron desde entonces en otros muchos acontecimientos.

La muerte del príncipe rompe una unión alrededor del trono de 73 años largos. Felipe ha sido el consorte más duradero de la monarquía británica. En una rarísima ocasión, en 1997, durante una entrevista para la BBC con motivo de la boda de oro, la reina Isabel admitió que su marido había sido "la fuerza a mi lado durante todos estos años". Era también una manera de mostrarse humana en unos momentos en los que se hablaba mucho de la actitud distante y fría de la monarca en relación con la muerte de Lady Diana, que había tenido lugar solo cuatro meses antes.

Con motivo del jubileo de diamantes, en 2012, el príncipe Enrique fue todavía más allá y sugirió que para la reina sería difícil continuar sin el apoyo de su marido. "Independientemente de que parezca que mi abuelo siempre vaya a lo suyo, como un pez en un río, el hecho es que siempre está ahí. Y no creo que [la reina] lo pudiera hacer sin él, especialmente a la edad que ya tienen los dos".

La imagen pública que ha vendido Felipe de Edimburgo es, además de la del rostro del hombre que es capaz de romper relativamente el protocolo, la de quien se obstina en modernizar la monarquía. En 1969 invitó al palacio de Buckingham a las cámaras de televisión para grabar un documental. Y ocho años antes, en 1961, se convirtió en el primer miembro de la realeza británica en ser entrevistado por la BBC. El cine, pero sobre todo la televisión, tenían que hacer de la pareja real lo que son y representan a estas alturas: figuras capitales del orgullo y las excentricidades que se acumulan detrás de la Union Jack.

Un hombre sin país

El príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca nació en la isla de Corfú el 10 de junio del 1921. Era hijo del príncipe Andrés de Grecia y de la princesa Alicia, la hija mayor de Louis Alexander Mountbatten, que entre 1912 y 1914 fue almirante jefe de la flota británica. Felipe fue un niño sin país. Tenía solo un año y medio cuando la familia tuvo que marcharse por el derrocamiento de la monarquía en Grecia. Él, sus padres y sus cuatro hermanas mayores –Margarita, Teodora, Cecília y Sofia– huyeron hacia París.

Con nueve años fue enviado a la Cheam Preparatory School, la misma centenaria institución inglesa donde casi treinta años después se educaría hasta la adolescencia el príncipe Carlos. Mientras estudiaba en Inglaterra, la unidad familiar de Felipe experimentó cambios importantes. En 1930 su madre, Alicia, tuvo un brote psicótico y fue diagnosticada con esquizofrenia. Poco después, su padre se trasladó a Monte Carlo con su amante. En el mismo periodo, las cuatro hermanas se casaron con príncipes alemanes y se trasladaron a Alemania. Felipe se quedó solo en Inglaterra.

De este tumultuoso periodo, Felipe dijo: "La familia se separó. Mi madre estaba enferma, mis hermanas estaban casadas, mi padre estaba al sur de Francia. Tuve que hacer frente y salir adelante". La rama británica de la familia, los Mountbatten, se hicieron cargo de él a distancia hasta que en 1933 su hermana Teodora volvió a su vida.

Lo hizo trasladarse a Alemania, justo cuando Hitler llegaba al poder. El objetivo era que asistiera a la Schloss Salem, una escuela experimental fundada por Kurt Hahn, pedagogo alemán judío, que no tardaría en exiliarse a Escocia y que, con los años, también estaría detrás de la fundación, en Gales, del Atlantic College, el mismo donde estudiará los dos próximos años la princesa Leonor, hija de los reyes de España.

El tiempo de Felipe en la Alemana nazi fue breve. En 1934 volvió al Reino Unido y fue enviado a Gordonstoun, la escuela fundada por el propio Hahn. Cuando tenía 16 años la tragedia lo siguió a Escocia. Su hermana Cecilia murió con su marido y los dos hijos de la pareja. Felipe viajó a Alemania para el funeral y las relaciones nazis de la hermana difunta se hicieron evidentes. Un pequeño problema a la hora de conseguir la integración definitiva dentro de la familia real británica, y motivo más que suficiente para que después de la Segunda Guerra Mundial no se invitara a ninguna de las hermanas supervivientes al enlace real con Isabel.

De Gordonstoun, en Escocia, Felipe fue al Royal Naval College de Dartmouth, donde cimentó los conocimientos que después le resultarían útiles para sobrevivir en un barco de la armada durante la Segunda Guerra Mundial. Se graduó en 1939, poco antes del estallido bélico, y durante los siguientes seis años hizo servicio activo en el Índico y en el Mediterráneo, y estuvo presente en la bahía de Tokyo, en 1945, cuando los japoneses se rindieron a los norteamericanos. Las crónicas indican que fue uno de los pocos miembros de la realeza que tuvo un papel tan combativo durante la guerra.

Para casarse con Isabel, Felipe renunció a su derecho a los tronos griego y danés y rechazó los apellidos de su padre –Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg– a favor del de la madre: Mountbatten.

Felipe e Isabel pasaron los primeros años de vida en común en Malta, donde él estaba estacionado con Royal Navy. Seis días antes de su primer aniversario de boda, el primer hijo y heredero, el príncipe Carlos, nació. Su hija Ana llegó en 1950 y el ahora marginado Andrés por sus peligrosas relaciones con el pederasta convicto Jeffrey Epstein y Eduardo, en 1960 y 1964, respectivamente. Los testimonios sobre la relación entre la reina y el marido son escasos. Pero Lord Charteris, ex secretario de la monarca, explicó en 1995: "El príncipe Felipe es el único hombre del mundo que trata a la reina como otro ser humano. Aunque parezca extraño, creo que valora esto".

En el círculo, el amigo y secretario privado del príncepe, Mike Parker

Otra expresión, probablemente, de su sentido del deber. Un compañero de la Armada, Michael Parker, marino australiano que fue el primer secretario privado del príncipe durante la Segunda Guerra Mundial, recordaba en 1992: "Cuando [Felipe] necesitaba a un padre, no había nadie ahí". Para hacer frente a ello, desarrolló, aseguran los más próximos, Parker entre ellos, una endemoniada capacidad de disciplina y sentido del deber, y preservó la vulnerabilidad personal para el más estricto ámbito privado.

El matrimonio con la princesa Isabel le dio a Felipe el hogar que no había tenido, un nuevo país, un pasaporte, una nueva religión y la primera verdadera estabilidad personal de la que nunca había disfrutado hasta entonces. Parker ha declarado también: "El primer día que me ofreció el trabajo de secretario privado me dijo que su trabajo, primero, segundo y último, era no fallar nunca a la reina".

Casi lo mismo que decía el príncipe Enrique en 2012. Y, a pesar de todo, los rumores o las certezas, no parece haberlo hecho. Desde que la princesa fue coronada como reina, en 1952, y hasta la retirada de la actividad pública el ya mencionado agosto del 2017, el duque de Edimburgo ha hecho 22.219 actos oficiales a lo largo de 64 años. Toda una vida en segundo plano por el sentido del deber. Su muerte lo hace protagonista por unas horas o días, pero será el luto y el dolor de la reina, si es que deja que se vea públicamente, lo que verdaderamente se destaque en las islas Británicas.

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