Orbán se la juega en unas elecciones marcadas por la guerra en Ucrania

El líder ultraconservador húngaro aliado de Putin afronta las urnas con una ligera ventaja

Ricard G. Samaranch
y Ricard G. Samaranch

Gyor (Hungría)Un grupo de seis personas y dos maniquíes con máscaras y vestidos con monos rojos es el único elemento que perturba al provinciano orden de Gyor, una ciudad situada al noroeste de Hungría, poco antes del cierre de la campaña electoral. Como si fueran estatuas, permanecen inmóviles en una céntrica plaza luciendo unos carteles que proclaman: “El gran robo ya se acaba”. Los activistas usan como referencia la popular serie La casa de papel –traducida aquí como El gran robo– para lanzar un optimista mensaje electoral de cara a las elecciones de domingo, en las que el líder ultraconservador Viktor Orbán se juega la reelección. “Hemos hecho esta performance para que la gente piense por sí misma. Es hora de poner fin al régimen corrupto actual”, explica Janos Matzik, un diseñador de interiores que ejerce de líder del grupo. Se identifican como militantes de MEMO, un nuevo partido de centro nacido hace tan solo tres meses y que defiende la necesidad de hacer un reset en la política del país y librarse de la clase política tradicional.

Aunque se alinea en el campo anti-Orbán, MEMO no forma parte de la inédita coalición de seis partidos que pretende destronar al controvertido primer ministro y que comprende desde la centroderecha hasta la izquierda. Su candidato es el conservador Peter Marki-Zay, alcalde de una pequeña ciudad. Esta será la enésima batalla entre las dos Hungrías que se han ido configurando durante los doce años de gobierno de Orbán, el líder más longevo de la Europa del Este desde la caída de la URSS. La mitad del país quiere al premier húngaro, convertido en un referente de la extrema derecha europea, mientras que la otra mitad lo odia.

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En Gyor, los activistas de MEMO predican en el campo contrario. Ni siquiera un sonado escándalo que implicó al exalcalde –se filtraron vídeos suyos participando en una orgía con prostitutas en un yate– antes de las últimas elecciones puso fin a la hegemonía en esta ciudad de Fidesz, el partido de Orbán, defensor de las esencias cristianas de Europa.

La justa distancia con Putin

Cuando Putin ordenó invadir Ucrania, la oposición creyó que podría cambiar la dinámica de la campaña a su favor. No en vano, durante los últimos años, el líder húngaro se ha significado como el aliado más firme del presidente ruso en Europa. Orbán reaccionó rápidamente con un remarcable ejercicio de contorsionismo político, alejándose de Putin, pero solo hasta cierto punto. Así, apoyó el régimen de sanciones de la UE, pero se ha negado a permitir que el armamento que Occidente envía al ejército ucraniano atraviese el territorio húngaro. Por eso, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski le lanzó un dardo envenenado en un mensaje por videoconferencia en el último Consejo Europeo. “Viktor, ¿has visto qué está pasando en Mariupol?”.

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Aun así, sorprendentemente, las encuestas no se han movido nada durante el último mes y siguen dando un estrecho margen de unos tres puntos a favor de Orbán. “En estas elecciones no hay una competición justa por varias razones. Quizá la principal es que Orbán controla todos los medios públicos y el 89% de los privados. La oposición tiene dificultades para hacer llegar sus mensajes”, explica Andras Kadar, codirector de la ONG Comité Húngaro Helsinki. Los medios oficialistas reproducen casi sin filtro la propaganda del Kremlin y una visión del mundo antioccidental, y es habitual escuchar acusaciones contra Zelenski, de ser “un agente de la CIA”.

Girgo, un joven de 25 años, es un fiel votante del partido de Orbán. “La guerra la han provocado los americanos para poder ganar dinero vendiendo armas. La historia se repite”, dice Girgos, que se define como un “patriota” y defiende una visión conspirativa de la orden mundial, dominado por un “pacto” entre 13 familias ricas. Un tipo de “élite global progresista” que también controla la prensa internacional. Una tesis curiosa en boca de un joven que trabaja en un ámbito tan globalizado como las finanzas.

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Garante de la paz

La estrategia de Orbán pasa por presentarse como el garante de la paz y acusar a la oposición de pretender enviar soldados a Ucrania y hacer entrar al país en la guerra. “Esto es mentira, pero sus votantes se lo creen. La posición sobre Ucrania depende de qué partido votas”, se lamenta Irdiko, una maestra jubilada de ideología progresista. 

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En Vámosszabadi, una aldea en las afueras de Gyor, no parece que a Orbán le esté pasando factura su alianza con Putin. “Votaré a Orbán porque solo él nos mantendrá fuera de la guerra”, comenta Bea, la propietaria de la única tienda de víveres del pueblo. Entre los méritos del Fidesz, ella destaca también sus posiciones antiinmigración, si bien remarca una excepción: "No hablo de los ucranianos, ellos no dan problemas, a diferencia de los otros". En plena conversación, entra un joven de mejillas rosadas, cuello ancho y unos pantalones manchados de pintura. Compra una bebida y, antes de salir por la puerta, se gira y afirma: “Lo mejor que podría hacer Orbán es cortarse el cuello”. Bea sonríe entre molesta y resignada. La polarización de la sociedad húngara no es nueva y no parece que tenga que desaparecer el domingo, sea cuál sea el veredicto de las urnas.