Starmer: "Tendremos que tomar decisiones difíciles y las tendremos que tomar en breve"

El 'premier' visita las otras tres naciones del Reino Unido este fin de semana para recosir las relaciones entre Londres, Belfast, Cardiff y Edimburgo

LondresProgramación oficial y contraprogramación ultra. El segundo día de Keir Starmer como nuevo primer ministro del Reino Unido ya ha podido comprobarse que la extrema derecha del Partido Reformista de Nigel Farage no tiene intención de darle los cien días de gracia, y menos aún en unos momentos en los que el Partido Conservador, en choque por el alcance de la derrota electoral del jueves, parece poco más que un pollo sin cabeza, y con muchos aspirantes a recoger el testigo que deja Rishi Sunak.

Una hora después de que Starmer haya comparecido este sábado al mediodía en solitario en la sala de prensa de Downing Street, el líder ultra Farage daba su propia conferencia de prensa para marcar de cerca la cabeza del ejecutivo. E, inevitablemente, la inmigración ha sido, una vez más, el tema estrella de su discurso. Starmer ha confirmado lo que ya había apuntado muchas veces como jefe de la oposición: que desmantelaría el plan de las deportaciones en Ruanda. "El plan de Ruanda estaba muerto y enterrado antes de empezar. Nunca ha sido un elemento disuasorio". Sin embargo, no ha contestado cómo el Tesoro recuperará, o si podrá hacerlo, los casi 600 millones de euros que el anterior ejecutivo ha invertido.

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Farage, que hacía su intervención desde un club deportivo de Essex, en el suroeste de Londres, ha puesto sobre la mesa la idea de la invasión de migrantes sin papeles, algo que ya había hecho en el momento del referéndum del Brexit: "De momento hace viento, pero tenemos pruebas de primera mano que en cuanto tengamos un período de calma, cruzarán el canal de la Mancha por miles, y seamos sinceros, Keir Starmer no tiene un plan para hacer allí frente”

"Inquieto" para concretar los cambios

La idea de cambio ha sido el gran motor de la elección de Starmer, pero el premier ha tenido que admitir que, aunque está inquieto por que los cambios se concreten, "hará falta tiempo". "Pero hemos empezado –ha dicho–. Llevamos meses preparando, aunque, claro, cambiar el país no se hace de la noche a la mañana". Por ello, el nuevo gobierno laborista deberá asumir acciones del ejecutivo de Sunak. Entre otros, la liberación de presos antes de que cumplan los plazos mínimos de la condena.

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Y es que si el viernes el nuevo ministro de Sanidad, Wes Streeting, fue sincero –por lo que ya ha sido criticado, pese a la defensa que ha hecho el jefe de gobierno– cuando dijo que "el Sistema Nacional de Salud está roto", este sábado el primer ministro también ha dicho que "el sistema de prisiones está roto". Y profundizando en la cuestión ha recordado: "Tenemos demasiados presos, y no hay prisiones suficientes. Esto es un fracaso monumental del último gobierno. Llegar a una situación en la que el gobierno ordena a la policía que no haga detenciones es un fracaso enorme. Lo arreglaremos, pero no podemos hacerlo de un día para otro, ni construir cárceles en 24 horas. .

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¿Cómo van a arreglar este problema y tantos otros? También, de forma inevitable, a Starmer le han interrogado sobre la posibilidad de subir impuestos, si, cuando su equipo haya analizado en detalle la situación de cada departamento, se da cuenta de que las condiciones son peores que las que habían previsto. Y sin concretar más ha dicho: "tendremos que tomar decisiones difíciles y tomarlas en breve. Y lo haremos con una honestidad cruda. Pero esto no es ningún tipo de preludio para una decisión fiscal repentina de la que no hayamos hablado antes de las elecciones". Pero durante la campaña los principales think tanks económicos del país habían advertido de que los programas de los dos principales partidos políticos no contestaban a las muchas incógnitas que pesan sobre la economía británica.

La primera conferencia de prensa de Starmer ha hecho honor a su fama: metódico, sin una actuación especialmente brillante, repitiendo mensajes que ha exhibido a lo largo de la campaña, y de los que ha hecho bandera en las últimas horas. Especialmente éste: "El cambio ya se nota porque la vara de medir a la hora de tomar decisiones –y ya he tenido que tomar unas cuantas–, es poner primero al país y no al partido". Y remachó: "Esto no es un eslogan". Pero difícilmente la fórmula puede calificarse de otra manera. Sí se le ha visto mucho más relajado que en las apariciones en campaña, más sonriente, e incluso ha hecho alguna aproximación a una broma, como cuando, mientras hablaba del NHS y decía que "está roto", ha recordado que sabía de lo que hablaba: "mi mujer trabaja allí, como quizás he mencionado antes".

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Tanto para el premier como para los medios de comunicación el encuentro ha tenido mucho primer día de clase, incluso con preguntas destinadas a llenar el capítulo de anécdotas que después se recogerán en un libro hagiográfico: "¿Ya ha conocido todos los rincones de Downing Street?" ". "¿Qué pensó cuando vio la encuesta a pie de urna?". "¿Ya se ha mudado a la residencia?" "¿Ya se ha acostumbrado a que le llamen primer ministro o prefiere Keir?" De momento, también para la prensa, incluso la más hostil, la tregua sigue.

Quizás el anuncio más político que ha hecho ha sido decir que mañana hará una minigira para reponer puentes con los jefes de gobierno de Escocia, Irlanda del Norte y Gales. Al fin y al cabo, Starmer ha logrado la victoria en las cuatro naciones del Estado y quiere imprimir un nuevo sello en las relaciones entre Londres, Cardiff, Belfast y Edimburgo. Especialmente en la capital escocesa aterriza sin preocupación alguna por posibles reclamaciones independentistas. Y menos aún después de que se haya conocido este mediodía que el último escaño en disputa, entre el SNP y los liberaldemócratas se ha caído de la banda libdem, que han obtenido, finalmente, 72 diputados, mientras que el SNP sólo se ha hecho con 9. Un partido este que, aplicando lo que dijo Starmer en referencia a todo el Reino Unido, también necesita un reset.