Reino Unido

Veinte años de los atentados de Londres, uno de los episodios de la guerra contra el terror

Los ataques dejaron un saldo de 52 fallecidos, una víctima colateral por el error de la policía y más de 700 heridos

LondresEn un rincón medio escondido del sudeste de Hyde Park, entre el Lovers Walk y Park Lane, cincuenta y dos columnas de acero inoxidable de 3,5 metros de altura se alzan firmes, rodeadas, a pocos metros de distancia, de algunos de los árboles más comunes de este pulmón de la pulmón de la pulmón de India, olmos…

Las columnas evocan, de manera sobria, los atentados de Londres del 7 de julio de 2005 y las 52 vidas que arrasaron. En algunos de los pilares –jefe pulido y todos de rugosidades distintas, para representar la excepcionalidad de cada vida segada– se reproduce el lugar y la hora en que se produjeron las explosiones. Tres en la red del metro de Londres –estación Edgware Road (6 fallecidos), estación King's Cross (26 fallecidos) y estación Aldgate (7 fallecidos), a las 08.50 h–; y uno en Tavistock Square, casi una hora después en un autobús de la línea número 30, donde fallecieron 13 personas. Además, hubo más de 700 heridos.

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El pasado jueves, un par de operarios de los The Royal Parks trabajaban en torno a este memorial de Hyde Park. Clifford, uno de ellos, aplicaba cera a la placa con el nombre de las víctimas; Martin, el otro, limpiaba con una manguera de agua a presión el suelo sobre el que se erigieron los monolitos. Lo que no tienen posibilidad alguna de dignificar para el acto de recuerdo que tendrá lugar esta mañana del lunes, cuando se cumplen 20 años, es el césped que rodea el espacio. Está reseca. Al igual que la memoria de los atentados y su significación en relación con la historia más reciente.

El de Hyde Park es el primer memorial que el Reino Unido levantó en recuerdo de las víctimas de un ataque con bombas en tiempo de paz. Pero placas hay muchas, sin embargo. Recuerdan, por ejemplo, atentados del IRA. Pero de acuerdo con el especialista en terrorismo y profesora de relaciones internacionales de la Universidad de Warwick, Charlotte Heath-Kelly, el espacio de memoria del 7 de julio "marcó un cambio en la forma en que recordamos a las víctimas de la violencia política" en el Reino Unido.

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Fue el atentado de Oklahoma de 1995, contra el edificio federal Alfred P. Murrah, "el que dio principio a la era de los grandes memoriales", explica Heath-Kelly. Tras los ataques del 11-S, esa cultura no paró de crecer. En Oklahoma (168 fallecidos), en el lugar del atentado se construyó una inmensa plaza memorial y un museo, valorados en 29 millones de dólares. En Manhattan se destinaron cerca de 1.000 millones de dólares a símbolos permanentes de luto, tragedia y resiliencia. El de Londres no tiene ni la dimensión ni las pretensiones de estos dos, y emparenta, de forma disminuida, con el espíritu del gran memorial del Holocausto de Berlín.

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En Londres, sin embargo, falta una columna de otra vida aniquilada el 7 de julio. La de una víctima colateral –un término generalizado de la guerra contra el terror– que carece de la memoria oficial. Es la vida de Jean Charles de Menezes, un joven electricista brasileño de 27 años que fue asesinado a sangre fría el 22 de julio de 2005, abatido por la policía dentro de un vagón del metro en la estación Stockwell. Los agentes le dispararon siete disparos en la cabeza y uno en el hombro en el marco de una operación antiterrorista. Le confundieron con un supuesto terrorista islamista relacionado con los atentados en el transporte público y los intentos de atentados del 21 de julio, cuando otros cuatro terroristas intentaron llevar a cabo otra sangría. Pero los dispositivos fallaron: la policía difundió fotografías de los sospechosos a partir de las cámaras de seguridad del metro, iniciaron una cacería sin tregua y al día siguiente creyeron que Menezes era uno de ellos. No le dieron ninguna oportunidad.

El testimonio del agente C2

La investigación reveló numerosos fallos de coordinación y comunicación entre los agentes implicados. El fallo fatal se produjo después de que uno de los terroristas fuera vinculado al mismo bloque de pisos de Tulse Hill, en el sur de Londres, donde vivía Menezes. La víctima número 53 de ese julio de terror yihadista no llevaba ni armas ni explosivos cuando fue ejecutado; tampoco ofreció resistencia. Ningún agente ha sido nunca procesado penalmente.

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Un documental recién estrenado en Netflix explora los atentados y su significación, así como el asesinato posterior de De Menezes. Y uno de los dos agentes implicados en la muerte, conocido como C2, habla, aunque oculta su identidad. El oficial, que seguía la consigna de "disparar a matar", asegura en la entrevista que probablemente sería la única vez que hablaría de ello, en lugar de llevárselo a la tumba. Expresa su preocupación por el desarrollo de la operación y la gestión por parte de los mandos superiores. Qué diría a la familia del joven brasileño, le piden: "Diría que lo siento. Que a mí ya otro agente nos pusieron en una situación que nos llevó matar a su hijo. Haría cualquier cosa para dar marcha atrás en el tiempo y que las circunstancias fueran distintas hasta que esto hubiera ocurrido. No debería haber pasado".

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De los cuatro suicidas del 7 de julio, tres habían nacido en Reino Unido. El líder del grupo, Mohamed Sidique Khan, de 30 años, en Leeds; Shehzad Tanweer, de 22 años, en Bradford; y Hasib Hussain, de 18 años, en Leeds, también. Los tres tenían raíces familiares en Pakistán. El cuarto, Germaine Lindsay, de 19 años, había nacido en Jamaica, pero se había trasladado a las islas británicas con su madre a los once meses. De los cuatro atacantes fallidos el 21 de julio –los cuatro permanecen en prisión cumpliendo una condena mínima de 40 años–, dos nacieron en Somalia, uno en Etiopía y otro en Eritrea. En el momento en el que intentaron la matanza tenían entre 23 y 27 años.

El Reino Unido ha sufrido desde entonces más atentados –especialmente en 2017, en Manchester y en Londres repetidamente–, pero los de julio de 2005 supusieron un punto de inflexión. "Las placas, hasta el 2005 tan habituales en Reino Unido, ya no son suficientes para conmemorar acontecimientos de significación global. En su lugar, se encargan diseños con la imaginería de la guerra interminable contra el terror, en la que las víctimas se reimaginan como pérdidas heroicas en una lucha eterna entre el bien y el mal.

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Veinte años después, en el citado rincón de Hyde Park, las columnas de acero inoxidables parecen asépticas, no aportan ningún contexto. Pero siguiendo la IX tesis sobre la historia de Walter Benjamin, un memorial relativamente discreto como éste no puede ni quiere esconder ni la guerra contra el terror ni los episodios previos ni los posteriores. Ni tampoco los miles o millones de víctimas causadas. Colaterales casi todas. Este lunes, en la misa de la catedral de Saint Paul sólo se acordarán 52, ni siquiera la víctima número 53.