La extrema derecha teme perder Polonia
Las encuestas prevén que ganará las elecciones pero sin mayoría para formar gobierno
VarsoviaEl aterrizaje de la extrema derecha en el escenario político europeo hace tiempo que es una realidad imparable. En el último año y medio, las formaciones de ultraderecha han subido como la espuma en varios países. En Italia, Giorgia Meloni llegó al poder hace poco más de un año; y en Hungría, Viktor Orbán se está acostumbrando a encadenar mayorías absolutas, la última lograda en abril del 2022 por cuarta vez consecutiva. En Finlandia y Suecia, la derecha radical también tiene asientos en sus respectivos equipos de gobierno por primera vez. Este domingo es el turno de Polonia: cerca de 30 millones de polacos están llamados a las urnas para elegir a los representantes de la cámara baja (Sejm) y del Senado, y se prevé que la extrema derecha sea también la fuerza política más votada. Sin embargo, otra cuestión es que pueda formar gobierno.
En las dos últimas legislaturas, la sociedad polaca ha dado carta blanca a la extrema derecha con gobiernos encabezados por el partido Ley y Justicia (PiS en sus siglas en polaco), una formación ultraconservadora, católica, nacionalista, euroescéptica y xenófoba. No es demasiado difícil encontrar paralelismos entre algunas de sus políticas y las que proponía Donald Trump, por ejemplo. El plato fuerte de esta legislatura que acaba ahora y del que, de hecho, siempre hacen gala es la construcción de un muro en la frontera con Bielorrusia para impedir la entrada de personas migradas procedentes de África y Asia. El gobierno hacía esto mientras acogía a miles de refugiados ucranianos después del inicio de la invasión rusa en febrero de 2022. Unos refugiados eran bienvenidos; otros, no.
Referéndum contra los migrantes musulmanes
El mensaje que, gracias a este muro, Polonia es hoy un país más seguro "sin migrantes musulmanes" ha sido el leitmotiv del PiS durante toda la campaña. De hecho, este domingo los polacos no solo tendrán que votar para escoger a los representantes de las cámaras legislativas, sino también en un referéndum que, entre otros, plantea la siguiente pregunta: “¿Está usted a favor de la entrada ilegal de personas procedentes de África y de Oriente Próximo?”
La guerra en Ucrania ha cambiado también el papel de Polonia en la Unión Europa (UE): se ha convertido en el país vecino más importante de Kiev durante estos diecinueve meses de invasión del Kremlin. Varsovia ha sido una de las voces que más han reclamado que la ayuda militar llegara lo antes posible al ejército ucraniano. Ha sido la capital que ha reunido a líderes europeos y también al presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Sin embargo, este interés por la guerra en Ucrania ha ido disminuyendo en Polonia progresivamente, y ahora aún más con el conflicto en Israel y Palestina. En las grandes ciudades ya no quedan apenas banderas ucranianas ni memoriales. La sociedad ha normalizado tener un conflicto bélico al otro lado de la frontera. Además, la guerra tampoco ha sido un tema que haya ocupado demasiado tiempo en la campaña electoral, ni por parte del PiS, ni de la Plataforma Cívica (PO), el partido que aspira a desbancarle en las urnas y que lidera Donald Tusk, que ya fue primer ministro.
A pesar de este nuevo rol de Polonia dentro de la UE, las confrontaciones entre el actual gobierno y Bruselas han sido constantes durante esta legislatura. La UE ha impuesto sanciones a Polonia por no respetar la independencia del sistema judicial. Tusk, que también fue presidente del Consejo Europeo entre 2014 y 2019, ha centrado gran parte de su estrategia electoral en advertir del peligro que supone que el PiS vuelva a estar en el poder durante una nueva legislatura: “Si ganan las elecciones, estoy convencido de que iniciarán el camino para salir de la UE”. El Consejo Europeo y otros organismos han enviado a observadores para supervisar que no haya fraude en las elecciones.
La influencia de la Iglesia católica
La Iglesia católica es una de las grandes aliadas del PiS. De hecho, gran parte de sus votantes son creyentes y practicantes. Económicamente, además, ha sido una de las instituciones más beneficiadas durante 2021 con el llamado Fondo Polaco de la Iglesia, a través del cual el Estado la financió con más de 40 millones de euros. Este poder del clero también se evidencia en algunas de las políticas que el PiS ha puesto en marcha durante la legislatura. Por ejemplo, la ley contra el aborto (una de las más restrictivas de Europa), el no reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTBI, o la prohibición de la educación sexual en las escuelas públicas. Este gobierno también ha destinado muchos recursos y esfuerzos a maquillar las informaciones que culpabilizaban al papa Juan Pablo II por su silencio cómplice ante los escándalos de abusos sexuales en la Iglesia.
El control en la prensa también ha caracterizado al gobierno. Una conversación del ARA con un periodista de la televisión pública polaca es reveladora para comprobar la influencia y el poder del ejecutivo en el principal medio público de Polonia. Durante buena parte de la entrevista, el periodista elogia la gestión política del PiS y evita responder a determinadas preguntas. Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha denunciado las demandas que el PiS ha impulsado contra varios periodistas independientes, como Tomasz Piatek, autor de un libro que saca a relucir la relación que existía entre el actual gobierno y Moscú antes de la guerra en Ucrania. Por otra parte, el periodista español Pablo González lleva más de año y medio en prisión preventiva en Polonia, acusado de ser un espía ruso.
Las encuestas publicadas por la mayoría de medios polacos e internacionales indican que el PiS volverá a ser la fuerza política más votada. Algunas señalan que obtendrá el 34% de los votos; otros auguran el 38% (en las últimas logró un 43,6%). Sin embargo, no dan por hecho que el partido de Jarosław Kaczyński continúe capitaneando el gobierno polaco. La suma de votos del principal partido de la oposición, Plataforma Cívica, y de dos formaciones minoritarias –Tercera Vía y Lewicka– podrían desbancarle del poder después de ocho años en el gobierno.
Las encuestas dibujan, en definitiva, un tablero político más fragmentado, polarizado y en el que los tiempos de las mayorías absolutas se habría agotado. Un posible socio del PiS sería la Confederación, una formación política escorada a su derecha. Es el único partido político que no ha escondido su carácter pro-ruso, que se define como antisistema y defiende prohibir el aborto incluso en los casos de violación.
Malestar de la sociedad
En los últimos días, en la recta final de la campaña, algunos miembros del PO, como el alcalde de Varsovia y vicepresidente del partido, Rafal Trzaskowski, han lanzado mensajes contundentes: “Hay una fuerte polarización en Polonia, es cierto. Pero después de visitar pueblos y ciudades durante la campaña, puedo decir que la gente está muy cansada del PiS”. Que existe cierto agotamiento entre gran parte de los polacos es innegable, sobre todo entre las nuevas generaciones, las mujeres y ciertos colectivos que no se sienten representantes con los valores que promulga esta derecha más conservadora.
Así quedó de manifiesto hace dos semanas: una manifestación multitudinaria contra el actual gobierno y convocada por Plataforma Cívica inundó las calles de Varsovia. Algunos medios hablaban de más de 300.000 participantes. Otro dato que apunta a la posibilidad de un cambio político es la alta participación electoral registrada en el extranjero con 608.000 votos emitidos. Se trata de la cifra más alta desde 1989. Las urnas dirán si ese malestar se traduce en una nueva era política o si la extrema derecha vuelve a sellar un tercer mandato consecutivo.