Vaticano

Francisco presidirá el funeral de su predecesor el 5 de enero

El Vaticano no tiene ningún protocolo para la muerte de un papa emérito

RomaLa muerte del papa emérito, Benedicto XVI, este sábado sitúa al Vaticano en una situación delicada por la falta de precedentes y, por lo tanto, la ausencia de un protocolo concreto para celebrar las exequias de un pontífice que no estaba en activo. Joseph Ratzinger cumplió 95 años en abril y desde hace meses su salud era extremadamente delicada. El empeoramiento de su estado en las últimas horas había disparado ya todas las alarmas en el Vaticano y había abierto todo tipo de especulaciones sobre la liturgia que tenía que rodear su funeral.

Al anunciar su muerte este sábado por la mañana, el Vaticano solo ha explicado que el cuerpo del papa emérito será trasladado el lunes a la Basílica de San Pedro para que los fieles puedan decirle adiós. Poco después, anunciaba que el funeral tendrá lugar el jueves a las 9.30 horas de la mañana y será presidido por el papa Francisco.

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Desde hace nueve años, Ratzinger vivía en el monasterio de Mater Ecclesiae, en los jardines vaticanos, donde se retiró después de renunciar al pontificado en 2013. Una decisión insólita que lo convirtió en el primer pontífice de la era moderna que renuncia al trono de san Pedro.

¿Qué ritual?

La ausencia de reglas específicas después de la muerte de un papa emérito ha dado vía libre a todo tipo de hipótesis sobre cómo se celebrarán las exequias de Ratzinger. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que, muy probablemente, desde el punto de vista litúrgico se seguirá el mismo ritual que en caso de un pontífice en ejercicio, excepto la apertura del cónclave. “La diferencia sustancial es que probablemente podría presidir las exequias el papa reinante, es decir, Bergoglio, mientras que cuando muere un papa es el decano de los cardenales quien las celebra”, explicó a medios locales el religioso y experto en liturgia Claudio Magnoli.

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La constitución apostólica Dominici gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996, establece que después de la muerte del papa “los cardenales celebrarán las exequias en sufragio de su alma durante nueve días consecutivos”. El último funeral celebrado en memoria de un papa fue presidido precisamente por el entonces decano del colegio cardenalicio, Joseph Ratzinger, después de la muerte de Karol Wojtyla. En este caso, se supone que las disposiciones relativas a la apertura del testamento y cómo y cuándo se tiene que celebrar el funeral no serán tomadas por el camarlengo, que actúa en caso de sede vacante, como se conoce el periodo sin pontífice, sino por el papa Francisco, que se convertirá en el primer pontífice de la historia que preside el funeral de su inmediato predecesor.

En caso de que se ponga en marcha el protocolo oficial después de la muerte de un papa en ejercicio, los restos mortales de Ratzinger serán instalados en una de las salas del Palacio Vaticano, y más tarde trasladados a la basílica de San Pedro, donde serán expuestos para recibir el homenaje de los creyentes, antes de la celebración de un funeral de estado al que serán invitados líderes políticos y religiosos de todo el mundo.

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Tres ataúdes

El cuerpo del papa emérito descansará por siempre jamás rodeado por tres ataúdes. Junto al cadáver se depositará un pergamino en el que quedarán escritos en latín los hechos más relevantes de su pontificado, además de una bolsa con varias monedas de oro, plata y cobre acuñadas durante su pontificado. El reglamento establece que el cuerpo del pontífice sea enterrado en la cripta de San Pedro no antes de cuatro días después de su muerte ni más tarde de seis, pero si Joseph Ratzinger hubiera dispuesto un deseo diferente en su testamento, se respetaría.

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En el momento de la renuncia, Benedicto XVI avanzó su voluntad de pasar los últimos años en su Alemania natal, aunque durante su etapa como papa jubilado no abandonó nunca el Vaticano. La presencia simultánea de dos pontífices desde 2013 supuso un gran desafío para la curia romana, puesto que no hay ninguna referencia sobre la figura del papa emérito. “Es una gran laguna que hay que llenar. El tema no afrontado en la Iglesia es saber si el gesto de Benedicto será único o iniciará una praxis”, escribe el periodista del Corriere della Sera Massimo Franco.

La muerte del papa emérito abre ahora la puerta a una reforma histórica que ha sido aplazada durante demasiado tiempo y que según los expertos hay que emprender de manera urgente. “Pero sea quien sea el papa que regule esta institución, siempre habrá el riesgo de que se interprete como una acción interesada, guiada por el pensamiento de quien se tiene que enfrentar a esta situación después de renunciar”, explica al ARA Massimo Faggioli, profesor de historia del cristianismo en la Universidad de Villanova (Estados Unidos). "Acostumbrarse a esta novedad le costará, a la Iglesia", añade.