Inmigración

Por qué la frontera con México puede hacer perder las elecciones a Biden

Los demócratas deben hacer una oferta en materia de inmigración si quieren evitar que Trump gane las elecciones

THE ECONOMIST
y THE ECONOMIST

La madre de Donald Trump nació en Tong, una remota población escocesa de 500 habitantes que originariamente había sido un territorio vikingo. Su abuelo nació en Kallstadt, un pueblo de Baviera de 1.500 habitantes de donde proviene la familia Heinz. Los ancestros de Joe Biden provienen de Irlanda y de Inglaterra. En América todo el mundo proviene de algún otro sitio –incluso los indios, aunque ellos son los que llevan más tiempo–. El país es tan atractivo que 160 millones de personas de todo el mundo dicen que irían allí a vivir si tuvieran la oportunidad. Son muchos más de los que la mayoría de americanos están dispuestos a aceptar como conciudadanos.

Esta diferencia entre los que querrían vivir y los aceptados puede hacer que Biden pierda las elecciones. En 2016 Trump situó el "caos en la frontera" en el centro de la nominación republicana y, posteriormente, de su presidencia. Hizo campaña como si el número de migrantes estuviera batiendo todos los récords. Esto no era verdad entonces, pero lo es ahora.

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Solo en noviembre se produjeron 250.000 intentos de entrar por la frontera del sur. La mayoría de los recién llegados piden asilo y quedan en libertad, y a menudo esperan años antes de que sus casos se resuelvan. 3,1 millones de casos han sido resueltos en favor de los migrantes desde que Biden es presidente. Esto supera a la población de Chicago. Hay un mínimo de 1,7 millones de personas que han logrado entrar sin ser detectados, o que se han quedado en el país una vez caducados los visados. Los gobernadores republicanos pagan por que los migrantes se instalen en estados gobernados por los demócratas, y así desplazan hacia el norte los problemas de la frontera con México. Esto ayuda a explicar por qué los votantes que confían en los republicanos para solucionar el problema superan en un 30% a los que confían en los demócratas. No hay otro ámbito donde los republicanos tengan esa ventaja respecto a los demócratas.

No todo es culpa de Joe Biden. Siempre que el mercado laboral necesita trabajadores aumentan los incentivos para emigrar a Estados Unidos. Éste es el motivo por el que el número de migrantes también aumentó durante la presidencia de Trump, hasta que la llegada del covid detuvo el flujo, lo que le solucionó el problema. Más de la mitad de quienes atraviesan la frontera provienen de países situados en el sur de México y la parte más al norte de América central. El grupo principal es el de venezolanos. Pero miles de migrantes llegan a América en avión procedentes de Rusia (43.000 en un año), India (42.000) y China (24.000), y una vez allí intentan entrar en Estados Unidos. A menudo es imposible devolverlos. China no acepta a sus ciudadanos si han pedido entrada en EEUU y les ha sido denegada.

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Sin embargo, parte de la culpa no es de nadie más que de Biden. Los comentarios de Trump en los que decía que México envía violadores a EEUU, su práctica de separar a los padres de sus hijos para intentar detener el flujo de migrantes, y su plan para construir un muro, hicieron que los demócratas radicalizaran sus políticas en materia de inmigración. Pensaban que la opinión pública les apoyaría. Y es cierto que los votantes se sublevaron contra el trumpismo, y cuando era presidente el apoyo a los inmigrantes se disparó hasta niveles nunca vistos. Cuando se produjo el relevo en la Casa Blanca, el nuevo gobierno demócrata, de forma instintiva, hizo lo contrario de lo que había hecho Trump en cualquier ámbito. Los trabajos de construcción del muro se detuvieron. También se acabó con la práctica de obligar a quienes pedían asilo a permanecer en México hasta que sus peticiones fueran resueltas. Como era previsible, la inmigración ilegal se disparó.

Tras las elecciones de medio mandato de 2022, Biden empezó a adoptar discretamente algunas de las medidas de Trump. Ha aceptado completar la construcción del muro. Con contadas excepciones, quienes piden asilo ven cómo sus peticiones son rechazadas automáticamente si intentan entrar en el país sin permiso: antes de entrar deben hacer una solicitud online. Pero los americanos no están al corriente de ese esfuerzo por controlar la inmigración, en parte porque Biden no quiere evidenciar su cambio de postura, y entre otras cosas para evitar el rechazo de su propio partido.

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La capacidad de maniobra del presidente para decir algo y hacer la contraria se acaba. La Cámara de Representantes ha vinculado una ley para controlar la inmigración a seguir financiando la guerra en Ucrania. Esto no agrada al gobierno, porque el apoyo a Ucrania es positivo para América desde un punto de vista económico y estratégico, sea cual sea la estrategia en inmigración. Esto es un error. En un sistema en el que los partidos utilizan la capacidad para presionar que tienen a su alcance, Biden debería ver este impedimento como una oportunidad.

Algunas de las demandas de los republicanos en materia de inmigración son sensatas. La mayoría de migrantes que atraviesan la frontera del sur no lo hacen arrastrándose por el desierto. Se encuentran con un agente de fronteras y presentan una demanda de asilo. Entonces se someten a una entrevista conocida como miedo creíble. Los republicanos quieren subir el listón del que se puede considerar miedo creíble. Esto es razonable. Con las normas vigentes con Biden, el miedo a la violencia de las bandas se considera motivo para ser aceptado. Todo un contraste con España, que no acepta este caso pese a tener un presidente socialista.

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Una vez superada esta primera entrevista, los migrantes suelen quedar en libertad a la espera de una cita judicial que puede tardar años en llegar, porque los tribunales que llevan los casos de migrantes están saturados. El plazo medio de espera será de más de cuatro años. Si una vez hay una resolución negativa el migrante presenta recurso, el retraso se incrementa. Los demócratas quieren recursos extras para contratar a más funcionarios para llevar los casos, y más jueces para acelerar el proceso. Esto también es razonable.

Debería haber un acuerdo. Pero cada uno de los partidos desconfía de los motivos del otro. Los republicanos dicen que no darán más dinero a una administración en la que no puede confiarse a la hora de cumplir las leyes de inmigración. En cambio, intentan derribar al secretario de estado de Seguridad. Los demócratas ven algunas de las demandas de los republicanos, como la de detener indefinidamente a las familias que entran en el país, y llegan a la conclusión de que las negociaciones no pueden llegar a buen puerto y que no son más que una arma para atacar a Biden. Probablemente, ambos partidos prefieren hacer campaña con el tema más que llegar a un acuerdo.

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No olvide las masas

Biden debería estar preocupado. Por lo que hemos visto en la parte mexicana de la frontera, mucha más gente intentará entrar en EE.UU. ilegalmente si creen que Trump puede ganar las elecciones. Una frontera mal vigilada hace que menos gente apoye la inmigración legal y, en cambio, estimula a los partidos favorables a una política más restrictiva. Biden debería detener la retórica inflamada de los republicanos, arremangarse y solucionar el problema de la frontera. Ésta es la línea correcta. Y es la que le ayudaría a mejorar la posibilidad de ser reelegido.

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Copyright The Economist

Traducción Isidre Estévez