La guerra de las matrículas sube la tensión entre Kosovo y Serbia

Belgrado pone unidades militares en alerta y Pristina despliega un cuerpo policial fronterizo

BarcelonaSerbia sigue considerando a Kosovo una provincia y no un país independiente. Y tampoco reconoce sus matrículas: por eso cuando un vehículo kosovar cruza la frontera no puede circular por el territorio serbio si no compra unas placas provisionales. Hasta ahora Kosovo dejaba entrar libremente a vehículos serbios, pero desde esta semana las autoridades de Pristina han decidido exigir lo mismo. Este es el origen de la última crisis entre los dos países balcánicos, que no han normalizado relaciones desde que en 2008 la región de mayoría albanesa de Serbia se independizó, diez años después de la última guerra de la antigua Yugoslavia.

La minoría serbia de Kosovo ha reaccionado con rabia. Han bloqueado la frontera con una larga cola de centenares de camiones, y el sábado atacaron dos centros de registro de vehículos: uno fue quemado intencionadamente y en el otro lanzaron dos granadas a través de una ventana que no llegaron a explotar. Ha habido varias manifestaciones hasta el paso fronterizo.

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Y en las últimas horas la tensión ha aumentado. Serbia ha puesto en alerta unidades militares cerca de la frontera y también ha ordenado que sus cazas la sobrevuelen. Kosovo ha movilizado una fuerza policial especial. Y, mientras tanto, los Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea hacen un llamamiento a la calma.

KS y RKS

El nuevo gobierno kosovar, que desde marzo lidera el primer ministro progresista Albin Kurti, argumenta que el día 15 expiró el acuerdo que desde el 2011 regulaba la cuestión de las matrículas. Los vehículos con matrícula de la República de Kosovo (RKS) tenían que pagar placas serbias, a diferencia de los que todavía conservan las placas KS, que corresponden al periodo de la administración de la ONU y que ahora Pristina tampoco reconoce.

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Caducado el acuerdo, Kurti ha argumentado que se trata simplemente de una medida de reciprocidad, pero Belgrado lo considera una vulneración de los derechos de la minoría serbia que vive en el norte de la joven república, reconocida por ciento estados en el mundo, incluidos los Estados Unidos. No la reconocen un centenar más de países, encabezados por Rusia y entre los cuales está España, que incluso pone impedimentos a los partidos de fútbol de la selección kosovar en competiciones europeas.