Con los hospitales sin oxígeno, en Manaus los enfermos mueren en casa

La segunda oleada está siendo todavía peor que la primera, con la cifra de muertos multiplicada por diez

Javier de la Sotilla
y Javier de la Sotilla

BarcelonaManaus es el epicentro mundial del caos y del colapso sanitario. Con los hospitales saturados –sin camas, ni oxígeno, ni fármacos–, una logística imposible, una variante propia de coronavirus y el lío de un presidente negacionista, Jair Bolsonaro, la única salida para los que se debaten entre la vida y la muerte es comprar bombonas y medicinas en el mercado negro para intentar curarse en su casa. La primera oleada hizo evidente la fragilidad de la capital del estado brasileño del Amazonas, de dos millones de habitantes e incrustada en medio de la selva tropical. Entonces, las imágenes de las miles de tumbas excavadas en Manaus dieron la vuelta en el mundo. Aquel mes de mayo, se enterraron al menos 348 personas y el alta incidencia del virus animaba a algunos a asegurar que la región había conseguido la inmunidad de grupo. Pero la segunda oleada ha sido mucho peor y, este enero, la cifra de cadáveres del covid se ha multiplicado por diez.

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De hecho, el día antes de Navidad, cuando la segunda oleada ya se entreveía, Wilson Lima, el gobernador del Amazonas, anunció el cierre de todos los negocios no esenciales. Pero la población se había entregado a la idea que el virus era cosa del pasado y las protestas contra las restricciones inundaron Manaus, hasta que finalmente el gobierno se hizo atrás y retiró el decreto. Los días posteriores se pudieron ver fiestas multitudinarias de hasta 4.000 personas, la mayoría sin mascarilla y convencidas que la “cobertura alarmista de los medios de comunicación”, como pió el hijo de Bolsonaro, era mentira. Solo en ener , más de 3.000 personas han muerto por el virus en Manaus.

Los responsables de la falta de previsión alegan ahora que nadie podía prever que surgiría una nueva variante, pero algunos expertos señalan que, cuantas más personas se infecten, más posibilidades hay que el virus mute. La nueva variante es, como las originadas en el Reino Unido y en Suráfrica, más contagiosa, pero igual de severa. Y está muy presente: según un estudio de Fiocruz, la principal institución brasileña de investigación en salud, de las 90 personas que han participado en Manaus, 66 estaban infectadas por la nueva cepa. El incremento de contagios facilita el colapso que, como consecuencia, hace subir las defunciones: no son pocos los que mueren asfixiados en su cama, sin opciones de desplazarse a los centros sanitarios desbordados. La demanda de oxígeno triplica la oferta.

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El ministro de Salud, investigado

El ministro de Salud brasileño, Eduardo Pazuello, miró hacia otro lado cuando se documentó en diciembre un aumento de casos, también cuando se le notificó en enero que las provisiones de oxígeno se acababan. Ahora Pazuello está siendo investigado por la Fiscalía, en una petición avalada por el Tribunal Supremo, acusado de un delito de omisión. Es el tercer ministro de Salud que tiene el país latinoamericano desde el principio de la pandemia. El primero, el médico Henrique Mandetta, fue destituido por Bolsonaro, que consideraba que las medidas de aislamiento social que Mandetta proponía serían peores que la enfermedad. El segundo, el médico Nelson Teich, dimitió cuando cumplía un mes en el cargo por diferencias con el presidente. Pazuello es el ministro que lleva más tiempo. Es un general del ejército, con ninguna experiencia en el campo de la salud.

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Mientras tanto, las autoridades intentan acelerar los envíos de oxígeno y evacuan a los enfermos hacia otros estados del país. Un pequeño alivio, pero insuficiente. Algunos empresarios y celebrities hacen donaciones, pero el problema estructural de una sanidad desmantelada no se puede resolver de un día por el otro. Bolsonaro afirmaba este miércoles que su gobierno ha hecho “más de lo que está obligado a hacer” en la gestión de la crisis de Manaus. Pero muchos, muchísimos, no se lo creen. Es por su negación de la gravedad del virus, las mentiras y su alejamiento del sufrimiento de la población que su popularidad se ha erosionado.

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Miles de personas protestaron el fin de semana pasado con caravanas de coches en unas 50 ciudades del país para pedir que rinda cuentas por su gestión de la pandemia. Varios movimientos de izquierda y derecha exigen que el Congreso le someta a un juicio político para destituirlo, un impeachment que el presidente de la Cámara de los Diputados, Rodrigo Maia, ha avisado que no tiene intención de tramitar.