"Guardacostas griegos nos apalearon y nos abandonaron en el mar"
Un superviviente, refugiado sirio, explica al ARA desde Turquía una expulsión en caliente en el Egeo denunciada al Tribunal Europeo de Derechos Humanos
BarcelonaEl 20 de octubre de 2020 al mediodía una barca de pesca con 197 refugiados a bordo se encontró en medio de un fuerte temporal ante las costas de la isla griega de Creta. Eran familias de Siria, Irak, Palestina y Afganistán que intentaban llegar a Italia para pedir asilo: entre ellos había una cuarentena de criaturas. Después de toda una noche navegando, se dieron cuenta que con el temporal no lo conseguirían: habían perdido agua y comida y la embarcación estaba en muy mal estado. Hicieron una llamada de socorro directamente al puerto de Creta y también a la ONG Alarm Phone, que documentó su posición y también pidió ayuda en su nombre. Sin embargo, según consta en la denuncia presentada esta semana ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en lugar de rescatarlos los guardacostas griegos los asaltaron, los apalearon, les robaron los móviles y el dinero que llevaban, los trasladaron de vuelta hacia Turquía y los dejaron abandonados en el Egeo en botes salvavidas sin motor para que los guardacostas turcos los devolvieran a su punto de partida. No es la primera vez que se documenta esta práctica en las aguas de Grecia, pero sí que es el caso en el que hay más gente afectada.
Uno de los supervivientes, un cocinero sirio de unos 40 años que pide mantener el anonimato por miedo a represalias, ha accedido a explicar los hechos al ARA por teléfono desde el albergue de Estambul donde se encuentra, esperando una nueva oportunidad para hacer realidad su proyecto de establecerse en Holanda y ganar un futuro para su hijo adolescente. “La tormenta era muy fuerte y estábamos agotados. No teníamos ninguna otra alternativa que avisar a los guardacostas, pero tardaron siete horas en aparecer. Ya era por la noche cuando un comando de hombres encapuchados asaltó la embarcación. Entraron de manera muy violenta, pegando a todo el mundo. Preguntaron quién hablaba inglés y así identificaron el capitán, y le dieron una paliza. Le rompieron el brazo y le pegaron en el estómago muy fuerte. Todo el mundo gritaba. Nos cogieron los teléfonos móviles, la documentación y a algunos incluso los pantalones”, detalla.
Después del asalto los dividieron en dos grupos y los llevaron con lanchas hasta dos patrulleras de los guardacostas griegos, como pudieron reconocer por sus uniformes. “Nos hicieron sentarnos en la cubierta y nos dijeron que nos llevarían a un campo. Pero no nos dejaban levantarnos ni para ir al lavabo, y nos hacían estar con la cabeza baja”, explica. Él, como los otros testigo recogidos en la denuncia, asegura que en las diez horas que estuvieron a bordo de las patrulleras no les dieron agua ni comida, ni siquiera nada para protegerse del frío y la lluvia: “Todos temblábamos de frío, las mujeres y los niños también”.
Botes salvavidas
Cuando se hizo de día los obligaron a bajar a unos botes salvavidas hinchables, como los que llevan las barcas grandes en caso de naufragio, y los dejaron a la deriva, sin motor y sin ningún medio para pedir ayuda. Según explica otro testigo recogido en la denuncia, los guardacostas se alejaron pero se quedaron en la distancia esperando. “Al principio teníamos miedo de que nos dispararan, porque iban armados y nos estaban mirando”. Unas horas más tarde, guardacostas turcos llegaron a la zona y los rescataron, como se puede ver también en la web del organismo marítimo turco, de donde se han obtenido las imágenes que ilustran este reportaje. “Después nos tuvieron dos días en la comisaría y nos dijeron que como éramos sirios podíamos irnos y nos pagaron un billete de autobús hasta Estambul”, recuerda el cocinero. Había pagado a los traficantes 12.000 euros para llegar a Europa y ahora espera una nueva oportunidad. "Sabemos que los guardacostas griegos actúan con mucha violencia y por eso intentamos llegar directamente a Italia", añade el hombre. Como siempre, las trabas en la inmigración no la hacen desaparecer, sino que acaban abriendo rutas más largas y peligrosas.
Esta semana el Centro Legal de Lesbos ha llevado el caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Desde el año pasado han documentado 17 casos como este: pateras interceptadas en aguas griegas donde los refugiados han sido agredidos, robados y abandonados a la deriva en botes salvavidas hasta que los turcos los han devuelto a su punto de partida. “Pero esta es la expulsión más grande de la que hemos tenido conocimiento, y también la que implica un operativo con más cantidad de embarcaciones de los guardacostas griegos”, explica Natasha Dailiani, la abogada que ha presentado la denuncia. “Además, está el agravante de que había muy mala mar, de forma que las vidas de todas estas personas estuvieron en un peligro evidente”. Para la letrada, el carácter coordinado de la operación, su duración y la gran distancia que tuvieron que recorrer para devolverlos a su punto de partida es una prueba evidente de la “voluntad de las autoridades griegas de evitar que la gente pida asilo, y para conseguirlo ponen en peligro sus vidas”.
El gobierno griego del conservador Kiriakos Mitsotakis niega la noticia y, a pesar de las pruebas agobiantes presentadas por ONG locales e internacionales, como Alarm Phone, que ha reunido todos los casos que conoce en un mapa interactivo, despacha las denuncias como fake news. Atenas tampoco ha aceptado abrir una investigación. El hecho que en estos asaltos roben los teléfonos a los refugiados dificulta tener pruebas de ello. Pero las evidencias son tan contundentes que incluso se ha puesto en entredicho el papel de Frontex, la agencia europea de protección de fronteras, que tiene un amplio despliegue en el Egeo. La abogada no tiene ninguna duda de que “Frontex lo tiene que ver y lo tiene que tener en sus registros, y por el hecho de no intervenir también está faltando a su obligación de velar para que se respeten los derechos". Y constata lo que la mayoría de refugiados ya saben: "El problema es que a nivel europeo no hay ninguna voluntad política de parar esto”.