Jamaica reclama a Londres compensaciones por el tráfico de esclavos y la colonización

Una petición de 9.000 millones de euros pone encima de la mesa el debate sobre la reparación histórica

Londres¿Tienen que pagar los nietos o los bisnietos por los pecados de los abuelos o de los bisabuelos? ¿Es posible reparar en el siglo XXI daños cometidos contra millones de seres humanos más de dos y más de tres siglos atrás? ¿Sirve de algo derrocar la estatua de un esclavista que hizo fortuna, y quizás también obras filantrópicas, en una sociedad que consideraba a unos seres humanos inferiores a otros por razón de su color de piel? El debate es ético, histórico, político e incluso económico. Y atraviesa de vez en cuando las relaciones diplomáticas entre las antiguas metrópolis y los actuales estados independientes de los que surgieron.

Jamaica reclama al Reino Unido una compensación económica para aligerar el sufrimiento ocasionado por el comercio de esclavos y para secar las pérdidas económicas que derivaron de la colonización. Una cifra que, en total, roza los 9.000 millones de euros. La petición se hará directamente a la reina Isabel II, que no solo es la jefa de estado del Reino Unido, sino también del país caribeño.

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Las supuestas pérdidas económicas de la colonización se resumen en lo que Tim Lockley, investigador de la Universidad de Warwick (Inglaterra), afirma que era la continuada e "insuficiente inversión en educación e infraestructuras" durante el periodo colonial, y el hecho de que estos territorios tuvieran una "economía poco diversificada". "Cuando llegó la independencia política en los 50 y 60 –sigue el profesor–, las nuevas naciones dependían excesivamente de una agricultura de cultivos comerciales y tenían poblaciones apenas alfabetizadas". Más que nunca, pero sin sorpresa, el pasado habría actuado de lastre del presente y del futuro de lo que un día fueron las llamadas posesiones imperiales.

"Beneficio del imperio"

Olivia Grange, ministra de Deportes, Juventud y Cultura de Jamaica, ha anunciado esta semana a la agencia Reuters que su gobierno buscará una "justicia reparadora en todas las formas para compensar los daños que experimentaron los antepasados africanos, que fueron apartados por la fuerza de su casa y sufrieron atrocidades increíbles para llevar a cabo trabajos forzados en beneficio del Imperio Británico".

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La petición se fundamenta en una moción presentada por el diputado jamaicano Mike Henry. Y el cálculo de los 9.000 millones de euros es la suma de las pérdidas estimadas de la colonización (unos 5.895 millones de euros) más el dinero, en valor actual, de los 20 millones de libras con los que el Tesoro británico indemnizó a los propietarios de esclavos que en el momento de la abolición, en 1834, liberaron a las 800.000 personas de las que hasta entonces eran propietarios, en el Caribe, Suráfrica y una parte muy pequeña en Canadá.

De media –si bien la valoración dependía de la edad y de la condición física de la persona, del sexo y de si estaba acostumbrada a trabajar en las plantaciones o no–, el precio de una vida humana se estimó, entonces, en 25 libras, que al cambio actual supone unos 3.900 euros. Para compensar a los propietarios por la pérdida de lo que entonces se consideraba una inversión, la Corona pidió los 20 millones de libras en crédito. Los intereses de la operación solo se acabaron de satisfacer en 2015.

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La Biblioteca Nacional de Jamaica calcula que unos 600.000 esclavos africanos llegaron a la isla hasta la abolición. Solo en el periodo 1702-1749 se desembarcaron en el puerto de Kingston 299.306 personas, de las cuales 108.795 se enviaron a otras colonias caribeñas. Las Naciones Unidas consideran que desde que se abrieron las rutas atlánticas desde África hasta América, en el siglo XVI, y hasta que la esclavitud se abolió en Brasil en 1888, el último país que prohibió el tráfico, más de quince millones de personas fueron desplazadas por la fuerza de sus lugares de origen.

Los ingleses, de hecho, siguieron las mismas rutas y prácticas que los comerciantes de esclavos españoles. Durante el esplendor de este comercio, en los siglos XVII y XVIII, la isla de Jamaica –que la Inglaterra de Oliver Cromwell había conquistado al Imperio español en 1655– fue un punto clave para la organización del envío de personas desde África para trabajar en las plantaciones de todo el Caribe.

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Una primera petición

La petición que ahora plantea Jamaica no es la primera vez que se hace, ni probablemente será la última. Y es mucho más que probable que la respuesta que se obtenga sea la misma de siempre: "No hay nada que compensar". Es lo que dijo el primer ministro David Cameron cuando en 2015 viajó a Jamaica, colonia hasta 1962. Entonces, ante el Parlamento, el premier Cameron rehusó el llamamiento que se había hecho un año antes desde Kingston y diez capitales caribeñas más para que Londres compensara a las once ex colonias de la zona por el tráfico de seres humanos desde la primera expedición que, con cuyo objeto, y comandada por Sir John Hawkins, salió del puerto de Plymouth hacia las costas de Guinea en 1562.

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Dirigiéndose a los diputados del Parlamento de Jamaica, Cameron aseguró que la esclavitud era "repulsiva en todas sus formas". Y añadió: "Espero que, como amigos que hemos pasado tanto juntos desde aquellos tiempos oscuros, podamos superar este doloroso legado y continuar avanzando en el futuro". El adelanto es en forma de ayuda exterior, una partida que justamente la semana pasada los Comunes acordaron recortar con la excusa del esfuerzo financiero que ha supuesto para el Tesoro la pandemia. De los 325 millones de libras que Cameron llevó bajo el brazo a Jamaica para infraestructuras, 25 se destinaron a construir una prisión. Muy lejos de los casi 5.900 que pide ahora el diputado Mike Henry.

Un caso totalmente excepcional en este tipo de disputa es el de Alemania, que este año ha reconocido que durante su ocupación de lo que ahora es Namíbia fue responsable del genocidio colonial. Berlín ha prometido unos 1.100 millones de euros en ayuda al país, una suma que serviría como “gesto de reconocimiento por un sufrimiento inconmensurable”.